When the truth is found
to be lies.
And all the joy
within you dies.
-Jefferson Airplane
¿Por qué los que viven desde la virtud también sufren?
Millones de personas viven bajo creencias religiosas. Los más devotos calculan todas sus acciones para no caer en el pecado; recuerdan los mandamientos porque de lo contrario, Dios podría castigarlos y no tendrían una vida justa en la Tierra y difícilmente llegarán al cielo. Actuar bajo ese temor les permite vivir en armonía, pero ¿qué pasa cuando las cosas van mal sin haber realizado una acción malintencionada? No podemos culparnos, pues no hemos hecho nada.
El único responsable sería Dios, quien seguramente nos pone a prueba como lo hizo con Job en el Antiguo Testamento. Ese texto sagrado plantea la primera cuestión enunciada en este artículo y los hermanos Coen trasladaron la historia a la pantalla grande con la oscura tragicomedia llamada “A Serious Man”, término que describe tanto a Job como al protagonista de la cinta: un hombre serio cuya vida comienza a destruirse sin razón aparente y busca mantener la calma mientras espera la respuesta de Dios, una que –por supuesto– no llegará.
En “A Serious Man” seguimos a Larry Gopnik, un hombre judío común y corriente, a mediados de la década de los 60. Es profesor de Física en la preparatoria local y su familia es normal. Conforme avanza la historia, se pregunta constantemente qué está sucediendo. Casi como una muletilla, el personaje repite su interrogante cada que ve a sus hijos peleando o a Judith, su esposa, ignorándolo. Su hermano Arthur –quien sufre de una enfermedad que nunca se menciona– duerme en su sofá y no aporta nada al hogar. Larry toma todo con calma y acepta lo que le sucede. Aunque su vida parece normal, todo está a punto de desmoronarse.
Todo comienza desde que inesperadamente Judith le pide un divorcio religioso para casarse con Sy Ableman –un peculiar personaje involucrado con la familia–. Larry no se explica por qué sucede eso. Ella confiesa que desde hace tiempo no sentía nada por él y habla maravillas de su nuevo amante. Gopnik no explota. Tiembla y se ve frustrado, pero se mantiene como un hombre respetable y no impide que suceda. Metafóricamente está paralizado, debe haber una explicación.
Posteriormente nos enteramos que está siendo evaluado para tener la permanencia de su puesto como profesor. Se siente nervioso y sólo espera que todo salga bien. Recibe a un estudiante surcoreano que le pide ayuda con la calificación pero –por supuesto– se rehúsa, afirmando que debe esforzarse más. El joven se retira pero Gopnik ve que dejó un sobre con dinero, un soborno. Enfurecido lo busca, pero fracasa y se mantiene indignado… Su tragedia apenas está naciendo.
Sus hijos, Danny y Sarah, no se preocupan ni un poco por él y eventualmente su esposa lo convence de irse de su propia casa junto con su hermano enfermo. El amante trata de decirle a Larry que todo está bien, que es para que la familia tenga un futuro mejor. Antes de irse, se da cuenta que la policía busca a Arthur por cargos de prostitución y apuestas ilegales y además, Judith le quita todo su dinero del banco y lo deja sin un centavo en un motel de paso.
Hasta ese momento, Larry trató de mantener la calma, pero no es hasta que platica con su abogado, que finalmente se quiebra y empieza a ver cómo su vida se destruye poco a poco.
El hombre de leyes trata de calmar la angustia de Larry y le sugiere que visite al Rabino Marshak, que por ser el sabio más grande de su comunidad, podría darle respuestas. Pero todo sale mal. El religioso no está disponible para nadie debido a su avanzada edad, así que le asignan a Gopnik primero al Rabino Jr. Scott Ginsler, quien fracasa en aportarle una explicación apropiada y se limita a decirle que el Señor sólo nos está sorprendiendo y que en cada lado debemos encontrar la felicidad. No es la réplica que Larry quiere escuchar (claramente) y no es la que nosotros aceptaríamos tampoco.
Cuando visita al Rabino Nachtner, éste se vale de una metáfora completa para decirle que Dios no nos debe respuestas, nuestro trabajo es servir. Larry se molesta y pregunta: “¿Por qué nos hace tantas preguntas si no nos va a dar resoluciones?” A lo que el hombre religioso responde: “No sé. No me ha dicho”, resaltando así, lo absurdo de la existencia. Si la relación es unidireccional e intangible, lo más probable es que no exista un Dios que dicte nuestro destino y que –sin importar si obramos con benevolencia o malignidad– nuestras vidas pueden acabar súbitamente.
“Yo no he hecho nada”, afirma Gopnik después de su colapso y es esa inactividad el resultado de todos sus dolores. Quizá si no estuviese esperando una respuesta de Dios, pudo haber evitado que su esposa se fuera, golpeado a su amante, exigido atención a sus hijos, demandado al estudiante con el soborno y recuperar su vida. Pero no lo hace.
“A Serious Man” es uno de los mejores trabajos de los Coen. No sólo presenta de forma hilarante una de las historias más hermosas y complejas de la Biblia, sino que le aporta un sentido humano en vez de darnos esperanza. La vida no es una película ni un cuento de hadas donde todo se soluciona cuando hacemos las cosas bien, al contrario. Nos encontramos solos en el mundo rezándole a un ser invisible para que nos dé una vida digna y así llegar junto a él después de morir. Ésa es la verdadera tragedia de Larry y de millones de personas y en la que están destinados a vivir si no abren los ojos y toman el poder de su vida por sí mismos.
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