El pasado Festival de Cannes será recordado por ser el que se robó Adam Sandler. La polémica comenzó porque Netflix inscribió dos cintas que no estaban destinadas a exhibirse en salas convencionales, lo cual molestó a muchos, y de inmediato presionaron a la dirección del evento para que a partir del 2018 ya no se presenten películas destinadas para consumo casero. Además, el presidente del jurado, Pedro Almodovar, hizo declaraciones en contra de estas cintas, descalificando, sin haberlas visto, a las obras que presentaba el gigante del cine online, mencionó que no concebía “dar la Palma de Oro (…) a un filme que no pueda ver en una pantalla grande”. Se supo entonces que ni Okja, la hermosa comedia ambientalista del coreano Bong Joon-ho, ni The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, podrían aspirar a la codiciada Palme d’Or. Por otro lado, toda la crítica y el público estaban más que impresionados por el trabajo de Baumbach, guionista de distintas cintas del muy querido en Cannes, Wes Anderson. De hecho, dicen que si no hubiera sido por el desprecio demostrado por el director manchego, se hubiera levantado con los palmares la que, desde ese momento, se anunciaba como la mejor película en la que ha participado el inefable cómico norteamericano Adam Sandler.
Este actor se ha caracterizado por ser dueño de un humor simplón, grosero, vulgar y, sobre todo, complaciente. Sus cintas, y más las realizadas de manera reciente, le han hecho acreedor al odio de la crítica y gran parte del público, que lo ha bautizado como el actor más odiado del mundo. En el otro extremo, esa facilidad que tiene para decir “pedo, popó, caca”, lo ha hecho ingresar grandes cantidades de dinero que ni de lejos ha ganado Almodovar en toda su carrera. Sandler significa lo que nadie en su sano juicio quiere ser, o sea, un idiota. Pero por otro lado, se ha transformado en algo aspiracional para gran parte de los espectadores, que no sólo lo siguen, sino que se ríen a carcajadas con cada una de sus interpretaciones. Quizás ellos vuelvan un éxito a su nuevo trabajo y los que lo odian tendrán que tragarse su desprecio porque, indiscutiblemente de su calidad, cualquiera que tenga un gusto (sea poser o verdadero cinéfilo) por el séptimo arte, tendrá que verla, aunque sea para saber por qué generó tanta controversia en el festival francés.
The Meyerowitz Stories cuenta las historias de tres hermanos —dos hombres y una mujer— y su padre, un escultor. Por diversas situaciones, los cuatro se reúnen después de mucho tiempo de estar separados, sobre todo por la sorpresiva enfermedad del patriarca. Lo impactante del filme viene desde el descubrimiento del elenco. Además de Sandler, se encuentran en los estelares Ben Stiller, Dustin Hoffman, Emma Thompson, Elizabeth Marvel y una joven y prometedora Grace Van Patten; todos tan sincronizados que pareciera que se pudieran leer la mente. Sus personajes son seres entrañables que de una u otra manera son perdedores, no porque hayan fracasado, sino porque sus aspiraciones no parecen haberse cumplido. Por un lado, Hoffman como un artista en decadencia que no acepta que todo lo que conocía ya no está, y aunque antes hubiera sido un prometedor escultor, el tiempo lo ha rebasado y ahora vive con una mujer alcohólica y ausente.
Marvel es una mujer que ha dejado atrás sus mejores años y no ha podido superar un amor no correspondido. Stiller interpreta a un empresario que es respetado por todos y que ha hecho mucho dinero, pero en el fondo se siente frustrado, pues siempre pensó que sería un artista como su padre. Por otro parte, Sandler deja a todos boquiabiertos al interpretar al más looser de los hermanos y, al mismo tiempo, al más talentoso. Sorprende, sobre todo, porque al igual que en Punch-Drunk Love (2002, Paul Thomas Anderson), Reign Over Me (2007, Mike Binder) y Funny People (2009, Judd Apatow), demuestra que cuando quiere voltear a otro lado que no sea hacia el dinero fácil, puede actuar.
El filme es muy intimista y minimalista. Es curiosa la manera en que el director y guionista trata las cosas; a pesar de que hay muchos momentos que en otro filme podrían generar lágrimas fáciles, el realizador utiliza la situación para mostrar la fragilidad de los personajes, que parecen todo el tiempo extraviados y descubren que no son tan importantes como siempre pudieron creer que son, lo cual arranca las mayores carcajadas de la producción. Al final, se demuestra que los hermanos son más afines de lo que creen, pues son iguales aunque las circunstancias los hicieron vivir vidas diferentes. Con mucho en común con el cine de Wes Anderson y de ese genio poco valorado que es Alexander Payne, Noah Baumbach logra un filme redondo, tierno y divertido que evoca a veces a esas hermosas y entrañables visitas a New York realizadas por Woody Allen.
Hoy, Netflix se ha transformado en la mejor alternativa para los amantes del cine, y a pesar de que su catálogo cuenta con pocos clásicos verdaderamente trascendentes, lo cierto es que también hay producciones valiosas que no podrían verse en otro lado. Además en la obra de Baumbach se pueden encontrar cosas maravillosas como War Machine (2017, David Michôd), Gaga: Five Foot Two (2017, Chris Moukarbel), Beasts of No Nation (2015, Cary Fukunaga), entre otras, que difícilmente podrían producirse para la pantalla grande en estos días, en que los grandes estudios están más preocupados por la taquilla que por la calidad de las cintas. Películas como The Meyerowitz Stories son la esencia misma del cine, trabajos para gente que piensa, ya que el contenido de esta cinta es mucho más intelectual que el de la sobre alabada Blade Runner 2049, que le gusta analizar las situaciones, que disfrutan de sentarse dos horas y después discutir frente a un café o camino a casa lo que vieron en la pantalla.
El escándalo en Cannes, provocado por la cinta, y la manera en que la crítica y el público la recibieron, seguro pesará sobre la cabeza de Almodovar por mucho tiempo. Él renunció a la Academia Cinematográfica Española por considerar imparciales y arbitrarias las formas de votar para elegir los ganadores del Goya y las enviadas a competir por el Óscar, y, de alguna manera, al considerar que una película producida para una plataforma de contenido audiovisual no era ni siquiera merecedora de la Palma de Oro, hizo precisamente lo mismo que critica. Sin duda, Adam Sandler le hizo al manchego la mejor broma de su carrera.
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