¿Qué pensarías si hoy te aseguraran que el lugar en el que habitas no es resultado de la arquitectura moderna, sino de los ‘espacios basura’ que queden de ella?
Además de ser complejo de comprender, este concepto –espacios basura– resulta ajeno a la mayoría; no obstante, irónicamente se trata de la suma total de todo lo que se ha construido por y para nuestra generación. Lo que suena como una aberración de desechos y desperdicios, es la realidad a través de la que caminamos y en la que convivimos todos los días. La interrupción y la falta de planeación, así como el exceso de tecnología infiltrada a la fuerza en cada uno de los lugares que habitamos, fomentó una desorientación de la estructura que la verdadera arquitectura –una antes del siglo XX– había logrado.
Rem Koolhaas, arquitecto holandés y opositor al movimiento moderno de arquitectura, explica lo condicionados que estamos a un espacio, aún en “áreas comunes o territorios libres”; a ese fenómeno de alienación y limitación le denominó espacio basura. Por ejemplo, los centros comerciales en los que se supone tenemos oportunidad de pasear con libertad, realmente nos controlan a través de una política de consumo traducida en una experiencia de compra que creemos necesaria. Así que en decidir visitar una plaza el fin de semana, no hay nada de libertad.
El residuo que queda entre el espacio público y aquel que está construido para la recreación del visitante, es ese espacio basura que la arquitectura actual no sabe explicar ni puede justificar. La nula planeación convirtió al territorio sobre el que nos movemos en un problema que nos confunde y divide. Los muros mal hechos se encuentran en donde no deberían; la ornamentación de espacios exclusivos se resiste a desaparecer, pero la segregación de zonas olvidadas también. Ahora es cuando deberíamos preguntarnos si la teoría de la desornamentación de Adolf Loos y su racionalismo arquitectónico en realidad eran tan antagónicos como muchos lo plantearon.
Partiendo de estas problemáticas ¿cual sería la respuesta a la siguiente pregunta?
¿Tú construyes los espacios basura o los espacios basura te construyen a ti?
Al parecer las superficies sobre las que caminamos son las que dominan y rigen nuestra estancia, cuando debería ser exactamente al revés. La urbanización se trata de un montón de edificios, puentes, muros, vallas y espacios inútiles que se rigen a través de códigos absurdos, más no a partir de su funcionalidad y objetivo. Por ejemplo: la arquitectura moderna exige cierto código de vestimenta, pero no ofrece más que un diseño revestido para ocultar la inseguridad y violencia que fomenta el mismo espacio.
Con el afán de convertirnos en ‘ciudades globales’ –término que la socióloga Saskia Sassen utilizó para describir aquellos espacios urbanos que cumplen con las características resultantes del efecto de la globalización– la arquitectura creó estructuras huérfanas que segregan regiones enteras y hasta formar un sistema ilusorio. Éste último funciona a partir de rapar, pegar, plegar, verter, encolar, disparar. Duplicar, fundir, cortar, doblar, rasgar y recubrir los errores en el espacio; es decir, a través del acoplamiento fugaz y no de la edificación y distribución inteligente.
Entonces, ¿quién configura a quién? De acuerdo a Koolhaas y su análisis sobre el espacio basura, la arquitectura moderna no cambia para mejorar, sino para controlar al hacernos creer que ésta cubre nuestras necesidades. La insistencia que el ser humano ha desarrollado por obtener una gratificación instantánea ha convertido a los espacios basura en nuestra nueva configuración. Los pasillos inútiles y peligrosos entre unidades habitacionales inmensas sin identidad alguna, los centros comerciales que interrumpen el flujo del transeúnte, las bifurcaciones absurdas a la mitad del terreno y las áreas olvidadas forman parte de este fenómeno que desestabiliza regiones enteras.
Por lo tanto, de forma contraria a como debería comportarse el espacio que ocupamos, éste ha terminado por construirnos a nosotros. De forma distópica el tráfico, consecuencia de esta desorganización urbana y arquitectónica, nos moldea negativamente (sólo por mencionar un ejemplo). Koolhaas plantea en su análisis cómo el espacio basura es el resultado de las millones de “mejoras” que se han intentado, mismas que terminaron por convertirse en nuestro destino y no en las herramientas para la construcción de nuestro propio camino. Uno en el que la estética importe menos y la libertad pese más, uno en el que la alienación y la violencia se reduzca para que nuestra convivencia mejore.
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Fuentes
“El Espacio Basura”, Rem Koolhaas
“La ciudad global”, Saskia Sassen