Cada generación busca ser mejor que la que le antecede; es una cuestión casi edípica en la que los hijos quieren hacer y ser más que sus padres. De esa formas buscan ser recordados por quienes son y no por aquellos que los engendraron; como una cuestión de orgullo, pues a nadie le gusta vivir bajo la sombra de los demás.
Muchas personas consideran necesario evadir el legado de sus padres para llevar una vida normal, hijos de figuras públicas deben permanecer escondidos de la sociedad por miedo a ser blanco de publicaciones o agresiones que violenten sus vidas privadas. La política o incluso la delincuencia, como en el caso del hijo de Pablo Escobar, Sebastián Marroquí, tampoco se salvan de este acoso público.
Tras cumplir su condena en prisión, el hijo del legendario líder del Cartel de Medellín decidió que llevaría su vida y la de su familia lejos del oscuro legado de su padre. Optó por estudiar Arquitectura en la Universidad de Palermo, Buenos Aires. Él asegura que esta decisión le salvó la vida mientras esperaba la liberación de su madre, quien aún se encontraba en prisión.
“Encontré en la Arquitectura un refugio para mí en esos días en los que no podía hacer ni pensar en nada, pues esperábamos una respuesta por parte de la justicia”.
Su inquietud por la arquitectura inició desde muy temprana edad al ver a su abuelo materno trabajar con madera para diseñar muebles; como su madre era diseñadora de interiores se encargó de la decoración de todas las casas y propiedades de Pablo Escobar. Por lo tanto, Sebastián siempre estuvo en contacto con ese proceso de creación arquitectónico que terminó por fascinarlo.
Durante su carrera como arquitecto se ha involucrado en varios proyectos importantes entre los que están el diseño y la construcción de sus tres mansiones, dos en Colombia y una en Argentina. No obstante, la obra que más lo ha impactado fue la que tuvo que construir para un cliente anónimo que le mandaba fotos y planos de la construcción por correo. Nunca supo dónde se estaba construyendo la casa sino hasta que estuvo terminada, fue entonces cuando descubrió que el hombre para el que había estado trabajando era el mismo que en 1988 dejó un coche bomba frente a su casa para que éste explotara con 700 kilos de dinamita adentro.
“Fue un milagro que sobreviviéramos porque yo estaba ahí dentro con mi madre y mi hermana pequeña. Fue el primer coche bomba en la historia de Colombia. Construí la casa del hombre que arruinó la mía”.


Como era de esperarse la figura de su padre le ha traído algunas dificultades, pues por mucho tiempo la posibilidad de trabajar en proyectos ambiciosos en Colombia le fue negada al tratarse del hijo de Pablo Escobar. Es por eso que ha realizado la mayor parte de su trabajo en Argentina, donde ha tenido la oportunidad de colaborar con grandes arquitectos como Roberto Busnelli y Daniel Silberfaden.
“La gente sabía que tenía talento como arquitecto pero ellos preferían contratar a otros chicos que no tuvieran una historia como la de mi padre. Así que fue muy difícil para mí encontrar un trabajo”.
El interés que su padre tenía en ayudar a la gente pobre de Colombia fue lo único que Marroquín quiso rescatar de su oscuro pasado. Ahora él dirige un proyecto con el que da hogar a gente de escasos recursos en Argentina y espera que pronto pueda hacerlo libremente en Colombia, donde planea hacer algo que proteja y beneficie a la naturaleza del país.
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