Tener relaciones sexuales a cambio de dinero es el ejercicio al que llamamos prostitución, la mayoría de los mexicanos conocemos el concepto y su definición, así que dejando de trillar el significado de esta palabra, quisiera más bien sembrar el análisis sobre el que un ser humano es capaz de obligar a otro a prostituirse.
*Un breve recorrido por la prostitución en México
El acto de obligar a otra persona a ejercer o realizar algo que no desea o con lo que no esté de acuerdo, es un crimen, bajo ninguna circunstancia es posible que el hecho de someter a una mujer u hombre, sin importar su edad, origen o condición, sea permitido, legalizado, correcto, autorizado, normal, humano. Todo lo contrario, orillar directa o indirectamente a una persona a que practique la prostitución sin su consentimiento o autorización, es el abuso más inadmisible del que se puede ser víctima.
Inhumano, inconsciente, criminal y animal, esa sería la breve descripción del “raciocinio” con el que actúa alguien que obliga a otros a mantener relaciones sexuales o cualquier otra actividad a la fuerza. Y entrecomillo raciocinio porque partiendo del significado de la palabra “razón”, que además nos separa del instinto animal, lo que define a esta exclusiva característica humana, es la capacidad de discernir entre lo correcto y lo que no lo es.
Social, ético-moral y lógicamente hablando, lo correcto sería nunca actuar con dolo, jamás llevar a cabo nada que lastima o interfiera con el bienestar, en todos sentidos, de otro ser humano. No somos animales en la cadena alimenticia que necesitan de presas a las cuales devorar para su supervivencia, no tenemos ningún tipo de jerarquía salvaje en la que el más fuerte muerde al más débil para conseguirse el respeto y sumisión de los demás integrantes de su especie, no necesitamos la vida de otro para salvar la nuestra, no como un mamífero.
Sin embargo, así actuamos, vergonzosamente y a pesar de poseer la capacidad de razonar, continuamos oprimiendo al otro. Prueba de ello son la prostitución y trata de blancas, a través de las cuales se obliga a cientos de mujeres y menores de edad a ser esclavas sexuales en cautiverio, que clandestinamente y bajo amenaza, se prostituyen todos los días, no para su beneficio económico ni el de sus familias, sino para el provecho de su padrote o madrota. Nombres coloquialmente utilizados para denominar a quien describo en los primeros párrafos y aunque no son el único eslabón de la cadena que ata a estas martirizadas al lenocinio que concluye en prostitución, sí son los que ven por un largo periodo de tiempo los ojos, las bocas, los cuerpos de quienes obligan a someterse a ser violadas, golpeadas y humilladas por hombres que también forman parte de este cuento de terror.
Este terror es el que David Pablos dirige para mostrar el lado más obscuro de la prostitución y la trata de blancas al norte de México. El 8 de mayo de este año, Netflix lanzó el largometraje “Las Elegidas”, que basado en la novela homónima de Jorge Volpi, llena la pantalla durante una hora y 50 minutos con el retrato crudo y cruel que era necesario para entender el problema de manera muy personal, sentir tan sólo la más mínima parte del sufrimiento que todas estas mujeres y niñas viven día tras día al ser las elegidas.
*Películas que muestran el lado más crudo de la prostitución
La obra maestra de Pablos comienza con amables escenas de una niña —en toda la extensión de la palabra— de tan sólo 14 años que tiene una relación con Ulises, un chico mayor que ella, quien trata de seducirla para tener relaciones; después de no muchos intentos, él no logra su objetivo y amablemente desiste de besar y acariciar a Sofía, ritmo con el que la secuencia de esta cinta va llevándonos lenta pero interesantemente al clímax de la problemática.
En distintos cortes vemos retratada con una particular fotografía la historia pueril y aparentemente verdadera que ambos adolescentes disfrutan. Ulises siempre un tanto reservado, Sofía un poco retraída, mismas características de los diálogos que para nada son necesarios dentro de esta reproducción.
Un paseo de risas sobre una bicicleta, una tarde tranquila sobre una rocosa playa de Tijuana y otras escenas hermosas pero melancólicas por su paleta de color, su escasez natural y su paisaje olvidado. La pauta que esta película nos marca para dividir el fragmento que desencadenará la pesadilla de Sofía, es la comida familiar a la que Ulises la invita. Un padre más curioso de lo normal, una madre benevolente, un hermano cariñoso, y en conjunto, una familia con historias basadas en la unión despierta en los ojos de quien los estudia un sobresalto que nos hace preguntarnos: ¿Entonces qué pasa con Ulises?, pues el modelo familiar casi perfecto que estos tres integrantes intentan pintarle a Sofía, es extrañamente el opuesto al que imaginaríamos que tendría el novio de la protagonista.
Evidentemente porque se trata de una mentira, una mentira enferma y vil; a partir del encuentro que Ulises propicia para que Sofía conozca a los que serán sus captores, él trata, por todos los medios, de ayudarla a escapar, pues el remordimiento, la culpa, el miedo y una extraña formar de amor lo llevan a impedir el mismo plan para el que él mismo se acercó a Sofía.
Previsiblemente, no logran avanzar más de unos cuantos kilómetros para confesarle sus intenciones a la que al principio engañó y de la que sorpresiva e involuntariamente se enamoró, decirle que todo se trataba de una mentira hiriente con la intención de engancharla, para posteriormente llevarla al infierno que se cocía en la misma Tierra.
Cuando Sofía comprende la realidad, acepta intentar alejarse junto con Ulises del mal que le pisaba los talones, tratando de evitar su devastador y premeditado final. Pero ellos fallan, Sofía es secuestrada por el propio padre y hermano del chico, quien cumple como chivo expiatorio en esta jugada.
Lo que continúa la cinta no es más que el desagradable e incomprensible proceso por el que Sofía tiene que pasar para llegar a su primera fornicación con un hombre que demanda sus servicios como prostituta.
De una manera inteligente, estridente y meramente auditiva, el director incluye más de 40 encuentros sexuales que la penúltima integrante de las elegidas, Sofía, tiene con hombres de todo tipo. Es suficiente admirar el rostro desorientado, sin esperanza, casi muerto, de la exvirgen que llegó a enfrentarse de la manera más horripilante al mundo sexual del ser humano, uno muy tergiversado en esta concepción sobre la que se rige la prostitución. Todo para darnos cuenta del horror que de manera traumática nos hace creer que hasta cierto punto sus ojos ya no ven, sus oídos ya no escuchan y su cuerpo ya no siente.
Como un muerto en vida, Sofía se encuentra sentada y al fondo se ve una pared amarillenta sobre la que rebotan los gemidos, gritos y toda clase de expresiones sonoras placenteras que los “clientes” de esta sexoservidora exteriorizan. Las voces y sonidos guturales, más el conjunto de sonidos físicos inevitables que resultan de un coito agresivo con la adolescente, son el par que nos transporta a este espacio de agonía, sin dejar ver nada más que a ella recordando el acto sexual y traumático, o simplemente a su expresión pausada sobre un banco en el que la vemos padecer sin lágrimas, sin palabra alguna, pero comunicando el sufrimiento que la amarra en cuerpo y alma por medio de cada poro de su piel.
Los eventos posteriores durante el desarrollo del largometraje se basan en intentos fallidos para salir de la jaula de abuso y sufrimiento dentro de la que se encuentra por parte de Ulises, un hombre que finge ser un cliente para comunicarse con Sofía y ayudarla a escapar, la madre de la protagonista y ella misma. Y aunque aparentemente no resulta tan complicado salir de ahí, Sofía se detiene al saber que su familia, conformada por su madre y su hermano menor, estarán en peligro desde el momento en el que ella ponga un pie fuera de la casa donde estos actos injustos y lascivos ocurren.
Como ella, las otras mujeres —que no suman más de diez— también tienen diversos motivos para no salir de ahí, así como para llegar por su propio pie, iniciar la rutina en la que se desvisten y arreglan para comenzar a trabajar y salir todas la noches a tomar la misma camioneta que las lleva, al final de todas su jornadas laborales, a sus respectivos cuartos dentro de un compilado de departamentos que no cuentan con más que un colchón sobre el suelo, una estufa de gas portátil y un par de cobijas.
Y como si fueran poca cosa la temática, la fotografía, los recursos o la interpretación de cada personaje, en “Las Elegidas” no existe ningún final próspero, menos la posibilidad de libertad. La manera en que esta película retrata la prostitución es tan textual y salvaje, que olvidamos por muchos momentos la otra cara de la moneda: ¿Qué viven estos autores de la esclavitud, cómo soportan el pesar de tantas muertes en vida, quién o qué los llevó hasta donde hoy toman, como gallinas en el corral, a estas mujeres que han imposibilitado a salir de ese agujero?
El despojo de tu dignidad es eso, imposibilitarte de todo lo que antes eras capaz, con las humillaciones se van tus fuerzas, con los abusos las ganas de vivir y justo esa reflexión es con la que los ojos de Sofía gritan cristalinos en la escena final de “Las Elegidas”.
Cerrando con una perplejidad asombrosa, Sofía es “rescatada” por Ulises, quien a modo de trueque, repitió la metódica conquista con la que atrapó a su primera víctima para así intercambiar la muy extraña libertad que desea darle a la niña de la que realmente se enamoró, exigiendo que la saquen para siempre de la casa donde es prostituida a cambio de la que tomaría el lugar que Sofía, quien ya había llenado la vacante los días suficientes como para sentirse de lo más ultrajada y herida, desde lo más superficial de su ser hasta la parte más púber de su alma.
Encasille en comillas la palabra rescatada, porque más bien se trata de otro tipo de esclavitud —que Ulises entiende como libertad—, pues qué tiene de soberano el acto de subirse a una camioneta para salir del lugar en donde se le explotaba sexualmente y después tomar otro automóvil que la llevará con las mismas personas que la dejaron en donde las horas no significaban tiempo, sino dolor, y ahí es obligada a tomar un paseo sobre un pedazo de tierra en el que la hacen venerar al hombre que le dio una segunda oportunidad.
Oportunidad que dista de la vida, porque después del espinoso párrafo que el destino de Sofía había escrito para ella, esa no se trataría de otra oportunidad, sino de una injusticia más.
“Las Elegidas” es la puesta en escena que después de pararnos del sillón sobre el que nos atrevimos a terminar, nos hace preguntarnos si las elegidas eran a quienes un dedo —como el del diablo— había señalado para que una vez más, el único motivo por el que nos llamamos humanos, haya sido abandonado. Por lo que desgarradoramente tomamos esta película, que no pertenece bajo ningún elemento al género ficción, como el montaje de algunos de los días en los que muchas como Sofía, se despiertan para entrar al agujero más oscuro del que casi ninguna podrá salir.
Esta no es la única obra maestra por la que vale la pena hurgar en esta plataforma, pues también hay excelentes Documentales en Netflix que debes ver antes de que los quiten o si prefieres algo no tan largo, elige una de estas 28 películas que puedes ver en Netflix en menos de 120 minutos.
