«Ustedes tocan los instrumentos, yo dirijo la orquesta». Steve Jobs se ha ganado el mote de “genio de la tecnología” al revolucionar el mundo con las creaciones de Apple: el iPhone, las Macbook y el ahora extinto iPhone. Sin embargo, él no diseñó esos productos, él no generó ni una sola línea de código. Lo único que hizo fue dirigir su orquesta, dándoles instrucciones sobre lo que debían lograr, así funcionara o no. El hombre mentía, manipulaba y se aprovechaba de las personas, así que no era un genio de la tecnología, sino un genio del marketing.
Eso es lo que buscó demostrar hace algunos años el director Danny Boyle con la cinta titulada Steve Jobs la cual sigue al personaje durante tres presentaciones en tiempo real, en las que el hombre se debe enfrentar a diferentes problemáticas para dar discursos exitosos que cambiarían la historia y moldearían su imagen como “genio”. Escrita por Aaron Sorkin, quien también se encargó de darle palabras a Mark Zuckeberg en The Social Network, la película se encarga de eliminar el mito detrás de Steve Jobs, y mostrarlo por lo que realmente era: un dictador despiadado y delirante que –gracias a la gente que estaba a su cargo– pudo crear la ilusión de un mundo perfecto, creado por él.
La cinta, del lejano 2015, no fue un rotundo éxito debido a que previamente se estrenó la obra protagonizada por Ashton Kutcher, Jobs, la cual contaba una historia mucho más amigable del personaje. Sin embargo, fue aclamada por la crítica y nominada a varios Óscar, justamente por sintetizar tan perfectamente la actitud autoritaria de Jobs (interpretado por Michael Fassbender), y la forma en que ignoraba todo aquello que no le gustaba, incluyendo a su hija, para prestarle atención a lo que tenía que mostrar a su alrededor.
Sorkin hace otro excelente trabajo después de The Social Network mostrándonos sutilmente las realidades detrás del discurso de Steve Jobs. En una parte de la cinta, justo nos muestra cómo su idea de la manzana no tuvo su origen en Alan Turing, matemático que se suicidó mordiendo una manzana, sino que él se aprovechó de ella para que sonara mejor. Asimismo, revela cómo trató de vender computadoras mintiendo sobre sus funciones y forzó a la gente a que compraran sólo sus productos, haciéndolos incompatibles con otras empresas.
El punto importante que remarca la cinta y que mencionamos al inicio es que revela que Jobs estaba lejos de ser un genio de las computadoras, pero al mismo tiempo muestra cómo sí lo era para vender sus productos y crear una idea, que es justamente lo que logró: producir una ilusión de que sus productos eran perfectos, ocultando sus fallas, al igual que él mismo. Al final, la cinta trata de redimirlo a través de su relación con su hija, pero en cierta forma también nos muestra cómo usa los productos para atraer a las personas.
Más allá de la historia y los diálogos, es indudable que Danny Boyle es un maestro de los géneros y crea una atmósfera única y claustrofóbica que nos encierra frente a Jobs, usando ligeros recursos para hacer la imagen más atractiva o que encaje con los largos discursos de Sorkin. La narrativa que consiste en tres secuencias, a pesar de ser simple, tiene una consistencia dramática similar a otras obras del guionista y la sincronización de la orquesta actoral es suficiente para hipnotizarnos.
Steve Jobs es un trabajo que por lo general es ignorado, pero es importante para entender cómo los mitos nacen a partir de genios creativos que saben venderse. Repetimos, Jobs no era un hombre de computadoras, pero sí de mercadeo, y esta obra muestra cómo las palabras pueden crear universos únicos en los que un individuo puede catalogarse como leyenda, engañar a la gente y aún así ser amado después de su muerte.
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