Dentro de la cultura mexicana y la jiribilla, el albur ocupa un lugar importante como vía de comunicación en el ambiente underground de nuestro país, ese al que cariñosamente llamamos “el barrio”. Tan importante es el papel de este recurso casi literario que es un factor que permite una división y cohesión entre las personas: los que entienden y los que de ninguna manera comprenderán el albur. Los segundos, con el ánimo de justificar su evidente ignorancia, se jactan de ser personas rectas y bien educadas que no identifican el lenguaje de los barrios bajos de la ciudad.
Los primeros, quienes sí comprenden estas expresiones, son vistos como gente con una mente distorsionada por el sexo y las bajas pasiones. Un “talento” que dentro del barrio es considerada como una habilidad privilegiada, sobre todo a la hora de sobrevivir a la cotidianidad de las calles. Sin embargo, fuera de estas esferas el albur es asumido como una indiscutible desviación de la mente, propia de quien ha sido contaminado por una “perversión” adquirida en un contexto de pobreza y podredumbre.
Entender un albur o reírse cuando alguien, inocentemente, dice algo que bien podría ser considerado como una frase de doble sentido, inmediatamente te convierte en una persona malpensada. Más allá de una habilidad o incluso un rasgo de identidad, —si es que quien interpreta las palabras proviene de alguna zona marginal— saber alburear y captar los albures son sinónimos de una manía sexual, aún si la connotación de lo interpretado o lo dicho poco tiene que ver con ello.
Como una manera de interpretar esta distorsión de significados, sean o no dichos en el contexto mexicano, la ilustradora ellehell utiliza lineas sencillas y contornos negros para delinear cuerpos que no son cuerpos y estampas que nos remiten a la sensualidad de la figura femenina. Como si se tratase de un test de Rorschach, justo en el momento en que un espectador se encuentra frente a estas imágenes puede sentirse libre de interpretar lo que le venga en gana, no obstante, el miedo por parecer un pervertido ante los ojos de los demás permanecerá como una constante difícil de despejar.
Al final de cuentas cada uno descubre lo que su mente le permite, sexual o no, pues tachar a alguien de malpensado es caer en un error fatal. Dichas imágenes, vistas desde otro enfoque, representan la dualidad de nuestras mentes, esa que dependiendo de nuestro humor y no de la manera en que crecimos, ofrecen significados que analizando a fondo desenmascaran una relación mágica y pictórica que sólo una mente hábil podría descifrar sin ningún problema.
En ese sentido, ellehell no crea perversiones ni imágenes sucias, sino que plasma pensamientos tal y como son: ambiguos, difíciles y con una carga de pensamiento que, al igual que el albur, sólo las mentes hábiles pueden comprender a la perfección. Es decir, tanto su significado inmediato y el que va más allá de lo que la percepción inmediata puede ver.
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