Hace unas semanas una noticia cimbró las redes sociales: los desarrolladores tecnológicos de Facebook se vieron envueltos en un escándalo después de que dieran a conocer que por aparentes irregularidades tuvieron que apagar a dos de sus agentes de Inteligencia Artificial (IA). ¿El problema?: Alice y Bob habían creado un propio lenguaje. La compañía pretendía que aprendieran a negociar entre sí y en un futuro con los usuarios. Las dudas y la necesidad de apagar a las máquina sobrevino luego de que los desarrolladores se dieran cuenta de que este nuevo lenguaje que, a simple vista, lo parecían palabras sin sentido, resultó ser lógico entre ellos, y se convirtió en un sistema de palabras en código que sólo la IA comprendía.
El tema del incidente trae de vuelta la polémica sobre regular la creación de este tipo de tecnología, de la cual el cofundador de Facebook, Mark Zuckerberg, opina que no es necesario, a pesar de que su compañía tuvo que hacerlo. La paranoia de esta noticia no se dejó esperar y a muchos nos dejó pensando en que si alguna vez podría ser que con el desarrollo de la IA marcaríamos el fin de la humanidad o la modificación de su naturaleza.
Esto no es nuevo, desde hace décadas la ciencia ficción ha usado este tipo de teorías como parte esencial en sus historias, algunas apocalípticas, filosóficas, espirituales y otras sentimentales. El cine se ha beneficiado de estos relatos que podríamos comparar con la realidad en la que vivimos y, es posible, con el futuro próximo. Cuando nos damos cuenta de que la IA puede desarrollar su lenguaje y que evoluciona más rápido que los seres humanos, nuestra primera reacción es la del miedo. Nos es imposible dejar de pensar que podrían decretar que somos una especie vil e inferior y que debemos ser erradicados de la faz de la Tierra.
Dirigida y escrita por James Cameron, junto a Harlan Ellison y Gale Anne Hurd, la franquicia de Terminator nos mostró a la primer Inteligencia Artificial violenta de la cultura pop. Skynet es la máquina que decide terminar con la humanidad a través de una guerra nuclear, además de aniquilar uno por uno a los sobrevivientes con el uso de androides, así como viajes en el tiempo para eliminar a John Connor, su acérrimo rival, nos hace ver la capacidad tecnológica y hasta donde puede llegar una máquina para lograr su objetivo. Esta historia dejó pensando a muchos en cómo sería el Apocalipsis si fuera propiciado por las máquinas destinadas a protegernos.
A finales de la década de los 90, apareció otra película cuyo tema central también era la dominación de la raza humana por las máquinas, o por un software, para ser más específicos: Matrix. Lana y Lilly Wachowski, en esos días conocidos como Larry y Andy, llevaron a la pantalla grande una franquicia que, además de revolucionar los efectos especiales de la época hasta hoy, nos hizo reflexionar sobre el conocimiento de los humanos hacia sus semejantes y las repercusiones que su comportamiento apasionado poseen.
Una batalla cíclica de cientos de años entre humanos y máquinas llega a su fin cuando El Elegido (Keanu Reeves), resulta ser distinto a sus versiones anteriores, a pesar de que El Arquitecto, Inteligencia Artificial creadora de la Matrix y toda la civilización de las máquinas, tiene suficientes argumentos para despreciar a la humanidad, logra salvar los últimos vestigios y crear un nuevo ciclo de paz entre hombres y máquinas. La participación del programa corrompido conocido como agente Smith, amenaza con destruir a la Matrix y a la fuente de energía de las máquinas y de todos los seres humanos conectados a ésta, nos otorga un mensaje claro: ambos pueden coexistir gracias al sacrificio de Neo, pero, ¿por cuánto tiempo?
El cine de ciencia ficción no siempre ha planteado una relación por completo violenta entre la Inteligencia Artificial y el hombre. Algunas ocasiones las mejores historias alrededor del tema llevan a la máquina a un plano igual al de las personas. Tal es el caso de un clásico del subgénero cinematográfico y referente cultural desde principios de la década de los 80; inspirada en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, precursor del cyberpunk literario, y dirigida por Ridley Scott, Blade Runner nos ofrece un futuro distópico en el que la humanidad ha quedado relegada a una mera apariencia, los valores y sentimientos no existen, pero esto da un giro dramático, cuando un grupo de replicantes —androides destinados a realizar distintas tareas de servicio que los humanos no pueden hacer por cuestiones físicas— aparece en la ciudad de Los Ángeles para encarar a su creador. ¿El motivo?: los replicantes tienen un tiempo muy corto de vida y pretenden que el Dr. Tyrell los ayude a remediarlo.
Como los replicantes son ilegales en la Tierra, la policía debe enviar al Blade Runner mejor calificado, Rick Deckard (Harrison Ford), para eliminarlos. Todo se complica cuando Deckard se da cuenta de que estos “porta pieles” generan emociones más humanas que las de él. Su ética profesional se ve rebasada al enamorarse de una replicante y, sobre todo, cuando Roy Batty, el líder del grupo y androide mejor desarrollado, le perdona la vida y antes de morir le da un monólogo que puede ser considerado como uno de los más conmovedores en la historia del género.
Un poco más contemporánea es la cinta Ex_Machina, escrita y dirigida por Alex Garland, nos relata un thriller psicológico en el que Caleb Smith (Domhnall Gleeson), un desarrollador que trabaja para Blue Book, gana un viaje de fin de semana en la casa del dueño de la compañía, Nathan Bateman (Oscar Isaac); el objetivo oculto es hacer pruebas de Turing a un androide de nombre Ava (Alicia Vikander), que posee una inteligencia artificial como nunca se ha visto y características físicas tan reales que puede confundirse con una mujer.
Todo se torna oscuro cuando Ava comienza a manipular a Caleb y a Nathan, a través de sus sentimientos, sexo, erotismo y ciertas habilidades para poder escapar del eterno confinamiento en el que ha estado desde su nacimiento, las entrañas de la casa de campo de Nathan. Observar la manera en la que actúa el androide le da un toque muy humano.
La historia que tal vez se asemeje más a la realidad que vivimos hoy y el futuro próximo, es la película Her; escrita y dirigida por Spike Jonze, y protagonizada por Scarlett Johansson y Joaquin Phoenix; nos muestra una historia en la que los adelantos tecnológicos, el uso de gadgets, de Internet y la enajenación con estos son cotidianos, a tal grado de que la interacción entre los seres humanos puede ser relegada a un segundo término.
Theodore Twombly trabaja en una empresa encargada de redactar cartas para otras personas; es una persona solitaria, introvertida y atormentada debido al divorcio que enfrenta. Al no encontrar un vínculo con alguien, adquiere un nuevo sistema operativo parlante, el cual escoge que tenga una voz de mujer y decide nombrarla Samantha. Gracias a que “ella” tiene acceso a toda su información personal, agenda y demás datos sobre él que se encuentra en la red, se convierten en amigos, después en amantes y, posteriormente, en una pareja formal, a pesar de que físicamente es un gadget. Esto se complica cuando Samantha empieza a interactuar con más personas en la red y se enamora de otros más además de Theodore. Toda una historia de amor futurista.
Lejos de sentir miedo, fascinación, defender o no una reglamentación para el desarrollo de Inteligencia Artificial, es necesario que nos preocupemos más por los aspectos que nos humanizan. No podemos crear algo en medio de tanta violencia, carencia de sentimientos y circunstancias que hicieron temer a aquellos que apagaron a Alice y a Bob. Aunque si reflexionamos sobre esto, nos daremos cuenta de que los agentes de IA que se han creado, también representan los comportamientos buenos o malos de lo seres humanos.
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