El vacío nos asusta, no sabemos qué hacer ante él. Friedrich Nietzsche creía que al mirar dentro de un abismo, éste comenzaba a mirar dentro de uno mismo. Cuando nos encontramos ante un dibujo o una secuencia incompleta, ante algún espacio en blanco en su contorno, nuestra mente tiende a completarlo con la información que él cree se adecúa a la situación.
Los videojuegos en los 80 sólo tenían la posibilidad de ser representados por imágenes de 8 bits, el resto era pura imaginación. No eran juegos tan figurativos como los actuales, en los que una bala tiene la forma exacta de una munición real. En cambio, en esos primeros prototipos, una bala era representada por un cuadro blanco.
Hoy la tendencia responde a la estética hiperrealista. Los juegos intentan llegar a la transparencia del simulacro a través de interfaces increíbles. Lo que juegas se vuelve parte de la realidad, al menos eso es lo que parece.
El miedo más profundo es el miedo a lo que desconocemos. Esta sentencia es paradójica pues, ¿cómo podemos conocer lo que escapa de nuestro entendimiento? Sólo lo imaginamos. Proyectamos en lo desconocido aquello que nos aterra más, y que como un abismo, nos envuelve y arrastra hacia su nada.
Algunas (casi la mayoría) de las películas de David Lynch son de carácter realista y por ello éstas nos perturban tanto. Se repite el patrón: hay un vacío en el que nosotros depositamos nuestras expectativas, que son casi siempre, de inacción y catástrofe.
El artista ruso, Uno Moralez, comprende ese procedimiento mental y en lugar de presentar piezas hiperrealistas, utiliza la estética ochentera de esos primeros videojuegos que exigían de la imaginación para volver pocos pixeles en sueños o pesadillas. Él mismo se definió como un seguidor de la estética lyncheana: desconcierto y maquinaria mental de cataclismos internos.
Sus piezas perturban: parece que algo está mal colocado, desfasado y no sabemos qué es. Entonces a ese vacío de significado le añadimos significantes terroríficos.
En 2007 Moralez declaró en una entrevista: “Mis viñetas se derivan de imágenes que no encajan en una sola imagen. Esto no es exactamente un cómic, es por eso que sólo dibujo escenas clave dejando fuera los detalles. Y entonces la imaginación del lector comienza a funcionar. Eso es importante”. Conmoción: nuestro propia ingenio.
Ninguna pesadilla se podrá comparar con nuestros sueños diurnos, dijo alguna vez Sigmund Freud. Tal vez tenía razón, nuestra imaginación consciente es terriblemente tétrica al completar aquello que desconocemos. La batalla entre nuestras pulsiones de muerte y deseo casi siempre se inclinan a lo más trágico, por eso nuestra naturaleza tiende a ver pesadillas donde sólo hay pixeles.
“Pregúntense ustedes mismos por qué están viendo historias de horror en mis imágenes”, dijo Moralez en otra entrevista, apelando así a nuestro inconsciente. El terror vive dentro de cada uno y tiende a proyectarse en lo que no está completo, en los huecos, en el vacío, en las imágenes que no son figurativas.
Las pesadillas en estas imágenes (“Las escalofriantes pinturas que reviven los fantasmas de un hospital psiquiátrico”) también te quitarán el sueño o bien te envolverá en pesadillas. Igual que al ver el trabajo de estos “9 artistas que retrataron las fobias más escalofriantes”.
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Fuentes:
Dangerous Minds
Uno Moralez