Ya lo advirtió el reconocido físico y científico Stephen Hawking: en menos de 600 años la Tierra, junto con la raza humana, se extinguirá en una enorme bola de fuego. Bajo esta premisa y anticipándose a la catástrofe, el guión escrito por Alexander Payne y Jim Taylor para la película Pequeña gran vida propone de manera utópica una posible solución a la sobrepoblación, las epidemias, los cambios climáticos y, ¿por qué no?, hasta para la aniquilación de las especies.
La historia presenta un futuro no muy lejano, donde el Dr. Jorgen Absjørnsen —el magnífico Rolf Lassgård, a quien vimos en Un hombre gruñón como Ove— es un científico noruego que descubre la forma de encoger a los seres humanos al 0.0364 por ciento de su tamaño original; un avance tecnológico totalmente inaudito, pero que resulta necesario ante los problemas de contaminación y sobrepoblación que enfrenta la Tierra. Algunos años después del descubrimiento, aparece una colonia experimental de los pequeños humanos que se establecieron con éxito en Noruega. La compañía responsable del proyecto decide llevarlo al siguiente nivel, por lo que construyen Leisureland, una ciudad con todos los servicios y amenidades bajo un mega domo instalado en Nuevo México. La empresa trata de convencer a todos para encogerse, pero aunque cuente con todas las comodidades del mundo moderno, las diferencias sociales no tardarán en salir a relucir en la nueva metrópoli.
El mundo liliputiense que Payne logra construir acierta en divertir al espectador, pero el categórico ataque que representa a la realidad es abrumador. Vayamos por partes. El filme es una sátira social impregnada de sarcasmo e ironía en la que Paul Safranek —un desangelado Matt Damon— cae en cuenta de que tendría una mejor posición en la vida si se sometiera al nuevo proceso de reducción —downsizing— que lo convertiría en un hombre de 12 centímetros de altura, y que le permitiría vivir holgadamente y sin problemas por el resto de su diminuta vida.
Las grandes mansiones, joyas y lujos son producto de una millonaria conversión, debido al tamaño de sus inquilinos y su bajísimo consumo. Esta vida millonaria contrasta enormemente con la clase trabajadora que vive del otro lado del muro, a las afueras de la gran urbe. Se trata de una comunidad interracial que sobrevive en algo parecido a un edificio multifamiliar de la Ciudad de México, donde tienen una gran pantalla en el centro del edificio para que sus ocupantes vean películas de Cantinflas y hasta novelas de Kate del Castillo. ¿Coincidencia con la situación actual entre México y Estados Unidos?
Aquí es donde aparece Ngoc Lan —interpretada por la actriz de Big Little Lies, Hong Chau— una vietnamita disidente, a quien se le castiga sometiéndola a la reducción en contra de su voluntad, razón por la cual se introduce ilegalmente en los Estados Unidos dentro de una caja de televisión. La hazaña la catapulta al grado de rockstar en los medios de comunicación, y aunque casi muere al perder una de sus piernas, ahora olvidada se dedica simplemente a limpiar las grandes y lujosas casas de los más adinerados de Leisureland.
Otra analogía que debemos mencionar es la que presenta la disipada vida del vecino fiestero de Safranek, el serbio Dusan Mirkovic —a quien Christoph Waltz hace brillar con su interpretación—, un traficante de puros y alcohol que no tiene más empacho y obligación que divertirse y viajar por el inmenso mundo. El personaje se contrapone al hombre común y corriente que es Paul Safranek, achicado —todavía más— por sus miedos y complejos.
La esencia de Pequeña gran vida radica en su potente mensaje, no necesita filtro para alertar de las terribles consecuencias que genera nuestra falta de atención hacia el medio ambiente. Más allá de la mala actuación de Damon, la aguda reflexión acerca de la inequidad basada única y exclusivamente del lado transaccional ponen de manifiesto que la sociedad y los grandes emporios jamás habrán de ponerse de acuerdo. De nada sirve una sociedad en miniatura si no hay un cambio verdadero en la manera de pensar. Y es que a las soluciones hay que visualizarlas desde todas las perspectivas posibles.
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Alexander Payne y su Pequeña gran vida estuvieron cerca de producir un posible clásico del cine, pero para su desgracia, el intento se quedó corto. Tal vez esta sea de las películas que utilizaron el método para hacer una cinta taquillera.