Eduardo López se lo topa en el aeropuerto, va vestido como ejecutivo y tiene alrededor de unos 50 años. El encuentro parece casual, y ese aparente desconocido quiere ser su amigo. “Aparente” porque muchas veces en la vida se habían visto, pero sin cruzar palabra. A partir de ahí no se lo quita de encima. A él no le interesa esa amistad, pero el enigmático sujeto lo persigue de manera un tanto amistosa, después se vuelve un individuo ambiguo, molesto, hasta que se convierte en un acoso, un hostigamiento.
Tal encuentro empieza a coincidir con decisiones difíciles que el protagonista debe tomar, como el encargo de la gerencia donde trabaja, que le pide un estudio para despedir empleados, para luego descubrir que ocupa el puesto de trabajo de una persona que fue tratada de manera injusta por la compañía.
—Mi marido no se había enfriado y usted ya estaba sentado ahí —le reclama la viuda, pues el exempleado había muerto de un “infarto fulminante”.
No siente que tenga responsabilidad en esos dilemas morales que se le presentan, pero no está tan seguro, menos cuando le pregunta al gerente si él tiene alguna responsabilidad en todo aquello, y recibe como respuesta “eso es algo que sólo sabe su conciencia”.
Mientras tanto, olvida regalos de sus hijos, es tentado por la lujuria, etcétera.
Quienes la hayan visto quizá ya recordaron el guion, se trata de la película “El corredor nocturno” (2009), dirigida por Gerardo Herrero, y protagonizada por Leonardo Sbaraglia. La historia original proviene de la novela del mismo nombre, publicada en 2009 por el escritor uruguayo Hugo Burel.
El título del filme, las primeras escenas, reiteradas con cambios en diversas partes de la película, tienen que ver con unas imágenes recurrentes en las que se ve a López corriendo en la casi penumbra citadina de Buenos Aires.
¿Por qué corre López? O, mejor dicho, ¿de quién corre?, ¿de qué quiere escapar? Cualquiera supondría que por salud. Pero eso sería una interpretación falsa, o casi. La gente no corre por eso, casi siempre hay otros motivos, aunque el de la buena forma física también esté incluido.
En este caso, las carreras de López por la noche parecen una analogía de su vida, por la que se desplaza sin saber bien qué es lo que sucede, ni cómo debe responder, pues a pesar de que desea portarse bien se encuentra con situaciones difíciles, tenebrosas, inmorales.
Pero también huye en la penumbra de su vida y su conciencia a las acciones poco éticas que empieza a realizar, se convierten en momentos intensos y desaforados de práctica atlética, en solitario por las calles de una ciudad que bien podría estar desolada, como su alma.
¿Qué tanto he colaborado en todo esto?, parece preguntarse. En tanto el perverso individuo que se ha convertido en su perseguidor parece comenzar a rodearlo con su poder, hasta el punto que un día lo alcanza mientras va corriendo y lo invita a unos tragos, López lo rechaza y entonces el agresor lo enlaza desde el coche con una cuerda y lo arrastra varios metros.
—Si no quieres se mi amigo, vas a ser mi perro… —le dice en esos momentos.
La víctima decide contratar a un detective para que investigue a su acosador, quien lleva por nombre Raimundo Conti (Miguel Angel Solá), pero hay mala suerte, el tal Conti asesina al investigador, un antiguo policía.
Después el gerente de la empresa donde presta sus servicios se suicida, y aparece Conti en la oficina de López para decirle que la empresa es de su propiedad, y que como su amigo tendrá todas las ventajas, pues lo va a nombrar como nuevo gerente. Como en varios otros momentos, lo adoctrina con tesis cínicas y mefistofélicas: “Si querés subir yo necesito tu aceptación, tenés que aceptar que la moral es un invento de los débiles, que vas a trepar, a pisar, a desplazar sin remordimiento, ni culpa alguna”.
El corredor nocturno no deja de correr, y aunque pareciera que eso no le ayuda del todo con la tensión, el miedo y las preocupaciones, de alguna manera podría ser lo que lo mantiene vivo en el camino, evitando otras acciones como el suicidio, las adicciones, la renuncia a su trabajo.
¿Pero quién es en verdad Raimundo Conti? ¿Existe en la realidad? Todo indica que en parte estaríamos ante una versión del honorable Mr Jekyll, y el perverso Mr. Hyde en la misma persona. En términos junguianos: es la sombra de López quien lo persigue. O en interpretación de la Cábala Conti sería “Satán”, “el oponente”, “el adversario”, “el ego”.
¿Qué hacer con el Conti que todos llevamos dentro? Jung aconsejaría integrar la sombra, reconocerla, y aprovecharla, le atribuye no sólo partes negativas, sino potencial de cambio, de transformación, de desarrollo.
En tanto en la citada disciplina espiritual de la Cábala el demonio es nuestro “doble de escenas peligrosas, cuyo trabajo consiste en asumir nuestro dolor, si tan sólo le dejáramos hacerlo”, pues es el propio Diablo que parece aleccionar: “No importa cuán bajo te he hecho caer tú tienes el poder de cambiarlo” (Yehuda Berg).
No les digo el final de la película, pero sí esta frase de Conti a su “amigo”:
“Sencillo, Eduardo, vamos a seguir corriendo…”.
Correr por la noche, rodeado de penumbras…
https://www.youtube.com/watch?v=0vPg7mbZucg
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Si alguna vez te has cuestionado sobre tu propia existencia, querrás conocer estas 10 películas que se preguntan lo mismo: el significado de la existencia humana. Además, esta cinta te demostrará que la vida es mejor si no se tiene sentimientos.