Vengo a platicarles que hace algunos días me encontraba con un antojo de cortes de carne que no les cuento mucho porque creerían que estoy embarazada o algo por el estilo. Preguntando por la zona de Narvarte me recomendaron un lugar que sació (y más) todos mis antojos. En la esquina de Avenida Universidad 399 encontré a ‘El Viejo Camilo’, un lugar lleno de historia y tradición con más de 20 años de servir deliciosos platillos a chicos y grandes.
Yo fui un jueves, entre semana, por ahí de las 4:00 pm. Todo tranquilo. Tomé una mesa de la parte de afuera y muy amablemente me ofrecieron la carta. Noté que hay muchas medidas de seguridad que ya hemos aprendido con los meses. Me atendieron súper amablemente y me ofrecieron alguna entrada o algo de beber. Pedí un jugo de carne y me recomendaron el agua de horchata. Acepté.
Me dio mucha curiosidad ese lugar, ¿a dónde había llegado?
Soy la más chismosa de las chismosas y quise conocer la historia porque el local se ve que tiene algunos años con la decoración de vitrales, muchos dibujos en las paredes del interior y algunas barras y parte de la cocina sin funcionar. ¿Qué escondía ese colorido lugar?
Platiqué con Francisco, el gerente del lugar y entonces entendí todo. Hace algunos años, él y su amigo Raúl Pérez, quien por cierto era muy activo con los negocios, decidieron abrir un restaurante en un pequeño local cerca de su casa. Ninguno de los dos tenía idea del mundo restaurantero. Él español y su amigo argentino, decidieron darle a los mexicanos las mejores parrillas de Monterrey. Sí, ¡Monterrey!
Cuenta Francisco que durante los planes para abrir el lugar, Raúl le dijo: desde la apertura serás regio. Después de risas tuvo que asumir un papel muy alejado a su nacionalidad para darle credibilidad al negocio. Les fue muy bien, ambos asombrados con la buena respuesta decidieron dedicarse de tiempo completo a ‘El Viejo Camilo’ que antes era conocido como ‘Don Camilo’ y ofrecía parrillas y carne.
Al no tener idea del mundo restaurantero, se enfocaron en la experiencia y cómo les gustaría que los trataran a ellos. Rápidamente ‘El Viejo Camilo’ empezó a tener muchos clientes que se volvieron amigos. Vaya que me di cuenta, el señor Francisco caminaba afuera del restaurante y muchos lo saludaban efusivamente.
Lamentablemente Raúl Pérez falleció hace dos años y su hija, Camila Pérez del Moral, asumió la dirección luego de prepararse literalmente toda su vida. Estudió Negocios Internacionales, tiene un diplomado en Le Cordon Bleu en Suiza y actualmente estudia un diplomado de restaurant Management y por supuesto se mete hasta la cocina para comprobar que la comida y bebidas sean cada día mejor. Emocionada por tomar las riendas del lugar, le ha dado un aire fresco y jovial al lugar que de por sí ya es fenomenal.
Llegó mi comida, la mayoría por recomendación de Francisco, les tengo que contar cada una de ellas. Debo empezar por el agua de horchata, de verdad no he probado un agua de horchata tan fresca y cremosa a la vez. Tiene el punto ideal de dulzor, no empalaga para nada y te hace querer litros y litros más. Probé el jugo de carne y ¡wow! es un platillo delicioso. Posteriormente Francisco me recomendó una pizza individual y un plato con chorizo argentino y chistorra para botanear. Me cuenta que poco a poco agregaron preparaciones de sus lugares de origen, por ejemplo, él fue el responsable de perfeccionar la deliciosa agua de horchata como lo hacen en su natal España, se unieron a la carta platillos más argentinos como las empanadas que por cierto también probé, y algunas otras ideas que se intentan y si tienen éxito, se mantienen.
Entonces llegó mi plato esperado: un corte New York término medio que estaba fabuloso. Lo acompañaron con guacamole y cebollitas. Estaba justo como se me antojaba.
Yo no perdono el postre, perdón, guardé un huequito para una crepa de dulce de leche que estaba maravillosa acompañada de un poco de nuez, y un brownie con nieve de vainilla encima.
Ya sé qué están pensando, ¡cuánto comí! y sí, le entré bien y bonito pero no quería irme. El lugar es espectacular, muy cómodo, hay música en vivo y me dicen que por las noches hay un imitador de José José con el que no dejas de cantar. Cuando me di cuenta ya eran aproximadamente las 7:00 y ¡estaba lleno el lugar! incluso había fila para poder entrar. Y vaya que es grande porque Francisco me contó también que poco a poco se fueron ampliando. Iniciaron con un pequeño local en la esquina y luego adquirieron los dos siguientes un poco más grandes.
No solo se preocupan por los alimentos, es toda una experiencia increíble. El equipo de El Viejo Camilo se ha dedicado a hacer un entorno que complemente tu visita, por eso han adoptado las jardineras a su alrededor para darles mantenimiento y que se vean hermosas al salir y entrar. También han comprado varios lugares para usarlos como estacionamiento así que no te preocupes por tu auto que estará muy seguro.
Terminé mi experiencia con un carajillo porque de verdad ya me dolía el estómago de tanta comida. Estaba delicioso, también fue propuesta de Francisco para no irme rodando. ¡Me vino tan bien! decidí tomarlo solo puesto con un par de hielos.
Fue el cierre perfecto a este gran antojo. Sin duda es un lugar con mucha historia lleno de aventuras, cariño, amistad y mucha dedicación para ofrecer los mejores platillos y una buenísima experiencia. ¡Tenía que venir a contarles!
Estoy segura que alguien por aquí lo conoce. Si es así, cuéntame en @culturacolectivacomida