El anime ya no es sólo de Japón.
En artículos anteriores, señalamos el hecho de que en Japón se le llama anime a cualquier tipo de animación que se crea alrededor del mundo. Desde Fantasía de Disney en Estados Unidos, hasta La planète sauvage en Francia, a cualquier trabajo “de caricatura” se le conoce así. En contraste, en gran parte de los países del mundo se le llamaba anime sólo a las creaciones niponas que compartían rasgos similares y diseños de personajes en extremo parecidos. Sin embargo, esto se acabó cuando llegó Avatar: The Last Airbender a las pantallas de Nickelodeon. Aunque el trabajo era producido en gran parte por norteamericanos, tenía características propias del estilo que popularizaron los japoneses. Los creadores, además de utilizar elementos orientales para la mitología del trabajo, se apegaron a sus técnicas para entregar una historia diferente.
Ese tipo de animación les permitió ganarse un enorme seguimiento, además de hacerse resaltar entre el resto de los trabajos por ser mucho más compleja que cualquier otra obra para niños (tal como sucede con el anime en Japón). Pero, a pesar de su éxito, nadie más se atrevió a crear un trabajo de ese tipo. A excepción de unos cuantos creadores independientes, pocos aprovecharon la influencia que podría tener dicha creación y así desarrollar más proyectos que mezclaran la cultura oriental con la occidental que rompieran las expectativas de los espectadores.
No fue sino hasta este año que un nombre conocido entre los fanáticos de la música indie se atrevió a incursionar en este terreno aún virgen. Ezra Koenig, vocalista de Vampire Weekend y ávido usuario de Twitter, decidió crear el primer anime de la nueva era, pero a diferencia de Avatar, ignoró toda la influencia oriental y optó por presentar una historia absolutamente millennial que mezcla lo absurdo de la mentalidad adolescente actual, la superficialidad de un mundo donde las clases sociales están claramente delimitadas y los contenidos de su fantástica mente, donde residen extraños personajes, romances poco probables e historias tontas con poderes mágicos.
Llamada Neo Yokio, está protagonizada por las voces de Jaden Smith, Jude Law y otro par de nombres famosos del mundo del espectáculo como Susan Sarandon y Jason Schwartzman. Situada en una ciudad que es Nueva York y Tokio a la vez, presenta un futuro alterno en el que los Magos del viejo continente protegieron a Neo Yokio de fuerzas sobrenaturales, ganándose un alto estatus dentro de la sociedad de ese Universo. Smith interpreta a Kaz Kaan, un joven descendiente de esos Magos, quien atraviesa una depresión superficial después de ser abandonado por su novia y debe enfrentarse a algunos demonios sin dejar de lado su vida de lujo y sus problemas del primer mundo.
Neo Yokio es un trabajo peculiar porque, aunque está inspirado en los animes tradicionales, no se adhiere a ninguno de ellos y, de hecho, se burla de todas las convenciones de las creaciones japonesas. Establece a un protagonista que no es completamente agradable, aburrido, superficial, soso y en extremo antipático (tal como Jaden Smith) y establece su mundo con elementos reconocibles para los millennials más jóvenes: un interés desmedido por la cultura capitalista, la importancia del estatus social y las estupideces por las cuales se interesan en su día a día.
Aunque para algunos podría parecer demasiado molesto o tonto, una vez que la historia parte podemos ver un lado más profundo; un análisis y una deconstrucción de esa mentalidad mediante el análisis del contexto cultural. Sí, en un momento parece una serie de twits creados por Koenig, burlándose de los hipsters y los nuevos adolescentes, pero una vez que nos acostumbramos a la horrible interpretación de Smith con un estilo deadpan y a la exageración de nuestra vida diaria, podemos ver que de verdad tiene algo que ofrecer.
Claro, la serie aún está lejos de trascender como lo hizo Avatar, especialmente porque usa la animación japonesa como si aún fueran los años 70 (culparíamos a la empresa productora que, de hecho, es nipona) y por simplificar en exceso las expresiones o los elementos que hacen del anime algo veloz y entretenido; sin embargo, la forma en que Koenig moldea a los personajes y les da un propósito (a pesar de no existir uno muy claro) apuntan a una nueva visión de este tipo de estilo cinematográfico y sirve como otro paso para que Norteamérica finalmente entienda las producciones japonesas (a diferencia de lo que han hecho con sus adaptaciones de productos orientales).
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Ezra Koenig sorprendió al mundo con su creación, pero al mismo tiempo demostró que aún falta un largo camino para lograr igualarse al estilo nipón de contar historias, especialmente porque Neo Yokio, a pesar de ser llamativa, resulta muy simple para aquellos experimentados con historias más complejas. Sin embargo, es lo suficientemente entretenida e irónica para seguir viéndola y esperar ver su evolución. El proyecto es, en espíritu, un trabajo indie, pero no sólo porque está vinculado a la música de Koenig, sino porque muestra una nueva forma de hacer las cosas, y aunque ahora nos parezca absurdo y simple, en el futuro podría convertirse en el segundo gran trabajo de anime norteamericano, justo después de Avatar.