Durante la infancia nada es más seguro y placentero que la tranquilidad de tener un hogar en donde todo resulta natural, es decir la alimentación, la ropa y calzado, la educación, la diversión, los servicios en general que ofrece una casa.
En esta etapa, el ser humano no se preocupa por este tipo de situaciones hasta que llega el momento del deseo de la emancipación de los padres que conlleva seguir obteniendo todos estos beneficios pero en esta ocasión ya no es a cambio de nada.
La edad promedio a la que los jóvenes mexicanos dejan la casa de sus padres es a los 28 años. (Foto: Azimo)
En este punto comienzan las exigencias de la puntualidad, del alto rendimiento escolar, de la colaboración en los deberes de casa; todo aquello que en la infancia parecía tan automático y sencillo de vivir. Además, los conflictos propios de la fuerza que ejercen ambas partes: padres vs hijos, intentando demostrar quién tiene la razón y que ninguno está dispuesto a ceder o perder.
Resulta inesperado el sentir sorpresivo de esta serie de reacciones en donde los padres están completamente seguros de tener la razón al solicitar a sus hijos responsabilidades que antes no eran necesarias ni siquiera argumentar.
Y es justo en estos momentos en donde el adolescente traza su primera meta importante que él solo deberá conseguir: salir lo antes posible del “nido” para poder vivir toda esa libertad que viene imaginando desde la pubertad.
Solamente que no ha considerado que esta anhelada decisión implica una parte material definitivamente determinante y es ahí donde empieza a posponer sus planes para salir del nido.
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Existe la parte del apego que es determinante y que invita al joven a permanecer en ese hogar que tantas y variadas experiencias le ha brindado desde el inicio de su existencia y comienza la presencia de los temores y la racionalización ante la posibilidad de abrir las puertas a una nueva vida en donde solamente él será el autor de su propia historia.
A los padres les ha tocado dar “alas” a sus hijos para que ellos puedan tomar su rumbo sintiéndose seguros y confiados de que todo saldrá bien.
En la mayoría de los casos los jóvenes cuentan con una carrera o han aprendido alguna actividad laboral que les permitirá sin duda ser autosuficientes y continuar con la vida a la que estaban acostumbrados en el hogar paterno-materno.
Sin embargo, en muchos casos quedan pendientes emocionales que llegan a impedir al joven salir con toda tranquilidad de casa.
Los jóvenes tienen dificultades para tomar esta decisión por diferentes factores. (Foto: Universia)
Existen factores determinantes para continuar posponiendo la partida
Dependencia emocional: necesidad constante de aprobación o desaprobación de la conducta ya que la adolescencia fue llevada con una carga excesiva de tensiones a varios niveles y ambas partes han generado codependencia.
Dependencia económica: el joven no ha aprendido a sobrellevar sus gastos y necesidades materiales y considera que sigue necesitando el apoyo económico que siempre ha obtenido de su familia ya que no siente confianza en su actuación en el mundo laboral.
Baja autoestima: el joven no logra confiar en su potencial emocional para lograr sobrellevar su autosoporte debido a que probablemente no se conoce bien a sí mismo y este temor le impide imaginar cómo sostener una vida independiente.
Temor al fracaso: la idea de emprender la partida para experimentar la emancipación de sus padres, exponerse al fracaso y tener que regresar a casa nuevamente a someterse a las reglas que estaba dispuesto a olvidar le hace sentir que no debe correr ese riesgo.
Sentimiento de culpa: la sensación de abandonar a cualquiera de sus padres porque permanecerán solos porque se han separado o porque alguno de los padres ha fallecido o porque los hermanos ya han tomado su camino, les impide considerar que ha llegado su turno de partir.
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Los jóvenes que deseen independizarse destinan alrededor del 47% de su ingreso mensual sólo a la renta. (Foto: MDZ)
Sugerencias
El momento ideal para dejar el nido es una decisión muy íntima y personal y nadie puede indicarle al joven el momento preciso para hacerlo.
Ya que no existe una edad precisa para abandonar el nido, se debe revisar serenamente en familia las ventajas de hacerlo o no en determinado momento.
Lo ideal es no precipitarse ni salir “huyendo” debido a algún conflicto o situación insostenible.
La edad en la que los jóvenes planean salir de casa de sus padres está entre los 21 y los 26 años, pero la mayoría lo hace en otro momento. (Foto: Rentaenmexico)
El momento justo y preciso deberá señalarse con optimismo, conformidad y bajo acuerdos generales que permitirán que los lazos familiares sean fortalecidos aún no viviendo bajo el mismo techo. Así se determinará que este paso se da bajo circunstancias ideales a fin de que los miembros de la familia logren sentirse felices y realizados.
*Las columnas de opinión de CC News reflejan sólo el punto de vista del autor.
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