Las cosas empiezan a ir mal cuando te empecinas en un “estoy sola”, “soy horrible” o un “es obvio que nadie me querría”. Las cosas van terrible cuando fijas tu atención en los shows que año con año Victoria’s Secret utiliza para mostrar sus colecciones de lencería y piensas “jamás tendré ese abdomen”, “nunca luciré así en un bra” o “¿por qué no nací con esas vitudes?” Meses van y vienen, inscripciones a distintos gimnasios o apegos a diferentes dietas absorben tu vida y sigues viendo la báscula con asombro. Eso, apegándonos a los términos físicos de esas demostraciones rapaces de la mujer; pero si enfocamos nuestra mirada a los cánones actitudinales de la feminidad mediática, la presión también se deja observar con modelos de personalidad dominante, burbujeantemente seductoras o siempre divertidas sin razón aparente.
¿Qué nos dejan todas estas representaciones más que estragos y malos entendidos con el ser propio?
La mujer real, que se lanzó al esquema de las visibilidades no hace mucho tiempo y que, de hecho, se manifestó como una tendencia a partir de la campaña de Lane Bryant I’m no Angel es el resultado a una serie de preguntas ocasionadas por el hartazgo anatómico e ideal hacia los estrictos designios de las industrias dominantes.
¿Es tiempo ya de acabar con el auto-odio producido por estas imágenes? ¿Cómo certificaremos la aceptación a lo que somos sin seguir los estándares que nos han impuestos por décadas?
En ese marco nace la ilustración de Gabriele Pennacchioli, director de cine y animador para Dreamworks. Un sujeto que ha prestado su arte para dibujos que a todo el mundo encantan y que tienden a un público infantil; sin embargo, también un hombre que en privado ha centrado su ilustración en los problemas o contextos de la mujer que no se adecua a la esculturalidad de la pantalla grande o las revistas, y que no siempre se halla en la situación emocional que marcan las revistas de moda.
Sus dibujos se centran en esa mujer que cuenta con una cintura más ancha de lo permitido en las revistas para caballeros, pero no por ello pierde su sensualidad. Se posiciona también en una suerte de narrador extradiegético que permite los relatos escondidos aun de la mujer que ama a otra mujer o de la chica que se encuentra desesperada frente a un teléfono que sólo anuncia la soledad.
Asimismo, Pennacchioli fija sus creaciones en esa mujer que no está dispuesta en todo momento a garantizar el disfrute de los demás o que se distancia de su pareja en un momento de introspección o vulnerabilidad. Esto sin omitir ciertas escenas de tono sexual en las cuales el centro de atención no es el placer masculino, sino el hallazgo del placer propio e intransferible de disfrutar un encuentro, quizás aislada, quizá constante.
De igual fuerza, la presencia del hombre en sus cuadros no suele ser la convenida en absolutamente todo. La vulnerabilidad, el cuestionamiento, la compenetración o incluso el descontento romántico poseen a los varones trazados por el artista. El chico de ensueño y guiador del destino no tiene cabida en estas imágenes.
Así como no la tiene esa rivalidad entre chica skinny y otra plus size; en realidad, ambas conviven en varias de sus creaciones no como papeles antagónicos de una vida, sino como diferentes perspectivas del estar aquí y el apreciar al cuerpo.
Las ilustraciones de Gabriele Pennacchioli son, en resumen, ese juego de representaciones urgente en muchos aspectos de lo que aparece, ese vehículo visual para dejar de mortificarnos por no ser ultradelgada, no ser una dominatriz, no considerar el orgasmo del otro, no tener una pareja o no estar siempre dispuesta a la felicidad de los demás. Éstas son las ilustraciones que deben imperar para dar un giro a lo que creemos natural.
Para conocer más de su trabajo, visita su Instagram oficial.
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