Una sombra de locura siempre ha rondado el mundo. Dos guerras mundiales, atentados terroristas en nombre de dioses que nadie ha visto, miles de asesinos seriales asolando a inocentes, armas de destrucción masiva que cuestan millones de dólares (mismos que servirían para alimentar a millones que no tienen nada para llenar el vacío de sus estómagos). Estos son sólo algunos ejemplos de la imparable enfermedad de odio y desesperación que ha barrido a la humanidad desde que llegó al mundo.
Sin embargo, no todo ha sido pesadumbre y tinieblas. El mundo también se ha llenado de una sana demencia manifestada en forma de obras de arte, las cuales nos han deleitado los sentidos y el alma. Una muestra de ello es la música de Pink Floyd, una de las bandas más destacadas del género del rock progresivo de todas las épocas. La manía ha sido parte del germen creativo de este grupo desde sus inicios.
Su primer líder y vocalista, Syd Barret, fue un genio esquizofrénico que no pudo continuar al frente de la banda por perder el rumbo entre su enfermedad y su adicción al LSD. Años después, la banda le regaló al mundo una muestra de genialidad y paranoia musical llamada “The Wall” (1979): un álbum conceptual sobre una estrella de la música que poco a poco va cayendo en un deterioro mental que lo lleva a aislarse del mundo. Las causas del desgaste y la depresión de este personaje son; la muerte de su padre durante la Segunda Guerra Mundial, la fama aplastante bajo la que es sometido de manera constante, una extrema sobreprotección materna, la opresiva educación británica y un alto consumo de drogas.
Dicho álbum tuvo una exitosa adaptación fílmica en 1982 por el cineasta Alan Parker. Éste logró llevar la música del grupo inglés a una representación visual por medio de alucinantes imágenes realizadas por el artista Gerald Scarfe. Toda la trastornada visión de “The Wall” está plasmada de manera inmejorable en la oscura obra de Scarfe.
Las pinturas originales del álbum fueron puestas a la venta recientemente y por primera vez en la historia. La comercialización de estas magnas ilustraciones fue trascendental para los amantes del arte, del rock, de Pink Floyd y para la misma banda. El grupo británico de rock progresivo sigue marcando historia en la música por medio de un legado de virtuosismo y altísima creatividad.
Gerald Scarfe eligió 11 de las pinturas que creó para la película. Entre las piezas que más destacan en esta veta figuran el storyboard original y las pinturas “The Scream”, “Education For What?” y “The Teacher”. La colaboración entre la banda y el artista comenzó incluso antes de que Pink Floyd comenzara las sesiones de grabación del álbum. Scarfe fue contactado por el bajista y cantante Roger Waters para que se encargara de la estética visual de la historia detrás del disco. Así fue como el ilustrador realizó una serie de imágenes, además de las criaturas inflables que el grupo usaría durante la gira para promocionar “The Wall”.
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El arte de esta discografía es una mezcla de elementos oníricos de gran riqueza visual que causan un impacto poderoso en quienes se topan con él. Sin problema alguno las pinturas nacidas de la mente de Scarfe podrían categorizarse como fantásticas. Los monstruos que desfilan por cada uno de sus lienzos son la representación perfecta de las pesadillas humanas y del ansia que existe en el interior del alma. Sólo Pink Floyd y su música eran capaces de crear sensaciones sonoras y visuales que mostraran el trastorno al que todos nos vemos orillados por el hecho de existir.
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Fuentes:
SFAE
COS