**Cuidado con los spoilers**
En un grupo de Facebook un usuario preguntó por qué la mayoría afirmaba que Blade Runner (1982, Ridley Scott) era una gran película si en realidad es muy larga y aburrida. Los tiempos han cambiado y lo que antes nos parecía glorioso, hoy quizás es convencional; lo más sorprendente es que algunas veces lo convencional nos pude parecer glorioso.
La historia de Blade Runner habla sobre un futuro distópico en el que existen humanos sintéticos, nombrados como replicantes, los cuales trabajan en las colonias humanas de Marte; sin embargo, cuatro de ellos escapan y un policía especializado de nombre Deckard es enviado a cazarlos. La cinta se trata de un análisis sobre diversos aspectos filosóficos y sociales. Se aborda la destrucción de la naturaleza, el espíritu privatizador de las grandes empresas, la descomposición social, la deshumanización y, sobre todo, lo importante de la trascendencia a la muerte. Al igual que los seres humanos, los replicantes sueñan con tener más tiempo de vida.
Esta historia está basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K Dick; el aspecto visual, la música, la extraordinaria belleza de Sean Young y la presencia de Harrison Ford, la convirtieron en un clásico a pesar de haber fracasado en taquilla. Si existe una cinta que cambió la percepción del cine fue ésta, e influyó de manera directa en todo el cine de ciencia ficción.
Sobre la adaptación cinematográfica se ha escrito mucho, se han realizado reediciones —como en un capítulo de The Big Bang Theory en el que se hace una broma al respecto: “Vamos a verla, es una nueva versión de Blade Runner”, “Ya la hemos visto muchas veces”, “Sí, pero esta tiene 10 segundos extras que la cambian totalmente”—, un piloto para televisión, y se encuentra dentro de la lista de las 10 mejores películas de la Historia. En estos tiempos en que prácticamente todo puede reciclarse, no es de extrañar que los “ecologistas” estudios de cine, decidieran realizar una secuela.
Blade Runner 2049 fue anunciada con bombo y platillo desde hace algunos años y se tardó en cuajar, pues la versión original es difícil de igualar. Dirigido por el hábil y hasta a veces un poco inspirado Denis Villeneuve (La llegada, 2016) y producida por Scott, el filme prometía ser digno de ver. En él se sigue el destino de Deckard luego de que pasaran 30 años de la original, así como la del nuevo Blade Runner “K”, y es asignado a la investigación del paradero de los huesos de una mujer que fueron encontrados después de la cacería de un androide, quien aparentemente murió durante un parto. Lo curioso del caso es que la osamenta resulta ser de una replicante.
En lo visual, la cinta resulta ser preciosista, a veces tanto como su predecesora. La presencia de Ryan Gosling, Ana de Armas y, por supuesto, Harrison Ford, entre otros, son un deleite. La realización es correcta y la fotografía del veterano Roger Deakins es espectacular e incluso, en ocasiones, como la de Jordan Cronenweth para la primera película. Hay muchos guiños de ojo al filme de base y la nostalgia hace que el espectador sienta que está frente a amigos que dejó de ver hace mucho tiempo. Pero el problema es que con el paso del tiempo sucede lo de siempre: cuando te encuentras con alguien después de años te das cuenta de que ya no se parecen en casi nada y hasta se vuelven caricaturas de lo que eran antes.
La anécdota es muy convencional, y no se cuenta nada nuevo. Tiene mucho de Niños del hambre, Matrix, Ghost in the Sheel, entre otras, que curiosamente también nacieron de las versiones originales. Los villanos no tienen ninguna motivación real, y para colmo uno de ellos es el sobrevalorado Jared Leto, uno de los actores más planos de la Historia y sin motivo aparente se ha convertido en uno de culto. Sylvia Hoeks, por su parte, realiza una replicante que no logra a convencer en su maldad y parece salida de cualquiera de las cintas de Terminator —incluso la T-X era mucho más interesante como personaje—. Si bien todo esto no resulta tan malo, sí hay un elemento que es todavía más grave; desde que aparecen los huesos que dan pié a la investigación, uno comienza a adivinar lo que sigue: si se trata de Rachel, si existe una esposa virtual, etc., y así hasta llegar al clímax. Aunque no resulta aburrida, por desgracia, si algo hizo de culto la anterior es que visita a Los Ángeles en el futuro y nunca se sabía qué pasaría, pues se sobreponía la poesía y la depresión de los personajes por sobre la acción. Otro aspecto que se pierde es que en la de 1982 se podía notar la cotidianidad de la población, lo que le daba mucha más vida a la cinta. En la secuela no se observa nada de esto, sino que la tristeza y la nostalgia del trabajo primario se remplaza por una frialdad que incluso llega a provocar pereza; pareciera también como si la película hubiera sido realizada por un robot, y no precisamente por un replicante.
Ahora bien, lo más sorprendente del caso ha sido la reacción de la crítica, que unánimemente se ha empeñado en decir que “es la primera vez que un filme comercial se eleva a obra de arte”, como si Lawrence de Arábia o Casablanca no fueran cintas comerciales. Muchos han visto en ella la “primera obra maestra de lo que va del siglo” —ahora tendremos que decirle adiós a David Lynch y su Mulholland Drive— y que está a la altura de la original. Son los mismos que se desgarraron las vestiduras al afirmar que Batman V Superman era pésima, mientras que se hincaban para alabar a Captain America: Civil War, a pesar de que los dos filmes son mediocres y repiten la misma anécdota. Es triste ver lo complaciente y poco analíticos que se han vuelto los críticos. Si algo caracterizó a la generación de analistas cinematográficos que volvieron de culto la opus magnum de Ridley Scott, era precisamente lo estricto de sus parámetros, lo serio de su oficio y, sobre todo, lo poco que importaba quedar bien.
Parece que los nuevos “críticos” son en realidad fanáticos glorificados que se olvidan que su misión es guiar al público y no quedar bien con los estudios. A quien ejerce la crítica no debe importarle si una cinta le gusta o no, sino lo recomendable que resulta. Aquellos días en los que personas como Nelson Carro o Jorge Ayala Blanco publicaban un serio y sostenido ensayo sobre una película ha sido sustituida por gritos y sombrerazos a diestra y siniestra. Como dice Roy Beatty al final de Blade Runner: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia”.
Gracias a Gigi por su ayuda para analizar correctamente este filme. Te amo.
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Conoce la teoría de Blade Runner que afirma que en la actualidad nos hemos convertido en autómatas carentes de sentimientos, lee más aquí.