La pérdida es uno de los peores sentimientos a los que nos tenemos que enfrentar en vida. Decir adiós a un ser querido, a una pareja, a un trabajo, a un grupo de amigos o a uno mismo es una puñalada que hace descender al alma a lo más oscuro de sí misma. El hombre o la mujer abatidos entran en un periodo de absoluta desesperanza donde el tiempo se ve como una loza que sepulta su corazón.
Escribió el gran autor estadounidense de ciencia ficción, Philip Dick: «¿Por qué llora un hombre? […] No por sentimentalismo. Un hombre llora por la pérdida de algo, de algo vivo. Un hombre llora por un animal enfermo que sabe que no sanará. Por la muerte de un niño: por eso llora un hombre. Pero no porque algo sea triste. Un hombre […] no llora por el futuro o por el pasado, sino por el presente».
Una de las series más poderosas en cuanto a sentimientos de los últimos años es The Leftovers, de HBO, que tiene a la experiencia de la pérdida como su eje motor. El primer capítulo inicia con una mujer en el estacionamiento de un típico supermercado estadounidense. De pronto, ella se da cuenta de que su bebé ha desaparecido del asiento trasero de su auto. Se ha esfumado de la nada y sin explicación alguna. A unos metros de distancia, un menor de edad busca con desesperación a su padre, quien también ha desaparecido sin dejar rastro alguno. ¿Qué está pasando en el mundo? Un fenómeno inexplicable que ha hecho que el 2 % de la población a nivel mundial (140 millones de personas) se haya desvanecido en cuestión de segundos, se conoce como la “Ascensión”.
A partir de la pérdida de lo que para los personajes principales era lo más importante en sus vidas comienza a desarrollarse un torbellino de emociones del cual es imposible emerger vivo. El mundo ahora es otro: algo está ocurriendo y las emociones de los seres humanos se enfrentan al reto de seguir adelante con el recuerdo, la nostalgia de lo que alguna vez tuvieron y se ha ido para siempre.
¿Qué es peor? ¿Seguir en este mundo intentando olvidar el recuerdo de esa persona que nos hacía sonreír con su presencia o ya no tener esperanza alguna, ni siquiera en uno mismo? ¿Qué ocurre cuando los que han quedado en este mundo comienzan a enterarse de los secretos que ocultaban los que ya no están? ¿Quiénes son más afortunados frente a lo que ha quedado de la vida en la Tierra, los esfumados o los que han sido olvidados en este plano terrenal?
Ésta es la premisa de The Leftovers, una serie que a pesar de su impecable argumento no se volvió un producto de consumo masivo. Quizá porque esa misma premisa era demasiado oscura y pesada para ser soportada por la mayoría de la audiencia. Es un relato lleno de tristeza, una honda melancolía que no tiene nada que ver con esas producciones apocalípticas donde los destrozos y los grandes efectos son las aburridas atracciones principales.
En The Leftovers son los sentimientos más humanos los que están al servicio del relato, los que hacen que la serie sea un viaje hasta cierto punto incómodo.
La manera en que está estructurada resulta por demás interesante: no es una historia lineal sino que va de atrás hacia delante, de un lado a otro; salta de personaje en personaje para mostrarnos la vida de cada uno de ellos y su punto de vista particular respecto a un mismo hecho, haciendo que la serie tenga múltiples lecturas y que las emociones cobren más fuerza con ello.
Para quien busque respuestas racionales a lo que está pasando, sólo perderá su tiempo. No las hay y eso es uno de los puntos más fascinantes de esta serie. Quizás eso provoque que más de uno sienta una jodida devastación por ignorar qué está causando la desaparición repentina de los seres amados. Ocurre porque sí, porque a veces la fantasía no requiere de puntos de vista lógicos para disfrutarse. En The Leftovers entra en juego la fe como motor espiritual y físico para salir adelante. La ciencia no tiene cabida en un mundo que se aferra a las explicaciones pero que en la mayoría de las ocasiones no las encuentra. «No entiendo nada», dice un personaje en el último capítulo. «Yo tampoco», responde su acompañante. Y el espectador siente lo mismo, con un poco de desesperación y otro tanto de fascinación al estar ante una historia de exhaustivo trasfondo espiritual. Las interpretaciones de lo ocurrido hacen que la serie se convierta en un oscuro enigma perpetuo.
Por primera vez la humanidad se enfrenta a una pérdida absoluta que se da en condiciones de honda desesperación. Hay una dosis tenue pero profunda de crueldad en este relato: la humanidad no sólo ha sido abandonada o, mejor dicho, despojada de sus seres queridos, sino también ha sido dejada a la deriva por una fuerza mayor, un dios que contempla con frialdad cómo las familias se desintegran, cómo las madres lloran la ausencia de los hijos, cómo los vecindarios se convierten en una especie de cementerios donde el silencio reina en cada rincón. Lo peor de todo es que la pregunta de ¿a dónde se han ido los desaparecidos?, permanecerá sin respuesta de manera irremediable.
La historia y su terrible frialdad provienen de la novela del periodista estadounidense Tom Perrotta titulada Ascensión. He aquí un fragmento de la misma para entender el sentido de la novela y la serie: «“Somos agnósticos”, les solía decir a sus hijos cuando eran pequeños y buscaban una palabra para definirse a sí mismos frente a sus amigos católicos, judíos y unitarios. “No sabemos si Dios existe y nadie puede saberlo. Hay gente que dice que lo sabe, pero en realidad no es así”».
The Leftovers es un hermoso golpe a la razón y las creencias del corazón que te hará ver que tu vida no es tan jodida como pensabas. ¿O tal vez sí?
The Leftovers es una de las mejores series que deberías estar viendo porque casi nadie conoce. Por medio de ella podrás entender los dramas de la vida espiritual del hombre moderno y los miedos que le embargan ante la pérdida de todo lo que creía seguro. Su productor, Damon Lindelof, ha creado uno de los mejores productos que se puedan ver en la televisión, haciendo una experiencia visual y sentimental de alto voltaje que te hará cuestionar todo lo que has creído y sentido con anterioridad. Tres temporadas le han bastado para ser una serie a tomar en cuenta para aquellos que se precien de ser amantes de los grandes relatos de corte existencial.