Tener 11 años, cursar el 5to de primaria y caer perdidamente enamorado de alguien es como estar flotando, es sentir por vez primera esas famosas mariposas en el estómago y que tanto ansiábamos experimentar. Es no saber qué te sucede pues no puedes vivir sin su aroma o su sonrisa, es un beso al que no sabías cómo responder. Y es que en un encuentro tan inocente como el ser pequeño y haber encontrado a alguien que motiva tus mejores pensamientos, se da cuenta de que el mundo en su inmensidad resulta tan pequeño y fácil de asir cuando estás junto a la persona indicada.
Puede sonar ridículo que un par de infantes se encuentren con la intención de no soltarse de las manos, pero aquellos que lo vivimos, sabemos que probablemente sea el romance más puro que jamás se haya tenido o una de las experiencias más desconcertantes en la vida. Sentir que el universo puede adquirir un nuevo orden y que la tiranía de los adultos puede ser derrocada por un amor más hermoso que el de Romeo y Julieta es la clave para una situación así.
Siguiendo este precepto, es que se posibilita la obra fílmica “Moonrise Kingdom” de Wes Anderson, la cual se enfoca en dos niños, Sam y Suzy, que tropiezan con el amor y hacen lo imposible por permanecer juntos experimentándolo por el resto de los tiempos; la historia es el retrato fiel de una edad en que todo se puede y en que el desconocimiento no causa estragos a la hora de decidir. Rasgos que hacen de esta película un enorme álbum de diálogos mágicos que retratan a la perfección lo que significa querer huir con quien amas bajo la ilusión de poder vivir de besos y aire limpio en un reloj que no tiene manecillas…
“Admito que sabíamos que íbamos a tener problemas. Esa parte es verdad. Sabíamos que la gente estaría preocupada. Y aún así huimos de todos modos. Sin embargo, algo también sucedió, que no lo hicimos a propósito. Cuando nos conocimos mutuamente, algo nos pasó”.
(Sam)
“Querida Suzy, tienes una voz magnífica. Tú fuiste mi animal favorito en la función y por mucho”.
(Sam)
“Querida Suzy: he tratado duramente de hacer amigos, pero siento que a la gente no le gusta mi personalidad. De hecho, puedo entender el por qué no…”
(Sam)
“-Uh… ¿Puedes darme un beso francés?
-Creo que sí. ¿Hay algún secreto para ello?
-Las lenguas se tocan entre sí”.
(Sam y Suzy)
“Estamos enamorados. Sólo queremos estar juntos. ¿Qué hay de malo en eso?”
(Suzy)
“No puedo ofrecerles una unión legal. Esto no se puede sostener ante el estado, el condado o, francamente, cualquier tribunal del mundo, debido a su edad, falta de una licencia y la falta de permiso de sus papás. Pero el ritual conlleva un importante peso moral, dentro de ustedes mismos. No se puede tomar esto a la ligera. Mírenme a los ojos. ¿Ustedes se aman?”
(A Sam y a Suzy)
“Por si acaso se trata de un suicidio o nos capturan y nunca nos vemos más, sólo quiero darte las gracias por haberte casado conmigo. Estoy contento de haberte conocido, Suzy”.
(Sam)
“Ella es mi esposa ahora”.
(Sam)
” – Te amo, pero tú no tienes ni idea de lo que estás hablando.
– También te amo”.
(Sam y Suzy)
Con un amor así, cuando se es joven y parece que nada más importa, perderse en la inmensidad de un abrazo o en la ternura de la compañía es el primer paso para ayudarnos a ser quienes de verdad somos y hallar esa llama que nunca debe de extinguirse.
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