Basada en la comedia musical de 1973, The Rocky Horror Picture Show se estrenó en el año de 1975 como un fracaso rotundo: odiada por los críticos e ignorada en gran parte por las audiencias, la película musical sobre amor propio y liberación sexual no fue bien recibida por casi nadie en su primera corrida en cines; sin embargo, ha adquirido distintos valores en varios momentos hasta llegar a hoy, que se ha consolidado como un clásico de culto que ha influenciado enormemente a la cultura popular occidental.
La historia de la película es absurda, sin embargo, su espíritu y encanto han perdurado por una serie de razones que se conectan y dan un nuevo valor a lo que en algún momento se consideró como desechable.
Rocky Horror cuenta la historia de los recién casados Brad (Barry Bostwick) y Janet (Susan Sarandon) que, después de que se les descompone su auto, buscan refugio en una mansión; al entrar descubren que se está realizando en ella una reunión anual de científicos en extraños vestuarios y con actitudes grotescas e inusuales y son recibidos por el dueño de la casa, el doctor Frank-N-Furter (Tim Curry), un científico loco que en realidad es un alienígena travestido originario del planeta Transexual en la galaxia de Transilvania, que está generando su propia criatura: Rocky, un hombre rubio y musculoso que se pasea semidesnudo y, se supone, satisfará sus necesidades sexuales. Esto desencadena un musical absolutamente irracional y descabellado en el que Frank N-Furter seduce tanto a Brad como a Janet para explorar su sexualidad con él. La naturaleza poco convencional de la trama puede ser un factor que alejó a los públicos en un inicio de las salas de cine; sin embargo, fue este factor el que lo catapultó pronto como un clásico de culto.
Fue un ejecutivo joven de la 20th Century Fox el que, ante el fracaso comercial y crítico de la película, vio el potencial de la historia de convertirse en un clásico de medianoche de la misma forma que lo era en aquel momento la película Pink Flamingos, del cineasta John Waters. Así que en 1976, tres años después de su lanzamiento original, empezó la corrida comercial de Rocky Horror -como los fans abrevian el título de la película-, convirtiéndola hasta hoy en la película que más tiempo en la historia ha pasado en cartelera.
En un artículo para The Atlantic, Katharine Schwab sintetiza el proceso de evolución de Rocky Horror de la siguiente manera: durante las últimas cuatro décadas, la película pasó de ser un musical fallido en cines a un fenómeno underground, para después ser un revolucionario ritual coming-of-age y, finalmente, catapultarse como un éxito del mainstream, todo esto gracias a los fanáticos que hasta hoy siguen inundando en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, las funciones de medianoche.
Para comprender el fenómeno debemos detallar con mayor precisión en qué consisten dichas funciones y cómo es que se llegó a ellas. Inicialmente, simplemente se mostraba la película a la medianoche en cines, dirigida a audiencias específicas que disfrutaban de películas con contenido transgresor y poco convencional; sin embargo, el presidente del National Fan Club, Sal Piro, cuenta que un grupo de espectadores asiduos a la película comenzaron a asistir semanalmente a verla y, apoderándose de la sala, se memorizaron las líneas, comenzaron a repetirlas en voz alta, a gritarle y chiflarle a sus personajes favoritos, abuchear a los villanos e incorporar chistes a la rutina de ver la película, creando una especie de guión para fans que posteriormente se convirtió en la manera más común de ver la película.
Esto no fue todo, la participación del público fue tal que una nueva tradición inició: el shadow cast, un grupo de actores amateur que hacen pantomima de la película frente a la pantalla mientras se proyecta. Los fanáticos más intensos de Rocky Horror empezaron a prepararse no solamente para ver la película o participar de ella desde su butaca, sino que mandaron a hacer sus vestuarios, aprendieron a maquillarse como los personajes, memorizaron los diálogos, las coreografías y las canciones e interpretaron los papeles frente a un público de otros fans que cada semana acudían a vivir la experiencia de la película de maneras distintas.
Tom Brook, articulista de la BBC, resalta la importancia de la participación del público como parte de la experiencia integral de la película y dice que parte del fenómeno del cine de culto es el carácter obsesivo de los fanáticos; otra característica que menciona el autor sobre las películas de culto es su carácter transgresor: son atractivas para los outsiders, aquellos que se sienten -quizás sería mejor decir, nos sentimos- fuera de lo común.
Si bien lo anterior ha ilustrado cómo se convirtió a Rocky Horror en un fenómeno underground, ¿de qué manera llegó al mainstream? En los últimos años los paradigmas culturales se han movido hacia una mayor aceptación de la diversidad y la apertura sexual, con grandes avances en el reconocimiento de las libertades de la comunidad LGBT+ y una mayor frecuencia en la afiliación de las personas hacia la fluidez de género, así como a las manifestaciones alternativas de éste como los shows drag y el travestismo.
Esto lleva a afirmar que “vivimos en el mundo que Rocky Horror creó”, en el sentido que las audiencias jóvenes que se acercan a la película ven cada vez menos extraño y radical el mensaje de aceptación y extrema libertad sexual presente en la trama, ya que se asemeja más a su realidad cotidiana. Esto lo ha convertido de una subcultura radical a un producto del mainstream, un referente cultural compartido por muchos que es disfrutable para un público más amplio.
¿Cómo se manifiesta esta nueva etapa del fenómeno Rocky Horror? Las salas de cine siguen llenas, en gran parte aún por fanáticos obsesivos compuestos por integrantes de la comunidad LGBT+, drag queens y amantes de la cultura gay de los 70 y 80; pero ahora también de turistas curiosos, jóvenes y adultos en busca de nuevas experiencias de diversión, gente que ha escuchado de la película por las múltiples alusiones que se hacen a ella en la cultura popular contemporánea.
Y es que Rocky Horror empezó a estar en todos lados y el producto empezó a ser explotado por cadenas televisivas como Fox y HBO. En 2010, la serie Glee en su punto más alto de popularidad lanzó un episodio en el que los personajes principales interpretaban en su escuela este musical en escena, y se lanzó un popular álbum en el que el elenco de la serie interpretaba prácticamente completo el soundtrack original de la película. De igual manera, la película ha sido referenciada en series como Los Simpsons, That 70’s Show y American Dad, así como en películas de distintos géneros, la más reciente The Perks of Being a Wallflower, en el que los protagonistas van a ver una función de medianoche de Rocky Horror y participan como parte del shadow cast.
En 2016, para celebrar el 40 aniversario de la película, la cadena Fox lanzó un remake para televisión titulado The Rocky Horror Picture Show: Let’s do the time warp again! Aunque la película no fue un éxito rotundo ni con críticos ni con el público, varios elementos llaman la atención de este refrito: el papel del doctor Frank-N-Furter, originalmente interpretado por el actor Tim Curry, esta vez fue otorgado a la actriz transgénero Laverne Cox, dándole un sentido aún más contemporáneo y transgresor el personaje, adaptando el mensaje a la actualidad. Por otro lado, se integró como parte de la estructura narrativa escenas de fanáticos viendo la película en una función de medianoche: una especie de metacomentario que confirma lo que alguna vez dijo el afamado crítico Roger Ebert, que Rocky Horror, más que ser una película, es un fenómeno social de larga duración en el que los fanáticos hacen un show más emocionante que cualquier cosa que suceda en la pantalla.
Ante las nuevas maneras de ver la película, como el streaming por internet, algunos fanáticos mostraron preocupación sobre si la experiencia se perdería y con ello la obsesión de culto por esta película. Sin embargo, lo que ha resultado es todo lo contrario, aunado a que las funciones de medianoche siguen llenas y fanáticos desde la temprana adolescencia se siguen obsesionando con la película y todo lo que se ha creado alrededor de ella, este sentido de comunidad se ha expandido a lo digital. Lo más positivo de esta era digital no es exclusivamente que se generen comunidades en línea en torno a Rocky Horror, sino que estas estimulen a los usuarios a buscar las experiencias que enamoraron al público originalmente. Después de todo, cuando Glee hizo el episodio, las funciones de medianoche se llenaron por dos meses consecutivos.
Y es que la presencia en línea es muy sólida, basta una simple búsqueda en Google para encontrar miles de resultados; tan sólo con teclear las palabras “rocky horror”, el buscador en 0.65 segundos devuelve aproximadamente 704 mil resultados, entre los que se encuentran contenidos de diversa índole. Sitios de altísima popularidad como Buzzfeed, principalmente visitados por públicos adolescentes y de adultos jóvenes, tienen contenidos generados por articulistas y por usuarios que adaptan el mensaje y demuestran lo que dice el teórico de la comunicación Henry Jenkins al hablar de la cultura residual, que los fans resignifican los textos mediáticos y depositan un alto interés emocional en ellos.
A esto se suma la gran cantidad de grupos y páginas en redes sociales, específicamente Facebook, que se dedican a concentrar fanáticos y generar contenidos para ellos y, sobre todo, entre ellos. La página oficial de la película, administrada por la cadena Fox, tiene 1.5 millones de seguidores, sin embargo, también abundan los fan clubs que agrupan a miles de fanáticos que generan memes y comparten artículos y videos, así como objetos vintage en venta en eBay. En estos casos lo residual se convierte en lo emergente, y objetos generados hace 40 años adquieren un nuevo valor al ser presentados actualmente; la interacción entre los fans es irreverente y constante, imitando el tono de las comunidades que aún se reúnen en las funciones de medianoche.
El fandom de Rocky Horror se ha configurado como una entidad trasnacional que entra tanto en lógicas de mercado como en otras no motivadas por intercambios comerciales, sino por un reconocimiento de los intereses propios y comunitarios y una conexión emocional con los contenidos que giran alrededor del producto mediático. La identificación de los usuarios con el mensaje de la película, sus canciones y los textos creados alrededor de estas ha prevalecido a lo largo de la historia y se ha enriquecido de la posibilidad de compartirse por distintas vías sin importar la ubicación o el medio.
Es el caso de un contenido que desde el inicio es atípico y, en una época donde no se estimulaba la participación del público, logra que esta se presente de forma inusual y exacerbada. Es un fenómeno mediático que no tiene nada que se asemeje a una cultura pura, sino que es un cúmulo de referencias a muchas cosas: los filmes de ciencia ficción, la cultura LGBT+, los movimientos de liberación sexual, iconografía punk y glam y muchos otros que, por alguna razón, resonaron con una gran cantidad de personas; especialmente aquellos que se sentían como incomprendidos, freaks en busca de un producto que les hablara en su idioma y les contara cosas que les hicieran sentido.
Articulistas de distintos portales comienzan sus artículos compartiendo su experiencia personal con la película y todas sus narraciones tienen un elemento en común: la sensación de estar encontrando un tesoro escondido, un lugar en el que al fin se sintieron seguros ante la realidad amenazante y excluyente del mundo real. Eso ha llevado a los públicos a formar comunidades que, contrario al miedo inicial, no se han perdido, sino que se han fortalecido ante las plataformas digitales.
Las comunidades resignifican lo viejo, vuelven a visitar lo olvidado y lo hacen suyo; quizás nadie volverá a vivir Rocky Horror igual que los que asistieron a aquellas primeras funciones, pero la experiencia se preserva de otra manera: transformada, distinta, recreada.
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