Steven Spielberg ha vuelto. Después de muchos años, ha retornado al género que lo catapultó como uno de los directores de cine más prolijos: la ciencia ficción. Películas como Close Encounters of the Third Kind (1977) E.T (1982) y Twilight Zone (1983), adaptación de la serie de los años 50 y 60 del mismo nombre, y la recomendable miniserie Taken (2002) lo consolidaron como pilar de este género. Sin embargo, a pesar de la regularidad en su producción a lo largo de su carrera, ya en las últimas décadas sus más acérrimos partidarios habían visto con asombro y cierta preocupación cómo se iba alejando, al menos en pantalla, de sus dogmas futurísticos, encuentros extraterrestres y universos desconocidos. Para buen recaudo de ellos, el reconocido director, productor y guionista a finales del mes de marzo estrenó su más reciente filme: Ready Player One. Una película cargada de referencias e easter eggs de la cultura pop de los 80 y 90.
Fotograma de Ready Player One
Después de casi 13 años, Spielberg se anima a mostrarle al espectador los cambios que él ha concebido como parte del desarrollo de la sociedad y la intromisión de la literatura contemporánea en el mundo de la ciencia ficción. Ya la magistral A.I: Artificial Intelligence (2001) parecía hacer un guiño que demarcaría el camino que el cineasta tomaba para su promisorio modelo de ficción. A.I. narra una historia apegada a lo que la sociedad conoce, comprende y podría esperar como consecuencia de su anonadado desarrollo. La inteligencia artificial no es asistida por presencias sobrenaturales; es la creación humana, su naturaleza y cotidianidad lo que se dispone dentro y crea un ambiente idóneo para que el público enfrente sus miedos y emociones. De la misma forma, aunque desde una perspectiva más directa a sucesos actuales, se exhibe Ready Player One. Este filme plantea un mundo sumido en la pobreza y la insuficiencia de recursos, donde permanecer en la realidad virtual parece la única salida. Así, los protagonistas se debaten entre el éxito dentro de esta especie de Matrix llamada Oasis y la penumbra y miseria a la que ha llegado el mundo real.
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Quienes hayan visto ambas películas notarán que no abordan las mismas temáticas, quizás exceptuando la juventud y el espíritu crítico de sus personajes principales, pero ¿acaso no parecen desligarse ya de una ciencia ficción rutinaria y sobrepoblada de alienígenas que habita más en el imaginario colectivo que en contemplaciones basadas en evidencia?
Para inicios del nuevo siglo, pareciera que el director, consciente de su influencia, caminó hacia esta dirección. War of The Worlds (2005) fue la última película dirigida por Spielberg que dejó fantasear con la idea de la colonización de la Tierra a manos de unos despiadados alienígenas, dispuestos dentro de máquinas orgánicas y con cañones láser que devastaban el planeta. Y aunque no fue de sus mejores realizaciones, permitió entablar parámetros que establecieran puntos de apoyo entre el cine y la literatura. Herbert George Wells fue el visionario que en el siglo XIX imaginó estos sucesos y los escribió en su novela de 1898. Fueron un poco más de 100 años de diferencia lo que separó la creación literaria de su contraparte audiovisual y que probablemente haya sido la razón del mediano aplauso que recibió esta obra menor. Cuatro años antes, críticos y espectadores regulares habían sido deslumbrados por A.I., que también se basó en un relato corto del escritor Brian Aldiss, “Los superjueguetes duran todo el verano” (1969). Ambas, a pesar de ser adaptaciones literarias, recibieron respaldos diversos. Y claro, pesó más la compenetración que causó con el espectador la interacción entre hombre y máquina que los efectos especiales y el misterio que envolvió hasta el final la imagen del extraterrestre que invadía la Tierra.
Fuente: HellyStar
No necesariamente las películas han de ser mejores si es que se adaptan de una novela más cercana al tiempo actual, pero sí es interesante ver cómo la evolución tecnológica abriga esperanzas y temores que se plasman en escritos ficticios de diversa índole y de abrumadora acogida. Lo que antes parecía una buena ciencia ficción sobre extraterrestres queda relegada por la realidad virtual, robots cada vez más similares a los humanos y conciencias humanas en la nube listas para descargar.
Existen en la actualidad gran número de novelas de este género, entre ellas: Altered Carbon (2002), de Richard Morgan; The Martian (2011), de Andy Weir, y Ready Player One (2011), de Ernest Cline. El humano ya no es colonizado, es él quien coloniza. Coloniza otros mundos, coloniza la realidad virtual, coloniza su propia inmortalidad. Quizá sea un poco de ese egocentrismo natural que acoge nuestra especie lo que nos induce, sin darnos cuenta, a descartar o pasar a segundo plano algunas de esas películas que nos miran como objeto de deseo y no como poseedor de esa virtud de objetivar al otro. La literatura nos ha enseñado a conocer distintas sociedades: utópicas, distópicas o simplemente reales. Pero también a ser agentes activos en su creación y desenvolvimiento. El cine, para estos propósitos, se ha convertido en el arma revolucionaria de propuestas entendibles y digeribles para el común con un lenguaje propio que anima a la reflexión.
Fotograma de Inteligencia Artificial
Steven Spilberg ha regresado tras sus pasos para reconfigurar sus apreciaciones y las formas de la ciencia ficción moderna. Si bien no es el único director que ha puesto sobre el tapete este enfoque —otras nuevas y antiguas propuestas que se empieza a articular vienen de directores como George Lucas, Stanley Kubrik y Christopher Nolan, entre los más conocidos—, la carga cultural que sobre él pesa lleva siempre a tomarlo como un hito. Además, la nueva articulación entre literatura y cine contemporáneo ha demarcado nuevos tópicos en el género. La versatilidad que recae sobre la mayor parte de sus obras no se resume a la ciencia ficción, pero seguramente sus seguidores agradecen este gesto.
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Esta cinta es altamente recomendable para todo tipo de público y amantes del cine, los videojuegos, la música y la televisión. Sin duda una de las mejores cintas de Steven Spielberg.