Las personas somos tornillos y tuercas; partes de una máquina que sigue girando y que nunca se detendrá. Se nos dice que tenemos libertad pero estamos atados al capitalismo que nos devora y nos convence de que busquemos la felicidad gastando, para encontrar algo mejor, algo que nos llene, que nos haga sentir satisfechos con nuestras vidas. Incluso la versión del paraíso está arraigada hacia esa ideología «¿Buscas el paraíso? ¿Qué mejor que comprar un tiempo compartido?».
Tiempo compartido de Sebastian Hofmann (Halley) justamente usa ese producto para darle vida a una valiente cinta que cuestiona nuestra definición del paraíso y muestra que detrás de todas esas imágenes falsas, existe una pesadilla esperando a destruirnos. Protagonizada por Luis Gerardo Méndez (Club de Cuervos), Miguel Rodarte (El tigre de Santa Julia) Cassandra Ciangherotti (Cantinflas), y Montserrat Marañón (Manual de principiantes para ser presidente), la obra es uno de los trabajos más audaces, que junto con otras que han sido lanzadas en los últimos años, demuestra que el cine en México no está muerto y que cada vez se están encontrando más formas de crear proyectos distintos y más complejos que no sólo son para los eruditos o los cinéfilos, sino para cualquier persona que busque algo distinto a lo que nos ha entregado el cine nacional hasta ahora.
Con una fotografía excepcional que de inmediato rememora a Inherent Vice de Paul Thomas Anderson, Tiempo Compartido muestra otro tipo de exceso: el del capitalismo y la “máquina” que nos devora a todos. La cinta sigue a Pedro, un hombre común que busca unas vacaciones perfectas en una villa de un hotel, pero comienza a perder la cabeza cuando se entera que tiene que compartir la villa con otras personas que le tienen demasiada confianza. Por otra parte, Andrés es un hombre derrotado por la vida, quien tema que su esposa sea absorbida por la máquina del hotel, que ahora está manejado por una empresa internacional que promete mejorarle la vida a sus empleados.
Usando como ejemplo a The Shining de Stanley Kubrick, Sebastian Hofmann no fracasa al crear una genuina atmósfera atemorizante utilizando una paleta de colores muy neo-noir para situar a la audiencia dentro de un mundo surreal, difícil de confiar, pero es gracias a la música y a las actuaciones que logra adentrarnos dentro de la confusión de los involucrados, provocando un genuino asco y desesperación, ya que los lugares que toca no son tan lejanos a nuestras propias experiencias o a la vida de la que somos parte.
Aunque parece claro que la cinta duraría mucho más si fuera una obra internacional –y que está hecha de una forma relativamente accesible para un público tradicional– se mantiene fiel a su espíritu creando un universo único en el que están atrapados los personajes, al igual que nosotros lo estamos a nuestras vidas. Andrés sufre la frustración de perder a su esposa a un hotel, mientras que ella misma está tratando de escapar de su pasado entregándose a las redes del capitalismo y a lo que nosotros consideramos “éxito”. De igual forma, aunque posee distintas perspectivas y temáticas, usa a la familia como base, para crear una relación inmediata y mostrarnos lo que en realidad está en riesgo cuando nos convertimos en víctimas de “la máquina”.
De igual forma, como mencionamos, la demencia es uno de los elementos recurrentes a lo largo de la película. La esposa de Pedro, Eva, es una paciente psiquiátrica que estuvo un año internada, pero ahora su pareja es quien parece ir perdiendo la cabeza lentamente. Usando la paranoia, una fuerte defensa personal y la amenaza inminente, juega con la posibilidad de que una persona encerrada puede desarrollar un falso entendimiento de su entorno hasta que lo ve roto y podrido. Este tipo de análisis –que generalmente son mostrados de una forma exagerada y poco vinculada con la realidad en el cine mexicano– es presentado de una forma sencilla, que invita a la audiencia a cuestionar su entorno, generando una energía más dura y compleja, mostrando que en realidad no hay límites para una narrativa concisa, sino que se debe encontrar una forma genuina y auténtica para crearla.
Tiempo Compartido es una cinta que no sólo se merece ser vista, sino que también tiene todo para ser analizada desde distintas perspectivas. Aunque el mensaje parece sencillo, la forma en que Hofmann presenta la historia, hace que la trama tenga distintas capas que no sólo nos hablan de dos personajes sino de toda una sociedad, e incluso de su papel en una época en específica. Lejos de ser pretensiosa, es acertada, audaz y valiente, y sin duda eso es lo que necesitamos actualmente.
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