Cientos de años de historia, miles de deseos cumplidos y la belleza de los sueños que queremos alcanzar: eso representaría tatuarse una figura en origami. No sólo es estética, sino un conjunto de elementos que nos recuerdan que las ideas y sentimientos más grandes pueden nacer de los elementos más simples; una hoja de papel. Ese arte antiguo de los japoneses (y de algunas zonas europeas) tiene la misma importancia emocional que cualquier otra creación alrededor del mundo. Su conexión con las raíces y un pensamiento zen los hacen perfectos acompañantes para el resto de nuestra vida.
Ori significa doblar, mientras que kami se traduce como papel, y es un arte que se ha practicado desde el siglo XV en Japón, poco después de que comenzó a producirse papel en la zona. Las personas (y hasta los Samuraís) añadían una pieza de origami llamada noshi en sus regalos como pequeños detalles de respeto o amabilidad. Al poco tiempo, algunos individuos comenzaron a hacer figuras más complejas y se convirtieron en objetos con cada vez más importancia emocional o artística.
Una de las historias más hermosas relacionadas con el origami dice que si alguien hace mil grullas cualquier deseo que tenga su corazón se hará realidad. El ave es el animal más común en la cultura japonesa del doblado de papel, y esa leyenda tomó un sentido aún más grande gracias a una niña llamada Sadako Sasaki, quien después de haber estado expuesta a la radiación de la bomba de Hiroshima desarrolló leucemia. La chica decidió doblar mil grullas con el deseo de sobrevivir. Sin embargo, al darse cuenta de que no lograría curarse, pidió la paz mundial.
Se dice que Sasaki murió antes de poder crear las mil figuras de papel, pero sus amigos continuaron su trabajo para poder cumplir su deseo. Desde entonces, las mil grullas han sido un símbolo de paz y armonía.
En una de las películas japonesas más exitosas de los últimos años, “Your Name”, se habla sobre las tradiciones antiguas y cómo estas artesanías –a pesar de que no entendemos por completo su significado original– trascienden a través del tiempo y hablan sobre una paz espiritual más que cualquier otra obra de arte. En 1955, cuando se desarrolló la historia de Sasaki, las grullas cobraron un significado aún más importante.
El origami ha evolucionado con el paso de los años, pero aún sigue siendo un medio para expresar belleza en una forma simple. Aunque no se sabe con precisión cómo es que evolucionó, aún podemos encontrar su inexplicable atractivo. Tener un tatuaje podría ser sólo un deseo inconsciente de conectar con un elemento simple; nos recuerda que aunque las personas parezcan simples y vacías, tienen mentes diferentes. Los dobleces también podrían ser una representación de que, aunque cambiemos, lo hacemos para mejorar o ser aún más maravillosos. Entre esas líneas que nos definen –al igual que en los tejidos artesanales– se encuentran historias que se quedarán grabadas.
Podríamos pensar que una obra de origami no es eterna, que puede terminar con sólo destruir el pedazo de papel, sin embargo, es ese sentimiento efímero lo que hace amar las líneas y la figura. Es una expresión súbita con fecha de expiración.
Se dice que los budistas fueron los primeros en crearlo y, al mirar las emociones que provocan, no es difícil imaginar que ellos miraron las posibilidades que tenía el papel para calmar el alma.
Como mencionamos, tatuarse un trabajo en origami es honrar esa tradición y darle permanencia. Aquellas hojas con vida limitada, pueden ser imágenes permanentes en nuestra piel. Cada persona podría tener una grulla de las mil que se necesitan para lograr la paz mundial. Asimismo, cada quien tiene la oportunidad de recordar los dobleces metafóricos que cambiaron su vida y darle un espacio con tinta en alguna parte del cuerpo. De cualquier forma, estos diseños prueban que aún estamos lejos de olvidar el origami como arte, y que es uno de los más hermosos regalos que la cultura japonesa nos ha entregado.
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Nick Robinson, “The Origami Bible”, 2004.