‘La Sirenita’, de Disney, nos hizo creer que los cuentos de hadas podían ser reales y esos amores imposibles, más que posibles.
Pero detrás de toda la fantasía, está la tenebrosa historia escrita por Hans Christian Andersen, que nos muestra un mundo donde la tortura, el dolor y desamor, son protagonistas.
La verdadera historia de La Sirenita
Fue en 1837 cuando el autor lanzó esta historia, que aunque comparte similitudes con el filme animado de 1989, la trama es super diferente.
La película retrata la vida de una sirena adolescente que se enamora de un príncipe humano y para estar con él hace un trato con Úrsula, la bruja del mar.
Ariel consigue cambiar su cola por un par de piernas, pero no de gratis, le entrega su voz a Úrsula y además, si no lograba enamorarlo en un determinado tiempo, regresaría a ser sirena.
Como en todas las películas de princesas, también hay un ‘y vivieron felices para siempre’ en ésta, incuso lanzaron una segunda parte, donde su hija es protagonista.
Lamentablemente, esta historia tal y como la conocemos, no se parece nada a la original. Hans Christian Andersen lo planteó de una manera mucho más sombría.
El cuento muestra a una joven que sin importarle los riesgos y advertencias, sacrifica todo y no por un hombre, sino por su deseo de ser inmortal.
‘La Sirenita’ acudió con la Bruja del Mar para convertirse en humano y así su alma fuera eterna. Consiguió sus piernas, pero cada paso le causaba un terrible dolor, como si algo la acuchillara.
Así como en la película de Disney, el acuerdo es dejar de ser sirena por su voz, pero en el cuento, la bruja le corta la lengua.
Atormentada por el desamor del príncipe, quien se casa con otra mujer, la joven aconsejada por sus hermanas, decide apuñalarlo para regresar a su vida en el mar.
En el último intento, la joven lo perdona, y se arroja al mar dispuesta a aceptar su destino. No es el final más feliz, pero sí lo que ella quería. Por su buena acción, es recompensada y se une al paraíso metafórico de ‘las mujeres en el aire’.
Hans Christian Andersen murió en 1875, pero su famosa obra de ‘La Sirenita’, que ha inspirado a más de un proyecto, prevalece. Copenhague, capital de Dinamarca, lo mantiene vivo con estatuas en su honor, pero también de su cuento por el que ya no volveremos a ver igual la película de Disney.