“Sharp Objects”, la serie que nos muestra lo doloroso que es volver a nuestro lugar de origen

"Sharp Objects"

"Sharp Objects"

En ocasiones, las historias televisivas intentan construir una estructura narrativa que convierte a sus personajes en objeto de cuestionamiento continuo, quizá por el énfasis que brindan a las historias emocionales en conjunto. No obstante, Sharp Objects de HBO toma la arriesgada decisión de asumir el hecho tridimensional de su protagonista desde lo individual. La Camille Preaker de Amy Adams no sólo es el misterio de una narración cargada de ambigüedad y dobles lecturas, sino que es el rostro visible de una reflexión profunda de lo vicioso que puede resultar la noción del sufrimiento oculto bajo capas de extraño simbolismo. Camille —una reportera con pocas ambiciones, autodestructiva y herida por su pasado— encarna un tipo de personaje que rara vez se muestra en pantalla chica: uno que además de ser el centro de la trama, es también el misterio dentro del misterio. Porque a pesar de que la nueva serie de HBO trata sobre un caso de asesinato, en realidad la atención está en su personaje principal, sus vicisitudes y su particular punto de vista sobre lo moral, el dolor emocional y el horror de las pequeñas tragedias privadas.

Camille regresa al pueblo de su niñez con una bolsa de golosinas, botellas de vodka y todo tipo de obsesiones y dolores convertidos en cicatrices que oculta bajo blusas de cuello cerrado y mangas largas. Hay algo definitivamente claustrofóbico y duro en la forma en que Adams presenta al personaje; pero además en esa sutileza del sufrimiento agónico que se muestra a través de imágenes sobre su pasado, el pueblo como centro neurálgico de todos sus traumas y pesares, la versión de la realidad que el miedo de Camille muestra como una realidad distorsionada. Camille regresa al pueblo en que vivió —y sufrió— buena parte de su adolescencia, pero también al origen de su vida desgraciada y dolorosa. Sharp Objects es una fascinante mirada a ese sufrimiento, el veneno de lazos familiares rotos y el miedo convertido en una forma de agresión moral. Con toda su apariencia de thriller criminal con tintes góticos, la serie es algo más duro y elaborado de comprender. Es Camille convertida en un mapa del dolor a través de sus cicatrices, la autoflagelación, los vicios y adicciones. Pero también es el pueblo y el pasado convertidos en una alegoría del castigo y las lesiones emocionales y reales que aplastan a Camille.

La serie está basada en el libro homónimo de la escritora Gillian Flynn, autora del best seller Gone Girl que se convirtió en un controvertido éxito taquillero en la primavera del año 2014. En Sharp Objects la autora repite la fórmula de un complejo personaje femenino convertido en algo más elaborado que un simple vehículo metafórico. Camille es de hecho un espejo convexo a través del cual se reflejan los escombros de la ciudad en la que nació, y el pasado que se esconde entre los trozos perdidos de historias. En la serie todo parece a punto de sucumbir al olvido: los edificios están vacíos, cubiertos de grafitis y carteles rotos, las paredes agrietadas y abiertas, en las que nace musgo fresco y verde. El aire de abandono tiene un ingrediente de pura decadencia, pero no lo suficiente como para disimular los estragos del tiempo y el dolor lento que parece destruir desde un núcleo invisible a un pueblo perdido en sus secretos. Pero ante todo, Sharp Objects medita sobre la autodestrucción y la muerte, todo parece gravitar en torno a esa idea, medida y elaborada como una comprensión extravagante sobre la pérdida. A la manera de Chejov, la serie utiliza la melancolía aparente como telón de fondo, pero también como motivo del enigma que la envuelve.

Por supuesto, Sharp Objects basa su efectividad en la capacidad del show para cuestionar lo que se supone debería contar y —de la misma manera que el libro— confundir al expectador con un extraño juego de visiones y percepciones de la realidad. ¿Cuál es exactamente el nudo de la historia? ¿La vida atormentada y a menudo desordenada de Camille? ¿O la serie de secretos que subyacen debajo de la apariencia crepuscular de un pueblo que lleva a cuestas sus propios secretos? ¿O quizás una mezcla de ambas cosas, convertidas en un fenómeno de pura especulación sobre los horrores que se esconden puertas adentro de las casas familiares? La serie no se prodiga con facilidad y avanza a un ritmo mesurado que podría confundir, pero que en realidad es un análisis pormenorizado de un tipo de sufrimiento sin nombre, imposible de definir a primera vista. Hay algo ritualista y casi sobrenatural en la forma como se asume la existencia de la muerte —el asesinato— y su relación con el cuerpo de Camille, convertido en una alegoría al dolor ritualizado. La serie analiza a las mujeres —y a su elenco entero, mayoritariamente femenino— y transforma al habitual estereotipo de mujer/objeto en mujer/agente, lo cual añade una inusitada complejidad a los personajes.

A pesar de las expectativas, Sharp Objects huye del habitual juego del gato y el ratón criminal, para construir algo mucho más elaborado y competente. Con una Camille sardónica y tétrica, un pueblo sumido en la desgracia, un asesino sin rostro y una mirada caótica sobre el sufrimiento como base de la violencia, la serie tiene la capacidad de concebir una idea agresiva sobre lo femenino; pero además elaborar algo más duro de asimilar. La adaptación de Marti Noxon de la novela de Flynn conserva toda la belleza agónica de la narración literaria, pero le añade un elemento duro y cínico que elabora un discurso nuevo sobre el sufrimiento, con enorme crudeza y sin caer en dramatismos o análisis morales. Sharp Objects actúa como un eco de algo más sutil, pero a la vez, retorcido de lo que se muestra a primera vista.

https://www.youtube.com/watch?v=e9a2fFeXhSQ

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