La tauromaquia (el “arte” de lidiar con toros) es una práctica que se lleva a cabo desde el siglo XII en países como Portugal y España. Un novillero tiene la encomienda de enfrentar a un toro dentro de una plaza y salir sin un rasguño en el vistoso traje, con la muerte del animal como el máximo motivo de alarido y principal objetivo. Mientras que para algunos se trata de un ritual y parte primordial de la cultura y de la historia, para otros no es más que una desfasada práctica cruel, que hace relucir los instintos más bajos del humano, utilizando la violencia y una clara desventaja para los toros, para entretener a los presentes, quienes conviven entre ellos y generan vínculos sociales alrededor de una actividad que debería estar prohibida desde hace muchos años.
A final de cuentas los toros son seres vivos y sienten dolor, y si alguien no lo ve de esa manera tal vez podría agarrar algo de Olé: el viaje de Ferdinand (Carlos Saldanha, 2017), una película animada que gira en torno de lo antes mencionado pero desde la perspectiva de los animales: ¿qué piensan ellos?, ¿cómo se preparan para salir a enfrentar a los humanos? De hecho, al protagonista de esta cinta, Ferdinand, no le agrada esta práctica.
Ferdinand es un toro diferente a los demás: le gusta oler las flores, cuidar de las cosas que lo rodean, establecer relaciones amistosas con personas y con sus compañeros de la misma especie. Detesta la violencia y se niega a entrenar en su juventud para ser parte de la fiesta taurina. Por otro lado, los demás toros (mayores o de la misma edad), entusiasmados e ignorantes de lo que pasa luego de ser escogidos para llevárselos, siguen sus instintos sin hacer cuestionamientos.
Ferdinand busca por varios medios llevar una vida distinta, sin que lo miren como el “bicho raro”. En una de esas aventuras logra salirse de la granja y llega, por cuestiones del destino, a casa de una familia que lo cría como un animal doméstico, hasta que por infortunio para él, su gran tamaño y errado comportamiento en un lugar concurrido, lo llevan de nuevo adonde comenzó. Entonces debe enfrentarse a sus miedos recurrentes de cuando era más pequeño.
Olé: el viaje de Ferdinand es una historia plausible, que deja un buen sabor de boca e invita a la reflexión sobre la tauromaquia. Los personajes son el alma de la animación, por sus definidas y variadas personalidades: desde el propio Ferdinand, noble, grande y fiel; pasando por el más feroz y valiente, el mismo que cree en su poder sobre el de los demás, hasta una cabra torpe, cómica y con muchas preguntas sobre la vida.
Esta gama de formas de ser genera la complementación entre los involucrados y sostiene el buen ritmo de la película prácticamente durante la hora y 48 minutos de duración. Con chistes agradables, funcionales y sin forzarlos, la audiencia pasará un rato agradable al ver la travesía de estos animales sin llegar a fastidiarse del humor, ya que no es repetitivo o fuera de lugar.
Por otro lado, el doblaje para Latinoamérica también ayuda mucho a lograr la empatía entre lo contado y el público. Idzi Dutkiewicz (Ferdinand), Mariana Treviño (cabra Lupe), Raúl Anaya (Valiente), entre otros, transmiten con su voz la emoción de lo que se desarrolla en pantalla. Especialmente Treviño, quien participa por primera vez en el doblaje de un papel protagónico, dota a la cabra de carisma y la vuelve parte importante de la animación.
No hay que dejar de mencionar el trabajo de animación detrás de la película realizado por los estudios Blue Sky (los mismos responsables de La Era del Hielo y Rio). Se nota a simple vista la minuciosa labor para producir este largometraje. Desde la gama de colores, donde el rojo y amarillo prevalecen (por el país donde se ubica la historia: España), hasta las texturas de las cosas como el pelaje, las flores, la arena y el pavimento.
Olé: el viaje de Ferdinand es película para toda la familia, con un par de valores insertados en la historia que invitan a la reflexión. Los personajes fueron bien desarrollados y el humor es la dosis perfecta para acompañarlos. Es preciso notar que el parecido con la trilogía Toy Story e incluso una parte de Hércules (Ron Clements y John Musker, 1997) puede tener ecos en varios momentos de esta producción.
***
Son muchos los detalles que componen una gran película, pero cuando además refleja los sentimientos de toda una sociedad se convierte en una joya que puede llegar a influir en la manera de pensar y quizá revolucionar algunas ideas que antes no compartíamos. Aquí te presentamos otras 12 películas para entender el orgullo LGBT; o si la literatura es tu hit, con estos libros podrás comprender los derechos de los homosexuales a través de la historia.