“El dinero no crece en los árboles”, decía tu mamá, pero estaba equivocada. En el mundo de Pablo Escobar y otros magnates del crimen, el rostro del honesto Abe prácticamente parecía brotar de la tierra como un retoño después de una fuerte lluvia, y crecía por montones en casas de mala muerte en medio de la nada, donde estos criminales se ocultaban. En el mundo níveo de la cocaína, el dinero carecía de valor; el poder era la verdadera moneda. Al menos así es como podemos imaginar el reinado del infame Pablo Escobar. Sólo imagínate tener tanto dinero que al final éste no valga nada. «Es sólo papel, puedes quemarlo cuando tengas frío», pensaba Escobar, según relata su hijo. El infame narcotraficante quemó más de dos millones de dólares para que su familia no tuviera frío mientras se ocultaban de las autoridades que los perseguían. En otras palabras, a Escobar le daba igual si al año perdía 1.2 billones de dólares en efectivo sólo porque sí.
Pero cuando nadas en dinero, eventualmente te puedes ahogar en él. ¿Qué tan fácil es perder el control?
Muchos han seguido el camino blanco de Escobar y encontrado el mismo destino, uno lleno de sangre y muerte. De entre los cientos de fantasmas que vagan en el sendero de los hermanos Ochoa y Escobar, uno de los más importantes es el del temerario piloto Barry Seal. Al igual que muchos espías, contrabandistas y narcotraficantes, la vida de Seal se dio entre un remolino de acciones que fácilmente pueden llevarse a la pantalla grande.
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Aburrido de su monótona vida como piloto de TWA (Trans Worlwide Airlines), Barry comenzó a emplearse como contrabandista a finales de los 70 y principios de los 80 y, mientras tanto, formó un vínculo estrecho con el cártel de Medellín. Realizó más de cien vuelos en los que transportó kilos de cocaína equivalentes a 3 mil millones de dólares. Sería poco decir que simplemente llenó sus bolsillos de dinero; él se convirtió en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos en la década de los 80.
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¿Cómo es posible que este criminal, informante y contrabandista nunca estuviera tras las rejas? Básicamente, mientras realizaba todo tipo de hazañas en América Central y brindaba con Escobar, también trabajaba con los “chicos buenos”: la CIA y la DEA. Barry Seal era un hombre multifacético y sabía estar en todas partes. Literalmente mandaba al carajo a todo el mundo y se salía con la suya, bueno, casi siempre. Al final, lo asesinaron, al igual que a muchos que siguieron el mismo camino.
Si tuviera que escoger a un personaje histórico para llevar a la pantalla grande, ése sería Barry. Su trayectoria agitada hace que su historia se escriba prácticamente sola. Por eso no es de extrañar que Doug Liman, la mente detrás de la trilogía de Bourne, haya escogido a Tom Cruise para el papel principal. ¿El resultado final? American Made.
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En cuanto uno ve el peinado de Cruise en American Made, sabe que ésta no es la típica película biográfica, sino un retrato irónico de las decisiones riesgosas que Barry tomó. Entre shots de tequila y elaboradas escenas de acción en el aire, apenas se vislumbra el oscuro entorno de la Guerra Fría y sus políticas sucias. A través de escenas esporádicas en formato VHS, conocemos la historia de Barry y la cruda realidad que vive, el Estados Unidos de políticas intervencionistas en América Latina. Lo peor de todo es que esto se presenta como algo que los “buenos” deben hacer para “mantener el orden” en el mundo, como si se tratara de quitar la mala hierba de un jardín, o en este caso, de todo un continente. Aunque esto no funge como una crítica o un momento de introspección en cuanto a lo que estos eventos significan en la época actual. A pesar de que utiliza un tono divertido, la película no le echa sal a la herida. Si se trata de los Estados Unidos de Reagan y sus políticas intervencionistas (y más tomando en cuenta el contexto de hoy), es bueno toparte con un par de cortes y punzadas por aquí y por allá.
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No deja de sorprender que Liman no haya optado por una biografía más oscura, dado que su padre, Arthur L. Liman, fue jefe del Consejo de Seguridad Nacional durante el escándalo Irán–Contra. Tal vez a lo mucho sólo se atrevió a mostrar cuán lejos están dispuestos a llegar todos los políticos y trabajadores que aspiran a subir de puesto y lo absurdo que esto es. Al final, ¿cuál es el propósito? Claro, dinero, aunque éste acabe enterrado en el jardín donde los niños juegan con su perro después de clases.
American Made hace lo posible por ser una «película divertida basada en hechos reales» (y aquí estoy citando a Liman), mientras que se aleja de toda la parte sucia y desagradable de este personaje y su historia. Para mí ése es su más grande crimen, echar a la basura la oportunidad de sacar los trapos sucios y exponerlos para que todo el mundo los vea.
Cross Creek Pictures
No sin crear un poco de controversia, al adoptar un tono tibio, la historia va contra todo lo que Barry Seal representó. Él fue un piloto arriesgado que no sólo mandó al carajo a una de las más grandes instituciones en Estados Unidos, sino también al cártel más peligroso del mundo, y pagó el precio. En cambio, el único precio que podría llegar a pagar American Made es el de convertirse en una película de acción cualquiera. Al menos podemos contar con la sonrisa sexy de Tom Cruise y lo emocionantes que son sus escenas de acción. ¡Bravo, señor Cruise!
https://www.youtube.com/watch?v=FddrZRT6BW0
American Made se estrena hoy en cines de todo el país. ¡No te la pierdas!
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Traducido por Andrea Mejía