Sólo la lente de Gabriel Figueroa fue capaz de capturar México, sus paisajes llenos de pasión, sus escenarios crudos y su majestuosidad a la máxima expresión lo hicieron dueño de una mirada privilegiada; además, fue el responsable de fotografiar 235 películas y marcar la Época de Oro del cine nacional. Aclamado por la crítica y la audiencia, su nombre quedó grabado para siempre en la Historia del Séptimo Arte.
Nació en la Ciudad de México el 24 de abril de 1907, desde muy joven se inclinó por el mundo de las artes, estudió pintura en la Academia de San Carlos y música en el Conservatorio Nacional. Pero fue hasta los 16 años que descubrió su verdadera pasión: la fotografía.
Sus primeros trabajos con la cámara los realizó en 1929 en un estudio fotográfico, y entró en el mundo del cine en 1932. Fungió como fotógrafo de fijas para la película “Revolución” del director Miguel Contreras. Poco a poco este disciplinado joven ganó notoriedad, por lo que con su gran talento obtuvo una beca para estudiar en Hollywood con el cinematógrafo Gregg Toland (director de fotografía de la mejor película de todos los tiempos: “Citizen Kane”).
Ese momento fue un parteaguas en su vida, los conocimientos adquiridos durante su estancia en Los Ángeles le ayudaron en su próximo proyecto de 1935, en el que por primera vez le otorgaron el título de Director de Fotografía para la película “Allá en el rancho grande” del director Fernando de Fuentes; su gran manejo de la estética y la composición, le valieron su primer premio en la Muestra Internacional de Cine de Venecia.
Con aquella película no sólo obtuvo prestigio, también comenzó a marcar su estilo. En 1943 realizó su primera colaboración de 24 que tendría con el director Emilio “El Indio” Fernández para la película “Flor Silvestre”, un drama ambientado en el México revolucionario. De esta manera sentó las bases de la estética que se utilizaría en la Época de Oro del cine mexicano. Capturó la elegancia de Dolores del Río y la gallardía de Pedro Armendáriz y sus encuadres exaltaron la belleza de los paisajes rurales. Y con la cinta “María Candelaria” se hizo merecedor del Premio Internacional de Fotografía en el Festival de Cannes de 1946.
Su trabajo fue un discurso visual, pues con gran elocuencia Gabriel Figueroa logró comunicarse con el público a través de poderosas imágenes. Jugó con el manejo de los claroscuros, los dramáticos close-ups, iluminaciones que conferían un halo de misticismo a los actores y encuadres que poseían una composición con altos valores estéticos.
En 1945 realizó otro de sus trabajos emblemáticos con la película “La Perla”, de nuevo hizo equipo con Emilio Fernández. En esta cinta encuadró los manglares de la región, y creó ambientes soberbios, como la escena que abre la cinta en la que observamos una utilización magistral de la luz natural, a erguidas y firmes mujeres frente al mar cubiertas por sus largos rebozos que contemplan la violencia de las olas. El resultado le hizo acreedor de tres premios internacionales en la categoría de fotografía, incluyendo el Golden Globe de 1949.
Gabriel Figueroa logró marcar un referente visual en el discurso nacionalista que predominaba en el cine de aquel tiempo, inmortalizó escenarios legendarios de México como Palacio Nacional, para una de las mejores películas de nuestro país: “Río Escondido” en 1947. Al conocer los ángulos y las profundidades le confiere al edificio un aura mística que nunca se había conseguido. Este drama también dirigido por “El Indio” Fernández y protagonizado por María Félix, tuvo locaciones desérticas, donde de nueva cuenta Figueroa transmitió gran dramatismo al mostrar la determinada pero frágil maestra de pueblo, dispuesta a cruzar el inclemente paraje con la intensión de llegar a cumplir su labor. Con los oscuros cielos, cargados de nubes, la tierra árida y la silueta femenina fueron los protagonistas de los cuadros.
En 1950 se produjo el inicio de otra sólida mancuerna que generaría producciones de alto nivel. Luis Buñuel dirigió “Los olvidados”, y Figueroa pudo ser capaz de reflejar lo más crudo de las calles de la Ciudad de México, esto hizo que la película se convirtiera en un clásico internacional que la elevó a la categoría de Cine de Arte. No olvidemos otro memorable trabajo que nos mostró en “Macario”, dirigida en 1960 por Roberto Gavaldón.
Responsable de un sin fin de proyectos cinematográficos, Gabriel Figueroa también fue cofundador del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica de la República Mexicana, fundador de la primera Academia de Estudios Cinematográficos y de la prestigiosa Academia de las Ciencias y Artes Cinematográficas de México. Su trabajo se extendió a Hollywood y colaboró en 1963 con el director John Huston, para la película “La noche de la iguana”; una historia de Tennessee Williams en la que Figueroa logró captar la belleza de Ava Gardner, enmarcada con los paisajes naturales de Puerto Vallarta. De nuevo, su destreza al momento de trabajar, le merecería una nominación al Oscar por Mejor Fotografía en 1964.
Sin duda, el legado gráfico que dejó Figueroa en México en invaluable. Murió a los 90 años el 27 de abril de 1997, pero fue un verdadero monstruo del celuloide que dictó cátedra, y como dirían muchos expertos “creó una dialéctica visual” que ayudó a generar los grandes mitos del cine. Ganador de más de 50 premios alrededor del mundo, contando el Ariel de Oro y múltiples homenajes en festivales internacionales, nos legó regalos eternos que llevaremos siempre en la memoria visual de México.
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La Época de Oro fue una de los periodos más importantes para el cine en México, y gracias a las siguientes películas de culto fue que se definió el cine mexicano. Y si tú también eres de aquellos que odia el cine nacional, debes leer estas razones para saber por qué lo detestas tanto.