Hay una teoría —francamente asquerosa— que explica por qué besamos. Según ésta, los primeros pobladores de la Tierra actuaban como lo hacen las aves con sus crías; masticaban el alimento y luego se los pasaban por la boca. Así, el besar habría perdurado como un signo de amor y protección. Sin embargo, esto sólo es una hipótesis y por ello a la ciencia aún no le consta si se trata de un instinto natural o, más bien, de una costumbre placentera que hemos adquirido a lo largo del tiempo.
No importa su origen ni las teorías que los expliquen. Yo no necesito razones para hacerlo. Yo te beso todos los días porque no me basta mirarte, porque al tenerte cerca me entra una enorme urgencia de comerte, de devorarte. Porque en cada uno de los besos que te doy puedo decirte más de lo que podría con un millón de palabras. Cuando te beso no hay tiempo ni espacio. Tampoco estoy yo; me voy totalmente de mí para entregarme a ti por completo, para entregártelo todo.
Estas ilustraciones pertenecen a Blue Indigo y son perfectas para describir cómo es un beso entre dos que se aman. Pese a sus sencillos trazos y la preponderancia del blanco y el negro, entre ellas se encuentran ligeras manchas rojas. No son accidentales, son señales de cómo el amor emana del cuerpo durante este acto amoroso entre labios y centenas de sentimientos.
El rojo es el color de la pasión, la razón es sencilla: a partir del corazón, que bombea sangre en todas direcciones, es así como la pasión llega hasta todos los rincones de nuestro cuerpo, sube hasta las mejillas, se expande en los brazos, en las piernas y hasta en los dedos de los pies. Regresa al pecho y el circuito continúa hasta el infinito.
«Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos».
En estas ilustraciones vemos cómo los amantes irradian coloridas luces desde todos sus poros. El rojo, que también es sinónimo de fuerza, impulso y vida, contrasta con un fondo claro y líneas oscuras, aparentemente sencillas. De manera curiosa, este color también implica, psicológicamente, muerte y destrucción. Muy seguramente porque el acto amoroso conlleva también morir un poco, perderse en el otro.
«Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros».
No sólo es el carmín del deseo sexual, lo es también de la complicidad amorosa y de la conexión íntima de los amantes que, al juntar sus labios, crean un mundo donde sólo hay espacio para dos. Los vemos con los ojos cerrados, entregados completamente el uno en el otro. Aunque no hay un milímetro de distancia, las manos se apresuran a acariciarse, a sentirse por completo.
«Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que sólo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos».
Honestamente, ni las causas ni los efectos del besar que afanosamente explica la ciencia, nos transporta de una manera tan efectiva como lo hacen estas imágenes. Estas ilustraciones logran un efecto impactante; al tiempo que se distinguen por su sencillez, nos transportan al acto amoroso de manera inmediata. El uso de colores y formas logra que nos identifiquemos de inmediato. Junto con fragmentos del poema “Besos” de Gabriela Mistral, recordamos instantáneamente los momentos íntimos en los que nos entregamos completamente en un juntar de labios.
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