En épocas recientes la nostalgia parece ser una divisa, por lo que ha invadido la pantalla grande (y la chica) con nuevas producciones de clásicos a los que el tiempo les dio ese título, aquellos que marcaron durante determinada década a toda una generación y continúan presentes en la memoria de los más grandes. Sin embargo, ahora buscan ganarse un lugar entre el gusto de los más pequeños. De ahí nació la idea de realizar El Pájaro Loco: la película (Alex Zamm, 2017).
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Desde dibujos animados como las cintas de Disney, pasando por Bugs Bunny, Mazinger Z y Dragon Ball, por mencionar algunos, hasta series de acción real como La familila Adams o Sabrina, tratan de regresar a la gloria del pasado, ya sea en formato para la televisión o para el cine. Uno de estos personajes en busca de refrescar su nombre y adaptarse a la actualidad es el Pájaro Loco, el extrovertido pájaro carpintero nacido en los años 50 y quien solía aparecer junto a su creador, Walter Lantz, explicando cómo era el proceso creativo para después pasar una de sus aventuras. Décadas más tarde se produjo una nueva serie en la que la mano de la tecnología se notaba y le daba una nueva oportunidad de mostrarse. De ahí surgen las caricaturas que recuerdan que la infancia fue una de las mejores etapas de la vida. Pero ahora llega su primer largometraje: El pájaro loco: la película, un live action en el que sus travesuras van más allá de molestar a otros personajes antropomorfos. Los humanos son sus principales víctimas por una sencilla razón: quieren destruir su hogar para darle paso a un paisaje más citadino.
Mientras Lance Walter (Timothy Omundson) se dispone a comandar una construcción en medio de un área natural prácticamente intacta, Woody Woodpecker tiene otros planes para el lugar. En medio de esa discordia territorial las aventuras comienzan para ambos. Utilizando su pico como arma principal, el Pájaro Loco tiene varios trucos para ahuyentar a los demás: ya sea perforando la tabla roca, generando ruidos molestos o hasta haciendo sus necesidades en la cabeza de otros, lo que genera una tanda de situación cómicas.
De la mano de una historia simple, típica de este estilo de largometrajes y predecible en todo momento, los espectadores recordarán viejos tiempos, cuando eran más pequeños y se sentaban frente al televisor a disfrutar de esta caricatura. Más allá de eso, el filme no propone nada nuevo. Con actuaciones vacías y chistes de pastelazo, el objetivo principal de atrapar a Woody se desarrolla al tiempo que las relaciones entre los involucrados comienzan a mutar alrededor de lo sucedido con el pájaro.
Nada a reprochar en cuanto a la forma en que luce el Pájaro Loco. Los animadores lo hicieron lo más real posible y con un bajo costo de producción: apenas asciende a los 10 millones de dólares.
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El pájaro loco: la película representa a una de las caricaturas como ésta llegaron para quedarse. Han sobrepasado el obstáculo más grande: el tiempo, y se han hecho de un nombre en el colectivo social. Sus nombres por sí solos atraen y venden a todo público. Cómo no acudir a un clásico como éste en plena época en la que el pasado se ha vuelto parte del presente y dichos como “ya no los hacen como antes” son la excusa perfecta para darles un segundo aire a infinidad de cosas, por ello algunas caricaturas merecen tener nuevos episodios.