¿Cómo no tener una extraña fascinación por los pies cuando la humanidad la ha tenido desde su concepción?
A través de diferentes culturas y las artes, los pies han sido vistos como miembros divinos y privados que representaban una parte pura de las personas. De hecho, la medida “pie” que se usa aún en todo el mundo estaba pensada como el largo del pie de una diosa, ya que se decía que tenían un dedo más largo que el índice porque ahí residía su poder.
En el arte griego, todas las diosas virginales los tenían cubiertos y en otras culturas se crearon leyendas, como la de Aquiles quien, por ser sujetado por el talón cuando su madre lo sumergió en unas aguas que lo protegerían para siempre, fue vencido al ser atacado en esa parte del cuerpo.
De igual forma, en el Budismo y gran parte de las religiones orientales alababan y besaban los pies, asimismo eran parte de la conexión entre el mundo espiritual y los humanos. Pero ¿por qué se les dio tanta importancia a estas extremidades?
Aunque no hay respuestas claras, se ha sugerido que los pies tenían esa relevancia ya que era la parte del cuerpo que más se conectaba con la Tierra. De todo el cuerpo humano, era esa área la que sentía todas las texturas del suelo y la cual era inmediatamente “profanada” por su violencia al no tener algo con qué protegerlos. En las clases altas de antiguas sociedades japonesas, los niños eran cargados hasta los 8 o 10 años porque se decía que eran muy puros para tocar la tierra. Eso quizá es el origen de la idea de una naturaleza virginal y divina.
Eventualmente los pies se convirtieron en un atractivo sexual justamente por esa idea. Por ser los miembros más protegidos, su inocencia parecía irresistible —creando así un fetiche que se mantiene hasta nuestros días—. Sin embargo ya han pasado miles de años y ahora, al menos en las civilizaciones occidentales, los pies desnudos son tan comunes que no resultan llamativos o que ya no los vemos como miembros divinos o virginales. Pero eso no significa que pierdan el atractivo, sino que existen más oportunidades para darles otras propiedades que le devuelvan esa naturaleza pura.
Los tatuajes que incluimos en este artículo tienen distintos diseños, pero los que predominan son justamente los que hacen referencia a las costumbres budistas y a las civilizaciones orientales que acabamos de mencionar. Parece inevitable vincularlos de esa forma por su unión milenaria y por ese motivo, los mandalas y otros símbolos son los preferidos de aquellos que buscan regresarle esa divinidad a las extremidades.
El empeine es una de las partes del cuerpo más sensibles y puede llegar a doler en demasía cuando nos hacemos un tatuaje en esa área, pero si le damos un sentido romántico, es un pequeño costo a pagar para darle la fuerza metafórica a esa zona del cuerpo que muchas veces tratamos con negligencia y que se merece un papel relevante. Nos mantiene levantados, unidos con la tierra y a través de ellos nos conectamos con la naturaleza.
Claro que cualquier diseño puede ser usado para crear nuestra propia identidad. Después de todo, el pasado ha quedado atrás y es momento de cambiar la costumbre o la idea bajo nuestro contexto. Un tatuaje en el empeine es una excelente opción ya que queda oculto durante un largo tiempo y sólo aquellos que lo merecen pueden llegar a verlos. O también podemos mostrarlos, revelando esa individualidad que nos hace diferentes al mundo, expulsando un sentimiento de divinidad y completa humanidad.