Basta con saber que la película más triste del anime está basada en una historia real. Esta cinta, además de ser una profunda y desgarradora pieza cinematográfica antibelicista, se trata de la vía más efectiva para hacerte llegar a la catarsis en pocos minutos. Cada escena dentro de este filme japonés se divide entre lo bello y lo devastador; cabe mencionar que el cuadro que abre este largometraje es el de un joven agonizando de hambre, mismo que tuvo que enterrar a su propia hermana menor días antes.
A pesar de que esta obra cinematográfica es una animación de típica estética oriental, este drama es más puro que muchos guiones taquilleros. Esta experiencia audiovisual es cruel y sincera, pero no sólo por su temática bélica, sino por lo apegada que está al sufrimiento real que –durante los conflictos armados– viven cientos de personas.
“La tumba de las luciérnagas”, filme de Isao Takahata, es extrañamente perfecta. Esta retrospectiva animada –resultado de la magia de los Estudios Ghibli– ha hecho colapsar a todo el que le ha visto, pues la mente y el corazón no puede mostrarse indiferente ante un montón de escenas tiernas rodeadas de sangre, muerte y dolor. Verla cuando se tiene el corazón roto es como verter alcohol sobe la carne viva; arde, quema y duele, pero también curte.
El recurso de lo explícito y lo crudo es lo que llevó a esta animación a convertirse en la más deprimente del anime. Por otra parte, saber que la historia es una reconstrucción audiovisual de la novela de Akiyuki Nosaka –quien creó esta narración en 1930, a partir de sus tristes y complicadas vivencias– es desolador. ¿Qué tanto estarías dispuesto a hundir tu corazón roto en esta película?
Contexto
Por sí sola, la guerra es monstruosa y deprimente; ésta fue, es y será el reflejo de la decadencia humana en su máxima expresión. “La tumba de las luciérnagas” se ubica justamente en la diégesis de la Segunda Guerra Mundial (1945), en Japón. Durante este conflicto la aviación estadounidense somete a las ciudades japonesas a continuos ataques aéreos que, por supuesto, convirtieron la ciudad de Kobe en un infierno humeante.
Quienes guían esta cinta son Seita, un niño de 14 años, y su hermana pequeña Setsuko. Ambos presentan esta historia a través de flashbacks que terminan convirtiéndose en una pesadilla después de la muerte, a través de la cual, conocemos la hiriente, injusta y corta vida de dos víctimas de la guerra.
Estética
Un corazón roto no podría sentirse más abatido que a través de la paleta de color en cada cuadro de este filme, así como a partir de las expresiones de sus personajes. A pesar de tratarse de animaciones, en cada close up los ojos de los protagonistas nos transmiten una angustia desesperanzada y conmovedora. Pareciera que dentro de este universo las sonrisas son a penas un recuerdo y eso hace que el espectador se frustre y acongoje minuto a minuto.
Lenguaje audiovisual
Las tomas panorámicas en las que los personajes principales se observan diminutos, indefensos, vulnerables y –por lo tanto– siempre en peligro, forman parte importante de este largometraje. Por otro lado, la composición de muchos cuadros es, además de hermosa, intrigante; Takahata hace que –a pesar de lo trágico– el observador siempre quiera saber qué hay más allá. Es raro ver una contrapicada que muestre victoriosos a los protagonistas de esta historia semificticia, además de que la mayoría del tiempo los vemos agotados, confundidos, desaliñados y –finalmente– rendidos antes su mortal realidad.
Mensaje
Es claro que la creación de esta animación tiene un fin antibelicista, pero las lecciones de vida de este guión trascienden la guerra, el poder y la muerte. De hecho, “La tumba de las luciérnagas” habla de ese amor incondicional que viaja a través de la vida y la muerte, para transmutar en algo más: esperanza, inocencia, eternidad, paz, solidaridad u optimismo.
Recursos
Más que referencias cinematográficas, lo que la tercera cinta de los Estudios Ghibli plasma en la pantalla son diversas secuencias en las que se intenta reflejar la parte más humana del hombre, misma que no se pierde ni siquiera durante la guerra. Por ejemplo, secuencia en la que Seita resguarda la tumba de su hermana un día entero, inmóvil, perplejo y destrozado. El amanecer, atardecer y anochecer se fusionan en una sola toma para transmitirle al espectador que hay pérdidas que jamás se superarán, mismas que –a veces– llegan para dulcificar el dolor de seres inocentes, como Setsuko.
Definitivamente arriesgarte a ver esta cinta es un ejercicio de dos posibles resultados. El primero: llegar a la catarsis, afligirte y llorar tanto hasta sacar el dolor que oprime tu pecho de una vez por todas. El segundo: atascarte en la depresiva y real narrativa de la película, misma que puede terminar de quebrar en mil pedazos un corazón roto.
Siguieres conocer otra historia que podría causarte una crisis existencial lee sobre el anime “The Tatami Galaxy”. También te recomendamos los 5 grandes animes de los que nunca conoceremos su final.
Este artículo lo escribió Olimpia en 2017 y ha sido actualizado.
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