Las antiguas sagas nórdicas hablan de gigantescos guerreros cuya fuerza, comparada con la de un gigante enfurecido, era capaz de destruir a un hombre con sólo tocarlo. Conocidos como berserkers, esos temibles bárbaros aparecían en batalla bajo los efectos de alguna droga que los volvía extremadamente agresivos, tanto que no podían distinguir entre aliados y enemigos. Su sola presencia infundía un terror insostenible en el campo de batalla. Sin embargo, no eran las sustancias que ingerían lo que les otorgaba la energía que los caracterizaba, sino que estaban seguros de que las pieles de oso que cargaban en su espalda –como única armadura– era lo que hacía todo el trabajo.

Durante miles de años, culturas de todo el mundo han visto en diferentes animales a los guardianes que necesitan para poder protegerse y desempeñar sus actividades con fortaleza. En la cultura azteca, por ejemplo, los perros se consideraban sagrados por ayudar a sus amos a cruzar hacia el inframundo. Por otro lado, los integrantes de ciertas castas utilizaban plumas de quetzal y otras aves exóticas para demostrar su estatus.

Actualmente, llevar algo referente a algún animal nos hace sentir seguros: como si la fuerza de esa criatura y todo lo que representa nos acompañara –a manera de tótem– durante todas las batallas de nuestra vida. Esta creencia tiene orígenes milenarios y hoy ha mutado en algo más que un talismán, un abrigo de piel o un penacho: este poder lo podemos plasmar a través del tatuaje.



Pensar en la posibilidad de vestir con pieles y huesos es un verdadero problema para quienes abogan por la libertad y respeto del reino animal. Aunque algunos son partidarios de esta "moda", muchos consideran que asesinar animales para usarlos como artículos de belleza es una práctica cruel. No obstante, hay quienes siguen convencidos de querer llevar con ellos un poco de la majestuosidad que la naturaleza le otorgó a los seres más feroces; sobre todo a aquellos cuya superficie presenta patrones únicos, que ni el diseñador más hábil podría haber ideado jamás.



Gracias a que muchos artistas se han aventurado a explorar las diferentes posibilidades que ofrece el tatuaje, podemos pintar –de manera permanente– esa fuerza salvaje que caracteriza algunos felinos como tigres o leopardos sobre nuestra piel.



Combinando los diferentes estilos del animal print con el antiguo arte de la aguja y tinta, la mayoría de los tatuadores son capaces de traspasar a nuestro cuerpo la elegancia y ferocidad que la naturaleza sólo le otorgó a unas cuantas criaturas. Sin la necesidad de usar otra piel más que la de aquella persona que decide tatuarse, los movimientos sensuales y misteriosos de un felino pueden fusionarse con los del ser humano.



No es necesario cubrir una extensión considerable del cuerpo para lograr el efecto animal que va del misterio a la sensualidad. Cada uno decide si quiere que estas marcas luzcan desde el primer momento como una carta de presentación, o bien, que sólo aparezcan en un momento íntimo y erótico.
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No hay reglas para realizarse cualquier tipo de tatuaje, lo ideal es que el encargado del estudio de instrucciones precisas acerca de cómo los colores claros son propensos a perderse en algunos tipos de piel. La intensión es la de asegurar que las diferentes tonalidades del diseño perduren para siempre, al igual que su significado emocional.