Louis Garrel no es un nombre desconocido para el público español. Fue visto en “Un castillo en Italia” de Valeria Bruni Tedeschi, por ejemplo, o en el reciente biopic que Bertrand Bonello hizo de Yves Saint Laurent. Incluso se diría que es un rostro conocido por todos desde que salió en publicidad y se convirtió en uno de esos modelos con omnipresencia en los carteles de los centros comerciales.
Existe también otro Garrel no tan reconocible en España. Se trata de Philippe Garrel, su padre, quien llegó al cine en la segunda ola de la Nouvelle Vague, detrás de directores como Godard y Truffaut, y al lado de otros como Jean Eustache.
Aunque sus primeras películas tenían una estética experimental, en los 90 fue cambiando a la línea narrativa que vemos en sus últimas películas.
“La Jalousie” es una de las más recientes: en ella participa Louis Garrel, de quien hablábamos, e interpreta a un arquetipo masculino que va y viene en muchas de las películas de su padre. Se podría comparar su personaje con el de Lou Castel en “La naissance de l’amour”. Esta otra película de 1993, sigue esbozando la línea intimista que caracterizaría el cine del francés desde entonces y hasta hoy: sus extremados blancos y negros ya están presentes, y el vestuario cuidado, frío y elegante que llamaría la atención siempre.
Garrel sustituyó su tendencia experimental por una narrativa, pero la tensión entre lo figurativo y lo abstracto aún se adivina en obras más actuales como “Sauvage innocence”, en la que —al igual que en “Le Vent de la nuit”— las figuras humanas miran hacia el suelo o se ensimismas en tareas mecánicas (la preparación del café o del té, a cargo de Francine Bergé y Michel Subor en “Sauvage” parece un ritual) mientras la mirada del espectador vaga por las líneas compositivas del fotograma como lo haría delante de un Pollock.
¿Cómo justificar el valor de este cine? Philippe Garrel es un director que no tiene miedo a afrontar el amor como tema inabarcable en una sola película, pese a vivir en un contexto cinematográfico que insiste en mostrar este sentimiento o muy edulcorado o demasiado trágico. El significado que Garrel da al amor, al igual que Richard Linklater, pretende definir la vida misma. En su obra, el amor no se trata ni con la frivolidad de las sitcom ni con el retintín trágico de los dramas; es un amor lineal que surge, vive y finalmente muere.
Otro aspecto curioso es que esta evolución amorosa no esté representada cronológicamente, en el caso de “La naissance de l’amour “, el tiempo se altera entre el pasado y el presente para mostrar detalles de una vida anterior que se mezclan con los del presente. Ni los flashbacks ni las visiones de los sueños implican el uso de efectos especiales; la saturación de blanco y negro ha cambiado, pero en general, la fotografía de sus filmes tiene uniformidad, misma que invita al espectador a apreciarla y a buscar en los detalles que, aunque importantes, no aparecen subrayados.
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