Las ciudades son caprichosas. Algunas crecen verticalmente cuando descubren que no tienen más terreno para florecer, rodeadas de bahías y montañas que impiden que se desdoblen hasta alcanzar otras bahías y montañas remotas. Otras, como la Ciudad de México, brotan desordenadas, caóticamente. Pasan de chinampas y lagos al frío del concreto, de grandes valles custodiados por volcanes a una inmensa caldera donde se conjuga la contaminación con un suelo frágil y movedizo que elimina toda posibilidad de las alturas. Tal era la idea, hasta que un edificio llegó para cambiar todo lo que creíamos saber sobre desafiar las alturas en el Valle de México.
Con sus 204 metros desde el suelo hasta la última antena, la Torre Latinoamericana ha sido testigo de los 4 terremotos más poderosos que han azotado a la Ciudad de México. Apenas un año después de su inauguración, la Torre Latinoamericana enfrentó su primer gran reto: el terremoto del 28 de julio de 1957 de magnitud 7.9 que sacudió a la Ciudad de México. En esa ocasión, la “Latino” permaneció intacta y se hizo acreedora al galardón que otorga el American Institute of Steel Construction, por «su supervivencia al terremoto sin sufrir ni el más ligero daño, mudo testigo de lo fuerte e integral que es la moderna construcción de acero».
El siguiente reto fue el terremoto más mortífero de la historia en la capital mexicana. El 19 de septiembre de 1985, la Torre Latinoamericana fue uno de los pocos edificios altos que salió ileso del desastre que terminó con algunos de las construcciones más icónicas de entonces y sus réplicas. En septiembre de 2017, el edificio ubicado en el cruce de Francisco I. Madero y Eje Central Lázaro Cárdenas resistió un par de terremotos más, ganando aun más prestigio del que ya tenía, pero ¿cómo ha logrado mantenerse de pie ante tantos eventos sísmicos?
Que la Torre Latinoamericana se mantenga en pie después de estos desastres naturales y a más de 61 años de su inauguración no es ningún secreto. No existe una fórmula mágica para construir un edificio infranqueable, ni materiales indestructibles que sean capaces de sortear cualquier terremoto por más violento que sea.
Simplemente hace falta seguir las reglas y los procedimientos legales de construcción (los mismos que violan sistemáticamente las constructoras e inmobiliarias en la Ciudad de México) y seguir un principio básico de la ingeniería, olvidado con frecuencia en la actualidad: adaptar el diseño al medio en cuestión.
Para lograrlo, se tomó en cuenta cada detalle del tipo de suelo, el mismo que siglos atrás era parte de una enorme zona lacustre con cientos de islotes y chinampas. Después de análisis exhaustivos del terreno e investigaciones del subsuelo en 50 metros a la redonda, se decidió su diseño final para albergar a la compañía “La Latinoamericana Seguros, S.A”.
Está construida sobre 361 pilotes de concreto, que se encuentran a 34 metros de profundidad, cimentados hasta la capa resistente del subsuelo, además de contar con una losa de cimentación que empotra a la Torre a una profundidad de 13.50 metros. Todo esto, aunado a su estructura de acero reforzado con concreto, hace de este ícono de la Ciudad de México una auténtica fortaleza contra los sismos. No hay secreto, simplemente ingeniería aplicada y un sentido común para adaptarse al medio en cuestión.