Vamos, tomemos un paseo juntos
déjame besarte fuertemente debajo de la lluvia,
sé que te gustan las chicas locas.
–Born To Die (Lana Del Rey)
Locas, seductoras, con iniciativa y mucha actitud, así creemos que debemos ser para conquistar a un hombre. La euforia de un mundo acelerado, lo efímero de una era digital en ascenso y la liquidez de los vínculos afectivos han hecho que las mujeres crean en y opten por un estereotipo plástico que busca la perfección. El sociólogo Zygmunt Bauman definió esta fragilidad con la que hoy se tejen los vínculos humanos en su obra “Amor líquido”. En ella el autor analiza a la sociedad y los cambios que ha sufrido nuestra condición humana, misma que ahora se rige por un enorme miedo a establecer relaciones duraderas y una renuencia a formar conexiones verdaderas.
Debido a esa complicada y desafortunada realidad en la que cada vez es más difícil encontrar el amor, las mujeres nos hemos esforzado por disfrazar todas nuestras inseguridades con glamour y a cubrir todos nuestros defectos con maquillaje y fijador. Pero ¿quiénes somos cuando nadie se encuentra a nuestro alrededor, cómo nos vemos cuando sólo nos acompaña la soledad y nuestro reflejo en un espejo de mano?
Imperfectas y hermosas, así nos vemos y así nos ilustra la artista Sally Nixon. Esta ilustradora de Arkansas desarrolló una serie en la que plasma ese lado irregular de la silueta femenina, aquel defecto que tanto nos avergüenza, esas anomalías en nuestro cabello o piel y la inexactitud de nuestro cuerpo contra la gravedad.
Medias sobre el abdomen para reducir la inflamación de nuestro vientre, calzones de algodón blanco que cubren más de lo que a ellos les gustaría, lentes oscuros para cubrir las ojeras que sólo el corrector puede borrar y un montón de envolturas en el suelo de lo que nos atrevemos a comer cuando nadie nos ve. Así comienza esta serie de ilustraciones que refleja el lado más descuidado, pero también más auténtico de la cotidianidad femenina.
No se trata de aparentar o de volvernos una mentira, sino de mostrar nuestra mejor versión, misma de la que esperamos que alguien se enamore para después atrevernos a exhibir cada uno de nuestros desperfectos. Sentadas sobre nuestras piernas sin depilar, con un libro ridículo o frente a un programa de televisión sin ningún enriquecimiento intelectual, así nos gusta pasar algunas tardes en las que podemos ser nosotras sin que nadie nos juzgue.
Sólo en compañía de una buena amiga, aquella que al igual que nosotras está harta de los jeans ajustados y las pestañas postizas, podemos comportarnos tal cual somos. Entre nosotras podemos comer hasta reventar, incluso eructar. Frente a la ventana nos sentamos juntas a imaginarnos con un gran vestido y de la mano con aquél que nos cree y desea perfectas. Nixon cuenta a través de estas imágenes una pequeña pero importante parte de la historia de una mujer que se sabe imperfecta –como cualquier ser humano– y que se acepta como tal.
Un poco apáticas y con menos brillo en la mirada del que solemos tener al salir por la noche. Una mueca poco expresiva y un par de calcetines rotos son lo que llevamos puestos un domingo por la tarde. Sin bañarnos, cepillarnos el cabello o quitarnos la pijama, nos damos el lujo de sólo pensar en lo que deseamos, soñamos y odiamos.
En desorden, sin contar las calorías de lo que comemos y con desfachatez elegimos hacernos la vida más fácil al quedarnos en casa para sólo disfrutar de un poco de privacidad. Pues aún en el peor de nuestros momentos, justo cuando nadie nos ve, ninguna deja de ser hermosamente imperfecta.
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Ilustraciones de:
Sally Nixon