Tal vez el término “Correo Postal” pueda sonar como algo fuera de esta época; debido al avance exponencial de la tecnología, ahora es posible comunicarse en tiempo real con prácticamente cualquier persona en el mundo. Basta contar con conexión a Internet para lograrlo. Un avance que era inimaginable para aquellos que utilizaban las cartas como medio de comunicación a inicios del siglo XX.
En respuesta al crecimiento del uso del servicio postal en la Ciudad de México a finales del Siglo XIX y principios del XX, el 17 de febrero de 1907, durante el gobierno de Porfirio Díaz, se inauguró la que sería la quinta casa de correos, mejor conocida como El Palacio de Postal de México; uno de los edificios más bellos de dicha ciudad.
Siendo los encargados del proyecto el arquitecto Italiano Adamo Boari (diseño) –quien es coautor del proyecto del Palacio de Bellas Artes –y el ingeniero mexicano Gonzalo Garita (construcción); el 14 de septiembre de 1902 se comenzó la labor de construir en un espacio de 3,730 m2 uno de los edificios más emblemáticos del primer cuadro de la ciudad. Éste se encargaría de manejar el alto volumen de correspondencia que se recibía a inicios del siglo XX.
El estilo arquitectónico del recinto está inspirado en el plateresco isabelino y el gótico veneciano. Sus detalles artísticos nos podrían recordar al Palacio de Monterrey en Salamanca, España, y al Palacio Ducal en Venecia, Italia. El conjunto de estos rasgos arquitectónicos, hacen que se considere como un edificio de estilo ecléctico.
El Palacio Postal fue construido sobre una estructura de acero estilo Chicago, técnica traída de los rascacielos de Nueva York. Además, los muros fueron revestidos con sillares de cantera blanca de Pachuca, la cual al estar a la intemperie comienza un proceso de oxidación, regalándonos el color oro pálido que caracteriza al edificio.
Una de las principales bellezas del edificio es la gran cantidad de detalles artísticos que lo conforman. Con un interior espléndido, destaca la escalinata señorial ubicada en el vestíbulo, construída con pisos de mármol mexicano y bronce dorado elaborado en la Fondería del Pignone de Florencia, Italia, encargados también de elaborar los detalles de pórticos, gárgolas y faroles que se encuentran al exterior.
El cubo del vestíbulo se encuentra cubierto por un domo que permite una ideal iluminación para apreciar los diseños de escudos heráldicos rodeados de motivos fitomorfos ubicados en el tercer piso junto a las banderas de los países pertenecientes a la Unión Postal Universal. En la torre principal se encuentra un reloj monumental importado desde Alemania, el cual con el ruido citadino de 1907, se lograba escuchar a cuatro cuadras de distancia.
El 4 de mayo de 1987, el Palacio Postal fue declarado Monumento Artístico de la nación.
En estos tiempos de inmediatez informática, el arte de escribir cartas cada día se olvida más, dejando durante su camino, un sinfín de historias de amor forjadas en papel y tinta; historias que son liberadas en cartas que esperan ansiosamente a ser contestadas, un peculiar sentimiento que la juventud ya no conoce, pero que sus padres aún tienen fresco.
Aprovechando las fechas cercanas, sería una buena idea recuperar el romanticismo al estilo antiguo, y enviarle un par de cartas a ese amor que día a día se esfuerza por ver tu sonrisa.