El deseo sexual femenino no se reduce a las caricias suaves, a los detalles o a las noches perfectas en la arena tibia y rodeada de velas. Eso está bien para las princesas, las mujeres que supeditan su placer a un montón de reglas absurdas, no conocen más allá del misionero y contienen su respiración para no gemir con fuerza mientras tienen sexo. Los sueños húmedos de las mujeres tampoco están en función del porno, donde una mujer mama como loca sin recibir nada a cambio. El sexo no funciona de esa forma.
Una mujer real tiene fantasías. Los sueños con los exnovios son recurrentes. Es dulce recordar cada una de sus habilidades: pensar en pactar un encuentro y volver a sentirlo después de tanto tiempo, poniendo en práctica la experiencia que acumuló mientras no estuvimos juntos suele ser irresistible. Hay noches en que la simple idea de tomar el teléfono y tener un encuentro furtivo es suficiente para explotar, pero en algunas hace falta mucho más para llegar al clímax.
A veces también necesitamos un instante de desenfreno, que nos lleven a un rincón, levanten la falda y nos cojan sin más. No hacen falta besos, una cita romántica previa ni todas esas cosas que según las reglas deben acompañar al placer femenino para que sea válido. Hay momentos en que no hace falta la penetración, ni siquiera un pene, sino caricias intensas y estudiadas —y otros donde es necesario al menos un par—.
No somos depositarias de placer, es cierto: existe un gusto delicioso al mirar cómo un hombre se excita con cada uno de tus movimientos, la forma en que te desea mientras bailas, cuando tomas un trago o al alejarte de la barra. Es divertido el momento en que creen tener el control, pero deseamos hacer más.
El egoísmo también puede resultar erótico. En ocasiones lo mejor es tomar la vía rápida y evitar el desgaste de un hombre nervioso intentando conquistarte, hablándote de cualquier cosa sólo para impresionarte y en su lugar, pasar directamente al sexo salvaje.
Abreviar el momento en que charlamos sobre el sillón esperando a que tome valor para acercarse y simplemente desnudarme frente a sus ojos. No sólo es más práctico, también parece excitante para ellos. No está mal montarme en él y pegar mi pelvis para estimular el clítoris en lugar de esperar sus torpes y monótonas embestidas. Se trata de invertir en el placer propio: dominarlo hasta llegar al clímax una y otra vez, hasta sentir cómo se derrite ante mí para después dejarlo indefenso, somnoliento, reducido a su humanidad más frágil después de sentirse un macho alfa momentos antes.
Las ilustraciones de Aba (@loveroticism) expresan los distintos caminos que recorre la sexualidad femenina y las absurdas nociones que el grueso de la sociedad tiene sobre las fantasías y los sueños húmedos de las mujeres. En una sociedad donde los deseos del hombre rigen la sexualidad de todo el mundo, es necesario reafirmar el erotismo desde la condición femenina y hacer a un lado los tabúes y lo socialmente aceptado como válido para lograr que una mujer se excite. No todo debe ser romántico y mágico, a veces es más placentero todo lo prohibido que lo realmente soñado.
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