Por Fernanda Guzman
México es uno de los grandes productores de cine en Latinoamérica, y las historias de ficción siempre fueron las preferidas para llevarse a la pantalla.
Hasta hace cinco años, el género de cine documental era poco explorado por los realizadores y poco conocido por los espectadores. Su producción era intermitente y había ocasiones en las que pocos proyectos de cine documental pasaban de post-producción.
Afortunadamente en 2015 la situación cambió, no sólo en México, sino en el mundo; el cine documental comenzó a tomar fuerza, y se considera que hoy estamos viviendo el boom de la producción documental en nuestro país. Esto se debe a que el género documental no sólo investiga, explora y expone historias de la vida real, también innova el lenguaje cinematográfico con menos recursos que las grandes producciones. Pero su mayor virtud es la manera en la que denuncia.
En palabras de la directora Tatiana Huezo, ganadora del premio Ariel al Mejor Cortometraje Documental 2016 por “Ausencias”: “El cine nos permite acercarnos a las personas y alejarnos de las cifras, y de este vómito y este vorágine de información que lo único que hace es alejarnos de la percepción de la realidad”.
En ese sentido tenemos grandes documentalistas como Eugenio Polgovsky (“Mitote”, 2012; “Los herederos”, 2008; “Trópico de Cáncer”, 2004), Roberto Fiesco (“Quebranto”, 2013) y Adriana Trujillo (“Félix: autoficciones de un traficante”, 2011).
Sin embargo, este tipo de historias no llegan al público.
La pelea no es con las producciones nacionales de ficción que resultan más atractivas para el público, sino algo con lo que lidian ambas: la mala distribución de cine en nuestro país.
Los blockbusters hollywoodenses llenan las salas de cine y apenas queda espacio para el cine nacional comercial. Teniendo en cuenta este panorama, pensemos en el minúsculo espacio con el que cuenta el cine documental; se necesita un buen patrocinador para que producciones documentales lleguen a muchas personas, como fue el caso de “De Panzazo” en 2012, de Carlos Loret de Mola y Juan Carlos Rulfo.
Dicen que parte del problema es el poco interés de las personas; las empresas de cine necesitan filmes que sean rentables y por eso, en su mayoría, proyectan películas comerciales. Pero en 2008, “Presunto Culpable” de Roberto Hernández y Geoffrey Smith, recaudó casi 60 millones de pesos y se colocó, en su 4to fin de semana de exhibición, en el 2do puesto de mayor asistencia.
Entonces, ¿qué tan cierto es que los mexicanos no acudirán a ver documentales?
Muestras como el Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México y Ambulante (que es el de mayor alcance en el país) tienen siempre buenos resultados.
En 2015 Ambulante llegó a 101 mil 413 personas; aproximadamente 67 personas por proyección en todos los Estados recorridos, y se encuentra en proceso de tener presencia a nivel mundial.
El Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DocsDF), en nueve ediciones, ha tenido 328 mil asistentes.
Entonces, si hay público para producciones documentales y hay excelentes realizadores, lo que falta es la apertura de más espacios; no basta con los dos festivales antes mencionados. Es necesario poner estos proyectos en lugares donde la gente ve cine y eso es en las salas de exhibición.
Pero todo esto es un sistema que va nutriéndose de las partes que lo constituyen, pues para que los espacios se abran y la gente acuda a ver documentales es necesario que los realizadores no se extingan. Hay que impulsar el cine documental porque más allá de ser un trabajo estético, responde a situaciones que nos preocupan y que necesitan ser contadas.
La fundación Pedro Meyer en conjunto con Artegios, ofrece un diplomado especializado en la producción de cine documental, la convocatoria está por cerrar. Te invitamos a que cheques toda la información en la página oficial.
Te compartimos La página donde puedes ver gratis 6,143 documentales.