Hace unas semanas, un grupo de científicos de la Northeastern University en Boston publicaron una investigación donde demostraron que a los humanos nos gustan más los perros que otros humanos. No es difícil verlo, los perritos tienen todas las de ganar siempre: son sensibles, fieles, apapachones y bonitos. Y acariciarlos alivia cualquier nivel de estrés o ansiedad que traiga la vida cotidiana.
Pero como para los investigadores nada es suficiente, un equipo dirigido por Ann y Robert H. Lurie del Children’s Hospital de Chicago decidió comprobar qué tanto ayuda a un portador de VIH tener un perro, y aquí sí cabe el ¡no creerás lo que pasó después! Pues sí, las persona con VIH que tienen un perro tienen una probabilidad de 300 por ciento menos de probabilidad de padecer depresión que aquellos que no tienen uno.
(Fuente: Pixabay)
Parece algo muy sencillo, pero no lo es porque hay particularidades de esta condición. Los pacientes con VIH son propensos a caer en estados de depresión muy profundos y problemáticos, y eso interfiere directamente en el sistema inmune, que es el que se vulnera con el virus, y bajo esas condiciones, responder positivamente a los retrovirales es más complicado que si se está feliz o con un estado de ánimo relajado.
El estudio con el que se comprobó el beneficio que trae un perro a la vida de un paciente, incluyó un muestreo de 199 personas portadoras de VIH mayores de 18 años. La mayoría fueron hombres blancos heterosexuales (porque la convocatoria se lanzó a través de redes sociales). Se sabe que ese muestreo no refleja el estado de la epidemia actual, pero es un indicador para algunos grupos cuya recurrencia de infección es alta.
Un dato curioso sobre la relación perros-dueños con VIH es que la mayoría de los portadores integraron a su vida a un perro después del diagnóstico, pocos recibieron al perro como parte exclusiva de la terapia.
(Fuente: Pixabay)
Los encargados del análisis admiten que no es un estudio perfecto, pero que sí se ofrece una esperanza maravillosa que trasciende lo humano y lo animal. Y el propósito vale cualquier intento de mejorar la vida de las personas que más que «padecer» una enfermedad, padecen los estigmas sociales que vienen con ella.
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