Detrás de un par de paredes diseñadas a una altura estratégica, se hospedan los secretos más íntimos y las interrogantes más profundas de Luis Barragán Morfín (1902-1988). Quien a partir de una habitación arriba de su biblioteca, a la que sólo entraba él y su intimidad, logró dividirse para integrarse a múltiples espacios al mismo tiempo. Así es, además de secretos, la Casa Luis Barragán –ubicada en Tacubaya, inaugurada en 1947– guarda una magia indescriptible a través de la que es posible viajar en el tiempo y el espacio de manera cuántica; integrando pasado, presente y futuro en un mismo espacio.
La paleta cromática, la decoración, el tamaño y la forma de las estructuras en cada habitación, están inspiradas en la arquitectura racionalista de la Bauhaus; escuela en la que Barragán estudió con Le Corbusier. Además de sus cocimientos en la materia, la Casa Luis Barragán fue edificada a partir de la fusión de sus referencias personales con la tropicalizaicón del diseño mexicano.
La casa-taller del arquitecto está protegida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, pero no únicamente por su constitución y diseño, sino por el discurso estético y arquitectónico que su autor creó alrededor de ella. Justo con éste concepto es con el que diversos artistas nacionales e internacionales, han jugado para intervenir el hogar de Barragán sin alterar su sentido; es decir, esta pieza disruptiva de la arquitectura es una obra de arte dentro de la que descansan y conviven maravillosos secretos que no todos conocen.
¿Qué secretos pueden existir dentro de un espacio que hoy abre sus puertas al público? ¿Cómo es que estos misterios continúan vivos aún sin la presencia de Luis Barragán?
Gracias a intervenciones como “Mármol rosa” de Christodoulos Panayiotou, artista chipriota, este espacio logra recontextualizarse para resignificar. A través del halo espiritual y sensible que Barragán siempre incluyó en sus creaciones, el artista contemporáneo renueva el discurso estético e histórico de la casa, para darle un sentido político, social y antropológico mucho más amplio, que conecta con el monólogo arquitectónico original.
A partir de diversas intervenciones artísticas dentro de esta cálida casa y en medio de su magnífico jardín, Panayiotou integra piezas de sus colecciones pasadas y otras exprofesas para montar su exhibición. Todo con el fin de conversar y complementar –más no interrumpir– las palabras y referencias que emanan de cada habitación en la residencia de Barragán. Por ejemplo, el ingeniero mexicano tenía una fijación por el color amarillo; por ello, esta tonalidad ilumina y refleja diversos muros y esquinas dentro de su obra. En cambio, la presencia lumínica que el ganador del premio Pritzker incorporó a su hogar no es directa ni fija; no existe un solo foco en el techo de la Casa Luis Barragán, sólo hay algunas lámparas con pantallas. Con esto él pretendía teñir cada cuarto con la luz natural del exterior y con el reflejo de la paleta de colores utilizada en todo el interior.
De esta línea visual fue de la que el artista chipriota se prendió, pues Panayiotou siempre se ha interesado y formado a partir de la creación y exploración de la identidad, así como de la memoria histórica. Esta línea temática y visual es tan elegante y simple como la del arquitecto, por lo que intervenir en el discurso estético de la Casa de Barragán le resultó una idea magnifica. A partir de un intercambio en el que se sustituyeron algunos objetos originarios de la casa –como pinturas, esculturas, objetos personales, lámparas y ventanales– el pasado y el presente, el interior y el exterior, la estética y la historia, el arte y la arquitectura, se fusionan en un mismo espacio.
El reemplazo de piezas elegidas por Barragán hace años, mismas que se conservan desde su muerte, se hizo con el fin de reforzar su discurso; pero también con el objetivo de implementar otros argumentos que convergen temáticas políticas, económicas y sociales de la actualidad. El arquitecto mexicano desarrolló un poder singular para integrar distintos elementos, que parecían opuestos o adversos, en un mismo lugar. En la sala, por ejemplo, Barragán colocó la emulación de un facistol para trasladar el apego y la devoción a su religión, pero también para romper con las normas estéticas de la arquitectura y el diseño. A modo de objeto doméstico y decorativo, este atril también se convirtió en el canal entre las creencias del ingeniero, sus vivencias y –a la vez– su habilidad para identificar la belleza; ya que sobre las alas del facistol hay diversas imágenes seleccionadas por el arquitecto, en las que la belleza no sólo adorna, sino significa.
En este caso, la intervención de Panayiotou es la de una fotografía enmarcada sobre el mismo atril en la sala de la casa. En esta imagen están retratados los túneles que abastecen el sistema de irrigación del Palacio de Versalles. ¿Por qué esta imagen? Una vez más la integración de pasado y presente, pero sobre todo la conversación –en este caso a partir de la contraposición– es lo que esta fotografía representa. Esos túneles significan y materializan el desequilibrio del sistema económico, la monopolización del poder y la exacerbación de la desigualdad; la imagen que el expositor eligió para intervenir esta habitación enmarca un sistema construido para alimentar los servicios de agua del palacio, mismo que al día utilizaba lo equivalente al consumo de agua de toda la ciudad de París durante una semana.
Así, desafiantes, disruptivas e inesperadas, son las diversas intervenciones que “Mármol rosa” hace en la sala, biblioteca, las habitaciones, el baño, un clóset, el jardín y el taller de la Casa Luis Barragán. La exposición de este joven artista revela una importante e incómoda parte de nuestro presente. ¿Qué es verdadero y qué es falso, cuál es la división de poderes y la repartición de recursos legítima?, ¿En quién se concentran esas decisiones y cómo nos afecta este caos? Todas esas respuestas están escondidas en las piezas que Panayiotou usa para reemplazar objetos originales, elegidos y utilizados por el arquitecto.
A través de otras piezas como santos de la Iglesia Ortodoxa reemplazados por imágenes de veneración bañadas en oro; una lámina de cobre convertida en un sistema de fuente en medio del jardín. Piezas defectuosas de mármol trabajadas para hacer una mesa y algunas bases de lámparas; fotografías de plantas conformadas por flores naturales y artificiales. Un cuadro hecho de euros reciclados, el cual reemplaza la obra original en la pared de la biblioteca de Barragán; zapatos fabricados con el cuero de otros accesorios femeninos sobre las repisas del clóset en la habitación del arquitecto. Entre otros elementos, son los que intervienen –más no transgreden– la intimidad dentro de las paredes de la Casa Barragán.
Transmutar es parte irremediable de la identidad de un ser humano y también de un objeto cargado de energía o de un espacio con alma. A partir de esa idea, Panayiotou jugó con los conceptos de intercambio y transformación para entrelazar su propia historia con la del arquitecto y su majestuosa creación, así como con cada uno de los trasfondos en sus reemplazos. Sus argumentos no sólo giran alrededor del discurso estético y de la sustitución, sino sobre el significado y valor agregado que le damos o imponemos a los objetos –a veces– sin siquiera darnos cuenta.
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La exposición No. 06 “Mármol rosa” de Panayiotou, seguirá montada hasta el 27 de agosto de 2017. El recorrido por la Casa Luis Barragán, obra arquitectónica contemporánea de mayor trascendencia a nivel internacional, siempre es majestuoso. Sin embargo, las intervenciones del artista chipriota convierten cada esquina de la residencia en una síntesis de mayor fuerza y de profundo valor; misma que revive la voz e intención de una eminencia de la arquitectura en México: Luis Barragán Morfín.
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Agradecimientos especiales a Casa Luis Barragán y a Antonio Zorrilla.
Imágenes:
Cultura Colectiva
Estancia Femsa
