La atracción sexual por los pies es más común de lo que las personas creen. No sólo es uno de los fetiches más recurrentes en la pornografía, sino que en general es de los más mencionados en diferentes comunidades. La doctora experta en sexo, Erica Goodstone, al igual que distintos investigadores, afirma que esto se puede deber a un contexto social específico en el que las personas crecen con el cuerpo cubierto y los pies son el primer acercamiento hacia el desnudo de alguien más; por ese motivo resulta atractivo. Otros afirman que se debe a un simple asunto de higiene en el que los hombres preferían tener contacto con esos miembros, para evitar un tipo de infección, aunque en realidad no se ha comprobado esa hipótesis.
De cualquier manera, aún es visto como algo raro y grotesco; incluso algunos se alterarían si alguien les sugiere un poco de acción con esas extremidades. De hecho, es probable que en este momento quieras mandar al demonio este texto por recordarte que existen filias de este tipo.
A pesar de esto, imaginemos por un momento que conoces a alguien que le gustan los pies. ¿Lo complacerías dejándolo frotar su miembro o sus senos con esa parte del cuerpo que nunca pensaste tendría que involucrarse en el sexo?
Aunque no aborda precisamente esa pregunta, de eso habla uno de los filmes más hilarantes que han salido de España en los últimos años. Desde una perspectiva cómica, ligeramente dramática e incluso, a momentos, absurda, Kiki: el amor se hace, de Paco León, es un paseo sencillo a través de los extraños gustos sexuales de las personas y el efecto que puede tener en sus relaciones. La cinta toma como protagonistas a cuatro parejas y a una mujer soltera, muy al estilo de Woody Allen, que viven una serie de eventos alrededor de algunas de las filias más extrañas del mundo.
Lanzada en 2016 y basada en el filme australiano The Little Death, es un cálido reflejo de un lado de la sexualidad que rara vez se explora en las cintas convencionales, pero a la vez es muestra del talento cinematográfico y humorístico que existe en España. Kiki: el amor se hace es prueba de una evolución ideológica en la que los humanos en las películas y en la vida real no son simplemente seres que desean tener sexo, sino que tienen una serie de gustos que definen por completo su personalidad y aquello que les provoca placer. Aunque puede parecer que usa el morbo como pretexto para atraer a la audiencia, rápidamente se quita la máscara y deja entrever que detrás de lo absurdo, existe una clara seriedad que trata de abordar cómo es que dos personas se pueden entender en la cama, a pesar de tener gustos extraños muy diferentes.
Más allá del aspecto narrativo, visualmente, desde el inicio, es un deleite. No sólo evita por completo explotar el sexo mediante las imágenes, dejando que la audiencia haga funcionar su imaginación, sino que parece implementar toda la escuela de Pedro Almodóvar y Edgar Wright; creando erotismo a partir de la sugestión, los encuadres y el extenso uso del color que pasa de tonos fríos a una impetuosa calidez que es imposible de ignorar y que mantiene la energía cuando el guión decae por algunos momentos.
Sin embargo, es justo mencionar que Kiki: el amor se hace se mantiene débil, especialmente en sus últimos momentos. Un inicio perfecto y un desarrollo rítmico que apenas y parece durar 20 minutos se ven inestables cuando todo llega a su cierre. Aunque no tiene un final precisamente alegre, los personajes no parecen madurar y los resultados evocan los episodios finales de cuentos de hadas en los que todo se soluciona y existe amor hasta el final. Lo que logra el sutil score y las animadas secuencias visuales se ve puesto en riesgo cuando llega el momento de la verdad.
A pesar de esto, las actuaciones parecen lo más rescatable y son lo que, junto con el aspecto visual, nos hacen preocuparnos por la película y, por supuesto, por las filias de cada uno de los afligidos. El ensemble cast que reúne a algunos de los actores más conocidos de España, funciona a la perfección y refleja cómo es que cualquier persona, sin importar su rostro o empleo, puede tener escondido un peculiar placer sexual. La preocupación se ve en sus ojos, los detalles del sudor nos hacen temer y sus sonrisas pervertidas recuerdan que nosotros mismos tenemos secretos y que, si quisiéramos exponerlos, seguramente reiríamos y sufriríamos tanto como ellos.
Kiki: el amor se hace no es cualquier comedia sexual, pero tampoco es oro puro. Aunque comete los clásicos errores de sobreexplotar los chistes, subestimar a la audiencia e incluso parecer en extremo descarada, su esencia visual y la energía de sus protagonistas nos hacen continuar viendo los peligrosos deseos que definen las vidas de los protagonistas. Asimismo, nos recuerda que detrás de las risas, el morbo y la pasión, existe un contexto más complejo que impulsa al placer.
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