Los inventos o ideas fantásticas para el sustento de la vida han sido imparables. Pero tener cierto control sobre la luz solar y el calor que propaga es definitivamente una revolución para la mente humana.
El Sol es indispensable para todos: su luz y calor afecta de manera directa en la vida de cada ser humano. Nos dejamos llevar por el acogedor clima y aquellos destellos que vemos todas las mañanas sin prestar la importancia que tienen sobre el organismo, pero estos son los responsables de hacer que el estado anímico sea positivo, pues a ellos se atribuye una mejoría de salud y relajación de quien los recibe, de manera moderada, directamente.
Durante décadas, Rjukan, una pequeña ciudad de Noruega, encajada entre montañas, estuvo oculta de los rayos del Sol, lo que provocaba que los otoños e inviernos fueran más oscuros e intensos. Es por eso que los habitantes se vieron obligados a subir por un teleférico hasta la cima de la montaña, donde podían tomar un poco de calor y luz natural.
En 2006, Martin Andersen, artista originario de esta población, deseó ver reflejadas las sonrisas de todos al recibir luz y calor en la plaza central de Rjukan. Años después, con ayuda de un helicóptero, instaló tres espejos gigantes a una distancia de 450 metros respecto a la diminuta zona donde los destellos solares romperían la sombra. Los espejos pueden ser orientados por medio de un sistema informático, el que permite que los rayos de luz se reflejen en la superficie del valle.
Alrededor del mundo existen pocas poblaciones que utilizan el sistema de espejos para propiciar los beneficios solares, entre estos: fijación de Calcio en los huesos, producción natural de vitamina D y la disminución de depresión. En el pueblo italiano de Viganella y en la pequeña ciudad austriaca de Rattenberg se empleó este sistema para disminuir los fríos y sombríos inviernos que se debían soportar.
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Esta no es la primera vez que algunas personas sueñan con jugar con los rayos solares. Se dice que Arquímedes inventó un arma secreta para proteger a la ciudad de Siracusa usando un espejo parabólico gigante que concentraba la luz y era capaz de incendiar barcos que se acercaban desde la lejanía.