El futbolista más ganador en toda la historia. No hay más. Acumula 46 títulos en toda su carrera como futbolista profesional. Se habla de Cristiano Ronaldo, de Lionel Messi, de Pelé, de Maradona, pero Dani Alves ha levantado más trofeos que cualquier otro en la historia del futbol, la mitad, con el que fuera un equipo sin igual: el Barcelona, que ahora mismo no pasa por su mejor momento, sin embargo, de la historia no se podrán quitar los 23 trofeos que con los blaugranas levantó el lateral brasileño.
Su nombre ha sido tema de conversación en los últimos días, pues por fin se ha confirmado como refuerzo de los Pumas de la Universidad convirtiéndose así en el bombazo del verano en la Liga MX. Dani Alves tiene una historia que comenzó en una granja ubicada en Brasil, en la que trabajaba desde las cinco de la mañana junto a su hermano, para salir adelante junto con su familia.
La infancia de Dani Alves
Antes de cada encuentro, Dani Alves tiene un ritual: pararse frente al espejo y bloquear todo lo que hay a su alrededor. Entonces, recuerda a ese niño de 10 años que era impulsado por su padre para convertirse en algo que él no pudo: futbolista profesional. Alves narra cómo dormía en una cama de cemento en una casa pequeña que habitaba con su familia en Juaziero, Brasil.
“El colchón sobre la cama es tan grueso como tu dedo pequeño. La casa huele a humedad, y está oscuro afuera. Son las cinco de la mañana y el sol todavía no sale, pero tengo que ayudar a mi padre en nuestra granja antes de ir a la escuela. Por horas competía con mi hermano para ver quién era el mejor trabajador. Porque, el que mi papá dijera que le ayudaba más, tenía el derecho de usar nuestra única bicicleta”, narra Alves en una carta pública escrita hace cinco años.
Y ahí, frente al espejo, con los ojos cerrados, Dani piensa en su padre antes de cada juego. “Tenía todo el día en el campo por delante y después, en la noche, iba a un pequeño bar que atendía para hacer dinero extra. Era un pedazo de futbolista cuando rea chico, pero nunca tuvo el dinero para ir a una gran ciudad para que los scouts pudieran verlo. Él quería asegurarse de que yo tuviera esa oportunidad, aunque eso lo matara”, escribe el exjugador del Barcelona.
La promesa que lo convirtió en profesional
A los 13 años, su padre lo llevó a una academia en donde, lejos de su familia, tendría que abrirse paso para ser uno de los mejores. Le compró un uniforme para que pudiera usarlo en los entrenamientos, sin embargo, un día, de la nada, la equipación que dejó secar al sol después de lavar, desapareció del tendedero. “Alguien lo había tomado. Ahí fue cuando me di cuenta de que no estaba más en mi granja. Alguien robó mi ropa. Extraño a mi familia y, definitivamente, no soy el mejor jugador. De 100, soy el 51 en habilidad. Así que me hice una promesa. Me dije a mí mismo: ‘no vas a volver a la granja hasta que hagas que tu papá esté orgulloso de ti. Quizá seas el 51 en habilidad, pero vas a ser el número uno o 2 en fuerza de voluntad. Vas a ser un guerrero’”.
A Dani le costó un lapso de cinco años para llamar la atención de los visores y para el que lo hizo, no era cualquier cazador de talentos, era uno del Sevilla, de España. “Estoy jugando para el Bahía de la Liga brasileña, cuando un gran scout se acerca a mí y me dice: ‘Sevilla está interesado en firmarte’. Dije: ‘¡Sevilla, asombroso!’. El scout me dijo: ‘¿Sabes dónde está Sevilla?’. Respondí: ‘Por supuesto que sé donde está Sevilla. Sevilla me encanta’. Pero yo no tenía idea de dónde estaba Sevilla. Días después, comencé a preguntar y descubrí que Sevilla juega contra el Barcelona y el Real Madrid”. La vida de Dani Alves cambiaría para siempre.
Aunque los primeros seis meses en Sevilla fueron complicados porque la adaptación en un país en el que no hablan tu idioma y en el que te ven como si debieras estar en las inferiores y no en el primer equipo, algo pasaba por la cabeza de Dani cada que se cruzaba la idea de abandonarlo todo: el uniforme que su papá le compró a los 13 años y que le robaron en la academia. “Pienso en él con el tanque en su espalda, rociando químicos. Y decido que me voy a quedar, que voy a aprender el idioma y que voy a tratar de hacer algunos amigos para que, si vuelvo a Brasil, al menos tenga una nueva experiencia que compartir”.
Ese Dani Alves que trabajaba desde las cinco de la mañana en una granja, para después ir a la escuela, es hoy el más ganador del mundo. Uno que cierra los ojos cada que va a comenzar un juego, uno que piensa en la familia como pilar fundamental para conseguir ser grande. Uno que Cada que camina al vestidor se dice siempre lo mismo: ‘Caramba. Vine de la nada. Estoy aquí. Es irreal, pero estoy aquí’.