El mundo en cada uno de sus rincones se forma de pequeños detalles que son, sin duda alguna, los que lo siguen haciendo el mejor lugar en el que nos tocó vivir. Desde un pequeño brote que pasa desapercibido en el parque y que ha de convertirse en un precioso arbusto, hasta la grieta en un muro que nos advierte acerca del andar del tiempo.
Absolutamente todo lo que nos rodea, por más pequeño que sea, es capaz de provocarnos una emoción que puede ir desde la ternura más delicada hasta el miedo profundo.
Si lo pensamos un poco, las cosas más grandes son a veces las que ignoramos con más frecuencia. Aunque las razones son variadas, podemos decir que una de ellas es que confiamos en que al día siguiente volverán a estar ahí dándole sombra a quien la necesite. Un edificio gris y lleno de ventanas nunca logrará sorprendernos tanto como encontrarnos, por ejemplo, con una gran ballena en algún viaje por el mar, pues aunque se trate de un animal inmenso, las posibilidades de encontrarla justo ahí y en ese momento eran realmente pequeñas.
Podríamos pensar que así se nos va la vida, sorprendiéndonos con pequeñas cosas y breves instantes. Quizás esa sea la razón principal por la que debemos desconfiar de quienes creen en el amor a primera vista, después de todo ¿cuánta credibilidad se le puede dar a alguien que en un primer encuentro decide darlo todo? Si hay algo que de verdad necesita de los detalles eso sin duda alguna es el amor. Una cara bonita es sólo el comienzo de todo un universo lleno de galaxias sentimentales en cuyo interior hay planetas que aún resguardan muchas más cosas por descubrir.
En ese sentido, las personas somos como un pequeño juego de matrioshkas rusas donde cada detalle, conforme más pequeño, se vuelve mucho más relevante. Pensando específicamente en los tatuajes de la gente, ya son pocos los diseños que con un gran tamaño logran captar nuestra atención; ahora, como si todos hubiéramos entendido la importancia de los detalles al mismo tiempo, centramos nuestras miradas en los dibujos más pequeños y tratamos de descifrarlos para entender, al menos un poco, a quien tenemos enfrente.
Pero, ¿es realmente el tamaño de estos tatuajes lo que nos hace querer descubrirlos o hay algo más? La reciente tendencia a tatuarse la hélice de la oreja nos sugiere que lo que en realidad nos interesa son esos detalles que permanecen ocultos a nuestros ojos, todo lo que esperamos que la vida o alguna fuerza oculta nos revele como el secreto más grande del Universo. Llegar a un significado definitivo de todas estas imágenes es tal vez una tarea ambiciosa, no obstante es seguro que ese mensaje o sentimiento es algo tan personal que debe permanecer oculto para la mayoría de la gente.
Al final del día, estos tatuajes siguen formando parte de esos pequeños detalles que nos sorprenden y de los que nos enamoramos sin saber cómo o por qué. Sabemos que están ahí y quizá por eso nos maravillan tanto, lo cierto es que sólo cuando logramos entenderlos podemos darnos cuenta de cómo se forma la vida, incluso de la marca más pequeña en nuestros cuerpos.