“Por meses la vi y sólo pensar en ella podía despertar mis instintos más bajos. La imaginaba sin ropa, mi mente recreaba los sonidos que seguramente haría cuando mi miembro la penetrara. La idea de tenerla entre mis brazos, estrujar sus tetas, contornear líneas en su espalda con mis caricias, someterla y mostrarle mis talentos me hacía soñar despierto. Intentaba decirle lo que sentía, invitarla a salir, pero cada que me acercaba a ella, sentía cómo, paulatinamente, mi miembro se endurecía y debía retirarme antes de dar otro paso.
Todas las noches, entre mis sábanas, me masturbaba mientras pensaba en ella. Le dedicaba ráfagas de semen mientras todas las mañanas, cuando la veía pasar cerca de mí, mi cuerpo se estremecía. Un día ella se acercó, miré fijamente su rostro para que ella no pudiera desviar su mirada y ni siquiera pensara en ver mi pene incómodo atrapado y cada vez con más sangre. Esa noche salimos por primera vez, al finalizar la cena, la acompañé a su casa, parecía contener mi ímpetu de saltar sobre ella y besarla por todo el cuerpo, en cambio, intenté despedirme tímidamente con un beso en la mejilla. Ella se apresuró a cambiar su mejilla por unos labios húmedos y fríos que me causaron un escalofrío, no lo pude resistir y continué el beso hasta robarle el aliento.
Pasamos a su casa, a su cuarto. Sentía que la pasión podía invadir toda la habitación. De pronto, besó mi cuello, mi pecho, mis muslos y por fin, llegó a mi pene. Lo devoró, sabía perfectamente lo que hacía y a mí me encantaba. Cargué su cuerpo ligero, la puse contra la pared y la masturbé hasta que la sentí suficientemente mojada. Quise introducir mi pene en ese instante, pero en lugar de eso, le devolví el favor. Mientras tocaba sus senos, bajé hasta su vagina y la chupé como si no hubiera mañana. Los ruidos que imaginaba cada noche no se comparaban a lo que en realidad ocurría, los dos estábamos tan excitados…
Como un loco metí mi pene en su vagina, el mejor sexo de mi vida… oí sus gritos, se deshacía, sentía sus contracciones y para mí era suficiente para decirle a alguien que en un momento de mi vida estuve en el cielo. De pronto, por unos instantes dejó de respirar y tras esa retención de aire, oí un grito sordo que sólo significó una cosa: los dos, al mismo tiempo, desfogamos toda nuestra pasión en unos segundos. Toda la noche repetimos el procedimiento sin exactitud… una vez más en la cama, la siguiente en el sillón y en otro momento, no sé cómo, recostados en el piso frío sin importar nada. La puse en posiciones inimaginables, de espaldas, frente a mí, los dos boca arriba, en cuatro… esa ha sido la mejor noche de mi vida”.
Tarlei Melo es un ilustrador brasileño que desde 2006 comenzó a hacer cómics pornográficos. Sus primeros dibujos, asegura, los califica como eróticos, pero los reservó para que más tarde pudiera hacer compilados con imágenes extraordinariamente excitantes. Con hojas de papel A4 y a mano alzada, intenta hacer de sus trazos algo que todos disfruten.
Inventa mundos que, según él, no son nada relevantes, con criaturas irrelevantes como él. De Sao Paulo, con dibujos a mano nos muestra un mundo oculto en el que las pasiones son más importantes que el “qué dirán”. Aquel espacio que todos hemos disfrutado pero que, al verlo en los demás, no puede suceder otra reacción que excitarnos.
Cada trazo parece específicamente diseñado para demostrarnos, de la manera más explícita posible, que el acto carnal nos vuelve presas del deseo. Hombres y mujeres entramos a un mundo fantástico en el que no importa nada mas que el otro cuerpo, cuánto es capaz de gozar y cuánto podemos disfrutar nosotros. Sin restricciones, tapujos o límites, nos da igual qué orificio tocan siempre y cuando lo hagan con la sutileza debida.
Nos convertimos en animales, en la bestia que despoja al otro de la ropa, que quiere comer un poco de su piel, destruir los prejuicios y jugar una aventura en el que dos ganan. De pronto, sin saber, nos hacemos adictos a la magia que provocan las luces oscuras, las sábanas revueltas, un cuerpo desnudo a nuestro lado y sentir el orgasmo perfecto que acabamos de experimentar. Enredados y sin salida, queremos más, lo buscamos a toda costa, nuestra piel se eriza cada vez que sabemos que estamos cerca de lograr el objetivo y así, el fanatismo que todos imaginamos es descrito a la perfección en estas ilustraciones.
Contestatario, rebelde, irreverente… cada ilustración lo es y nosotros, en el sexo, también deberíamos serlo. Porque a veces, disfrutar del sexo y la pasión significa ser más perverso cada día… como en estas ilustraciones.
Fetiches, perversión y sudor en ilustraciones eróticas
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