Lo ideal sería que las diferencias —no importa de qué o entre qué— fueran únicamente una cuestión de criterio personal, así como del bagaje cultural y educativo de cada individuo. No obstante, los estándares, el canon y la industria se han encargado de establecer reglas que no hacen más que limitar el criterio y la creatividad. Piénsese la brecha entre el cine erótico y el porno, es uno de los ejemplos más claros sobre el tema de las “diferencias”.
Lo único que habría que salvar de esa eterna discusión es la perspectiva desde la que se parte; no faltará quien diga que el Marqués de Sade es literatura infantil ni quienes consideren al prolífico autor como demoniaco, todo depende del background individual. Más importante es lo que ambos géneros provocan, que es el objetivo de cualquier manifestación artística o hecha para el público. Ambos, el erotismo y la pornografía, están hechos para desbordar sensaciones. Lo demás es cosa de los snobs.
Hubo un tiempo en que la clandestinidad del cine pornográfico, en cuanto a realización y consumo, añadía más feeling a cualquier cinta. Pero la milagrosa “liberación sexual” terminó con eso. Sin embargo, más que la libertad de expresarse corporalmente en pantalla, se le añadió una serie de estereotipos y clichés cuyas dañinas reminiscencias estamos recibiendo. Está el caso específico de 50 Sombras de Grey; luego del estreno de la película hubo al menos tres muertes de adolescentes por querer replicar el sadomasoquismo que habían visto en pantalla.
Si volvemos al pasado nos podemos encontrar con que el cine pornográfico, especialmente el hecho en México, únicamente filmaba el proceso del coito. ¿Eso qué tiene de pornográfico? Para esta autora, nada; pero el resto del mundo no estará de acuerdo.
El amateur pornográfico mexicano rodaba las escenas explícitas con ayuda de actores bastante reales y las proyectaba en el anonimato de una pequeña sala o en una reunión de amigos, acto seguido —y siguiendo el patrón estadounidense— toda evidencia era destruida. Las imágenes de aquellos momentos que lograron sobrevivir son pobres y desenfocadas, pero un testimonio de los inicios de una de las industrias millonarias en el mundo.
En cuanto a los estereotipos y el daño que causan a las parejas del mundo real es algo lamentable. No obstante, si se piensa con detenimiento, ¿qué otra cosa se le puede añadir a la actividad sexual que resulte excitante y no esté ya entre todos los videos que circulan en Internet? Me atrevo a decir que ni el porno en realidad virtual será suficiente dentro de pocos años.
Quizá se trate de involucrar sentimientos y bajarle un poco a los gemidos y a los fetiches. ¿Recuerdan esa frase que en la cinta Nymphomaniac susurra la amiga a la protagonista?: «El ingrediente secreto del sexo es el amor».
Pero eso lo afirmo desde mi perspectiva, ustedes seguro tienen la suya.
*Las imágenes fueron tomadas del blog personal del fotógrafo José Luis cuevas, puedes consultar más de su trabajo aquí*
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