Texto escrito por: Juan Sandoval Pallares
Los gabinetes de maravillas surgieron en el siglo XVI; se modificaron conforme a las preocupaciones de cada época, hasta su desaparición: durante el transcurso del XIX, fueron desplazados por los museos, espacios de carácter público e institucional que pueden entenderse como sus herederos.
En el caso de Europa, durante el Renacimiento, se crearon gabinetes regios conformados por objetos, resultados de visitas a lugares lejanos -conquistados o conocidos-, obsequios diplomáticos y premios de guerra, o bien, piezas de manufactura preciosa. Más adelante, en el siglo XVII, los gabinetes comenzaron a especializarse en temas como la etnología o el arte y se realizaron inventarios de las piezas que los componían. En aquel siglo surgieron los muebles gabinete hechos con maderas preciosas en los que se exhibían las piezas más valoradas. Ya en el siglo de la Ilustración, en el XVIII, los gabinetes funcionaron como reservas de saber y se abrieron espacios para la investigación, separando los campos de la imaginación y de la razón, de lo maravilloso y de lo científico.
A la par de lo anterior, en México, durante el periodo virreinal, se reunieron colecciones famosas, ya fuera por sus conocidos dueños, entre los que mencionamos a Carlos de Sigüenza y Góngora, al cosmógrafo Enrico Martínez o a la marquesa doña Teresa Francisca María de Guadalupe Retes Paz, o por lo llamativo de sus contenidos. Los objetos que las constituían, conformaban una suerte de gabinetes de maravillas que podían ser mostrados en su totalidad o de forma parcial durante convivios o reuniones, representando las ideas, valores y gustos de sus poseedores, además de su estatus social; objetos, usos, así como prácticas europeas y orientales las enriquecieron al igual que las locales.
Entre los objetos que se resguardaron en estos gabinetes existieron también de uso cotidiano, devocionales, objetos raros o exóticos, instrumentos científicos y de trabajo, todos ellos creados a partir de distintas técnicas, materiales y en diversas partes del mundo. Se cuentan piezas realizadas a partir de cristal, metales y maderas preciosas; ejemplo de ello es el cristal veneciano, la porcelana china, los textiles de la India o los muebles realizados en Villa Alta de San Ildefonso, Oaxaca.
También se reunieron piezas referentes al pasado mesoamericano: cerámica, lítica, plumaria, códices, por citar algunos casos. Se coleccionaron huesos humanos, fósiles de plantas y animales, rocas, animales disecados, plantas, plumas de aves, hierbas medicinales y semillas. Los mapas y los instrumentos de medición o aparatos igualmente fueron coleccionados; en este sentido destacaron relojes, telescopios y aparatos ópticos.
La colección del Museo Franz Mayer se integra por piezas que bien podrían clasificarse como maravillosas y/o curiosas; sin lugar a dudas, muchas de ellas pertenecieron a gabinetes mexicanos, europeos e inclusive asiáticos y, entre todas, han tejido el carácter que distingue a este espacio.
Todas las fotografías que acompañan esta entrada pertenecen al acervo del Museo Franz Mayer.