El auge de los productos light durante los años 80 se apagó a partir del descubrimiento del aspartame y su dañino potencial para el organismo; sin embargo, la presentación de alimentos y bebidas alternativas a los convencionales mostró el camino a seguir para la publicidad en la industria alimentaria.
En pleno siglo XXI, la sociedad contemporánea atraviesa por una etapa donde los hábitos de vida se han convertido en simples artículos que pertenecen a un mercado determinado y responden a un patrón de consumo. Entre muchos otros artículos, la salud está de moda: lo de hoy es pasar horas en el gimnasio, cambiar el atuendo de oficina por el de runner nada más salir del trabajo, asistir periódicamente al psicólogo de cabecera y por supuesto, comer saludable.
Los típicos productos alimenticios que antes atiborraban los anaqueles de supermercado han cambiado sustancialmente. En la actualidad es posible encontrar toda una gama de subproductos especializados al gusto –y la supuesta necesidad– del consumidor: el refresco en su versión original, light, cero calorías, sin cafeína o endulzado naturalmente. Lo mismo la leche, que de su versión genérica despliega la baja en grasas, deslactosada, especial para niños y adultos mayores o la de calidad premium. Sendas bebidas son totalmente innecesarias en la dieta de un adulto y sin embargo, existe una diversidad suficiente para todos los gustos (o bien, para crear uno nuevo).
El problema es más profundo de lo que aparenta. Detrás de nuestra educación nutricional, de los esquemas con pirámides de alimentación y platos del buen comer que aprendimos en la escuela, se esconde el discurso de una industria multimillonaria que moldea la dieta que conoce el mundo según las necesidades del mercado.
Es necesario repensar el significado de conceptos que creemos tan claros y transparentes como saludable, bajo en grasas o sin calorías, porque la noción que domina en nuestras mentes corresponde a la creada por el lobby de los inmensos productores que alimentan (o dejan de hacerlo, según los beneficios de las empresas) al globo, presionando desde esferas políticas a gobiernos y organizaciones para promocionar determinados alimentos o cambiar la percepción que el público tiene sobre ellos.
El mejor ejemplo está en el desayuno: los huevos al gusto con embutidos como plato principal acompañados de pan, leche o jugo de fruta y algún cereal aparecen en el imaginario colectivo como un desayuno idóneo, muy cercano a lo que aspira cualquier mortal y no sólo eso, también cabe resaltar que se trata del alimento más importante del día.
¿Qué hay de malo en todo esto?
Estamos ante dos grandes mitos de la alimentación contemporánea. El desayuno es el alimento más importante únicamente porque se trata de la primera comida del día, de la misma forma que el primer paso fuera de la cama es prioritario para iniciar las actividades de cada mañana, pero no existe indicador alguno que demuestre su prioridad sobre las demás comidas a lo largo de la jornada. Con respecto a los ingredientes del desayuno perfecto, el azúcar, colesterol, grasa y almidón contenido en los alimentos lo convierten en la antítesis de una comida saludable. Ni los embutidos son sanos, ni es recomendable comer trigo todos los días y el jugo no sustituye de ninguna forma a las frutas en su estado natural.
La industria de la alimentación no sólo se mueve turbiamente entre gobiernos y políticas públicas, también paga cuantiosas sumas por promocionar sus productos y sobre todo, por su ubicación idónea en los supermercados. De ahí que las marcas con más presencia en el mercado se encuentran al alcance de los ojos y la vista del consumidor promedio. Ni arriba, ni abajo, sino justo en el anaquel que se alcanza con el mínimo esfuerzo para tomar un ejemplar y dejarlo caer sobre el carrito.
Así que la próxima vez que deambules por el supermercado eligiendo lo que comerás en los próximos días, haz caso omiso de las etiquetas saludables, las fórmulas fortificadas, los bajos en grasas o sin conservadores artificiales e infórmate para conocer todo lo que se oculta dentro de un empaque llamativo y al alcance de todos. Evita vender tu salud como un artículo que responde a tu patrón de consumo favorito.
Si quieres conocer las alternativas que tienes frente a el inmenso bloque de poder de la industria alimentaria, no dejes de leer estos 6 trucos sencillos para bajar de peso sin estar a dieta que debes seguir cuando estés en un supermercado. Descubre la otra cara de la industria después de ver estos 8 documentales que demuestran que lo que comes es basura.
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Referencias:
Popular Science
World Health Organization
El Comidista