“La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos de Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. […] Su vocabulario estaba construido de tal modo que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar a otros sentidos por métodos indirectos” […] La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable”.
Fragmento del Apéndice de 1984 de George Orwell
Watson encuentra el escribir en un pequeño diario, la acción revolucionaria más grande de su época. Desafiando las reglas de un estado que intenta controlar cada ámbito de la vida , el protagonista de 1984 descubre el poder que las palabras tienen, y cuyo significado trae consigo una parte de la historia humana. El orden, no aleatorio, en el acomodo de las letras encierra emociones, mismas que describen determinadas acciones, lugares o personas, donde una modificación del lenguaje y la capacidad de orientar su significado hacia un sólo lugar, causa la delimitación del pensamiento humano. Perder la capacidad de jugar con las palabras, el doble sentido, las metáforas y demás maravillas del lenguaje supondrían una lamentable involución en el progreso humano, pero ciertamente facilitarían las facultades totalitarias de un estado.
1984 es uno de los libros más importantes de la postguerrra, donde con gran delicadeza y exquisitez, Orwell logró plantearnos la insurgencia de un hombre ante una forma de vida. El caso de la neolengua recibió un espacio estelar dentro del apéndice de la obra, donde Orwell profundizó en los principios del lenguaje ideado por el sistema totalitario. Dicha referencia nos permite adentrarnos en el poder de las palabras, mismas que guardan una de las partes más valiosas de la humanidad: nuestra esencia. Dentro de esa maravilla que esconde el acomodo de las letras, no podemos dejar de lado la riqueza de los diferentes idiomas alrededor del mundo, donde cada uno ha sido construido en relación con la historia y la cultura de los lugares. Cada sociedad guarda sus mejores secretos en aquellas palabras que sólo se entienden en términos de su propia idiosincracia, palabras que muchas veces no pueden ser traducidas a otros idiomas y que requieren una descripción para ser comprendidas.
La belleza de aquellas palabras que no tienen traducción fue retomada por la diseñadora gráfica Anjana Lyer, quien creó la serie de ilustraciones titulada: Found in Translation. En este proyecto, Lyer representa el significado de algunas de las palabras más hermosas en el mundo que no tienen traducción, donde las habilidades en el diseño de la neozelandesa acompañan una breve descripción que despiertan las emociones de los lectores. La idea surgió después de que la diseñadora fuera invitada a participar en 100 Days Project, una página web que motiva a que artistas de distintas disciplinas dediquen cien días a hacer lo que aman.
Te compartimos algunas de las ilustraciones de la diseñadora, esperando que como parte de su proyecto, la lista aumente.